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"Portal a los Hielos Eternos"

Comunidades Aborígenes - Aonikenk

Tejedoras y Tejidos
 


Manta.

Sin lugar a dudas podemos decir que la artesanía más representativa de la Patagonia son los tejidos a telar, que vienen reproduciendo desde tiempos inmemorables diseños característicos que, a través de las manos de cada tejedora enlazan todos tiempos... desde el remoto pasado al presente y dada su vigencia y la transmisión viva, sin dudas, con el futuro en el cuál, con seguridad, otras tejedoras, otras manos, reproducirán, con el mismo amor de siempre los diseños.

Dos vertientes claramente diferenciadas encontramos en el arte textil chubutano: por un lado, la corriente originaria Tehuelche (Aonikenk) con diseños que vienen imperturbables desde miles de años atrás lo cuál lo atestiguan las pinturas rupestres, que, más pintoras que tejedoras, reprodujeron en los mantos (Kai Ajnun) y en las pieles de los toldos y que luego se llevó al telar.

Las variaciones son pocas, dadas por la diferencia de técnicas propias de cada arte, pero fácilmente son reconocibles los diseños. Por otra parte, primero por trueque y luego por la instalación en nuestro territorio del pueblo Mapuche, caracterizados como excelentes tejedores, creó una simbiosis donde hoy confluyen ambos diseños y creó un colorido muy particular de la zona.

Tejer fue siempre, para ambos pueblos donde la labor es indistinta. En pocos momentos del largo proceso intervienen hombres... y en realidad son más bien "pequeños hombres", los más jóvenes de los niños que colaboran con pequeñas...pero grandes tareas, como en la limpieza de la lana o el juntado de los elementos par teñir.

Por otra parte... el tejido está íntimamente ligado a la preparación femenina, y desde siempre, la mayor o menor habilidad, el mejor sentido estético, la finura en el hilado o la perfección en la confección, confirieron a las más habilidosas un rasgo de distinción... y de legítimo orgullo.

Únicas responsables de realizar la ropa de la familia, el abrigo tan necesario en nuestro frío clima y de las bellas piezas que acompañan los rituales, aún hoy, en que la mayoría de las ropas son de "huinca", las niñas continúan aprendiendo, con el mismo amor y dedicación, todos los pasos necesarios para llegar a ser una buena tejedora como una forma consciente o no, de estar tejiendo la historia misma de la raza.

La materia prima original de nuestros tejidos era la lana de guanaco, fina y suave. Con la indiscriminada difusión del ganado ovino, que fue desplazando a los Nau (1) por competir por el mismo alimento y por ser cazado indiscriminadamente hasta el límite de hacer peligrar su sobrevivencia como especie, de debió obligadamente recurrir a la lana de la oveja.

Con todo, muchas prendas pequeñas y especiales, se continúan tejiendo con la lana de guanaco y hasta el pelo de liebre trabajosamente hilado.

En los últimos años, en que la situación se ha tornado crítica y en la que varios y sucesivos inconvenientes han mermado mucho los pequeños piños (2), muchas tejedoras, sobre todo las más inexpertas o las chicas en tren de aprendizaje, recurren al uso de lana de origen industrial.

El gusto actual, por otra parte, de trabajo que requieren cada vez más fina la hilada, ha hecho, que para facilitar el trabajo se recurra a lanas hiladas en rueca industrial (generalmente sin teñir, natural, dado que el proceso de teñido es una característica de la región).

El hilado tradicional es por el uso de todas formas, los laboriosos procesos que llevan desde la esquila, la selección del vellón, la primera limpieza para quitarle abrojitos y tierra, el hilado- a mayor habilidad de la tejedora mayor finura y grosor más parejo, por supuesto que el grosor del hilado lo determina el uso posterior de la lana aún siguen ocupando largas horas en el aprendizaje de las niñas y de aquellas no tan niñas...ya que hoy en día no es infrecuente el caso de aprendizaje a edades que antiguamente se consideraban impropias.

En éste otro lamentable efecto del estado actual de nuestro pueblo. Muchas de las niñas concurren a colegios con internado, donde permanecen todo el año escolar y no en todos los establecimientos educacionales existen talleres de tejido ... otras niñas van a la escuelas comunes, donde el tejido ¡no iba a ser diferente! No es valorizado con justeza y jamás forma parte del aprendizaje... en muchos casos, impelidas a trabajar desde muy temprana edad, los mejores años de formación, cuando con más fuerza se registran todos los conocimientos, se pierden,.

Y es así, que hoy son muchas las mujeres de distintas edades que se encuentran aprendiendo lo que hasta no hace mucho era parte del bagaje cultural propio de toda mujer, desde la más tierna infancia.

El Huso que se utiliza para hilar, ha permanecido inalterable a través de miles de años. Es una varilla de madera, que lleva en su extremo inferior una pieza que se denomina Chinkud (o tortero) generalmente redonda, que puede ser de piedra, madera dura, hueso o cerámica (se hallan en uso muchísimas antiguas de cerámicas, muy bonitas y decoradas con diseños alusivos al arte de tejer y con dibujos especiales relacionados con el tejido, como la araña, fuerza especial que sirve de ejemplo y guía), es decir, de un material pesado y que sea factible de tallar apropiadamente.

Lleva un agujerito en medio que se adapta al palito del huso. Para hilar se toma el vellón limpio de tierra, abrojos y otras impurezas gruesas, se abre y extrae cuidadosamente un grupito de hebras y se sujeta en una ranura que tiene el Huso en la parte superior.

El torcido de la hebra se va produciendo por el movimiento de rotación que se imprime con las manos, siempre en el sentido de las agujas del reloj, y manteniendo la justeza de movimientos para asegurar un buen hilado.

La lana, ya debidamente hilada, se arma en madejas, ayudándose para ello de un aspahue que está hecho con dos cañas cruzadas que giran sobre otra caña vertical que se sujeta en el suelo o en una pieza especial.

Debidamente atadas las madejas son cuidadosamente lavadas con jabón blanco o con corteza de killay- killay (al modo tradicional, pero no tan fácil de obtener hoy) hasta que no queden rastros de la grasitud propia de la lana de oveja.

Del lavado cuidadoso dependen la posterior suavidad de la lana, la respuesta de los colores en el proceso del teñido y por supuesto, el buen resultado de toda la labor.

Esta tarea que en los lugares en que esto es posible, muchas mujeres continúan realizando a la vieja usanza en la orilla del río, para que al batir de las aguas ayude a liberar totalmente la lanolina, se realiza en varios días.

Posteriormente, se dejan secar las madejas al sol...o en nuestros vientos patagónicos, hasta que desaparezca todo rastro de humedad y se pueda comenzar con el proceso del teñido.

Los colores tienen distintos orígenes: minerales, vegetales y hasta animales. Se obtienen de raíces, de hojas, de tallos y cortezas: de semillas, frutos, virutas y resinas: de flores, aserrines y de hollines: de tierras, de minerales o de algas marinas...es decir, de una amplísima variedad que cambia de zona en zona.

Lamentablemente no todos los colores se consiguen hoy en forma natural. Antes, cada mujer sabía donde hallar un determinado color...hoy que la erosión, el sobre pastoreo y hasta las cenizas volcánicas alteran el ecosistema, no todas las especies tradicionalmente usadas se consiguen con la misma facilidad.

En líneas generales, podemos decir, que los que continúan obteniéndose con relativa facilidad son los siguientes:

Blanco: para hacer más blanca la lana en una prenda especial o para usar en el plangi, se utiliza la mallo-currá, que se halla en los lugares que en Chubut llamamos mallocos. Esta piedra, que es como una tiza o caliza, se tritura hasta convertirla en un polvo muy fino para preparar una pasta.

Bordo: se logra este color del fruto del calafate.

Morado: de la raíz del calafate.

Verde: hay distintas tonalidades que pueden extraerse del maitén, del palo piche y del wantru.

Marrones: del chilco, temén, ñire y del cocolle, entre otras plantas. De acuerdo a la intensidad de la preparación se obtiene desde colores suaves (beige), hasta marrones intensos.

Azul: el del maqui es inconfundible y la barba de palo da un color ladrillo.

La cebolla o los bulbos del amancay dan amarillo y rojo el cocollo y el rélfun.

El característico rosa fuerte de los tejidos chubutanos se saca del Llang-llang y el hollín y las telas de araña dan el negro lo mismo que la raíz de romaza.

Hay tierras en la costa que dan tintes verdes, negros, amarillos y rojizos, de acuerdo a los minerales que contienen. Los tintes minerales se trabajan generalmente preparando un polvo impalpable que se pueda emulsionar.

De la flor del calafate, de la yepe-cahuellu, chacaygua, la tuna, el molle, arrayán y la corteza seca de los cebollinos se obtienen diferentes amarillos.

Simplificando- podemos decir- que se disuelven los tintes en agua, se hierven y se sumerge allí la lana caliente.

Una vez obtenida la tonalidad deseada, se usan distintos elementos como fijadores de color, inclinándose las tejedoras por uno u otro de acuerdo a su experiencia, de acuerdo a los colores que se tiñen... y de acuerdo ¡por supuesto! a los materiales que se tengan a mano: desde la orina, el fijador más antiguo usado por el hombre en todas las culturas, la infusión de piedra lumbre, de sal o de flores del kulle, de acuerdo a la época del año.

Por otra parte... las alteraciones ecológicas... la falta de elementos... la falta de conocimientos... y otras tantas faltas, hacen que muchos de los colores que se usan actualmente provengan de anilinas comerciales que se fijan de acuerdo a las instrucciones del producto.

Si bien esto es aceptado para prendas de venta o de uso diario cuando se trata de tejidos especiales, destinados a ceremonias religiosas o a un destinatario especial como puede ser un niño, un jefe o una médica, se debe mantener la vieja usanza y no se puede usar nada que no tenga origen natural.

Los telares de uso más frecuente son los verticales, los únicos adaptables a las grandes prendas. Para Trariwe o Trari-lonco, para fajas o ceñidores hay dos opciones: un telar tehuelche nato llamado de cintura porqué la tejedora lo sujeta a su cintura por un extremo y a un amarre firme del otro, y el largo telar horizontal que usan desde siempre las mapuche: y que requiere una cintura sumamente joven y elástica para soportar las largas jornadas de labor en una posición no muy cómoda.

Volvemos aquí a notar la funcionalidad que rodea la vida de nuestros pueblos. Las mujeres tehuelches, siguiendo la vida nómade del grupo, difícilmente podían desarrollar una tarea que requiriera llevar un gran impedimento en los traslados, pero sí un telar que permite enrollar la labor a medio hacer. La practicidad del mismo ha hecho que pocas tejedoras lo hallan cambiado.

En Chubut se diferencian tres tipos diferentes de técnicas.

Actualmente, que se teje no solo utilitariamente para la propia familia sino que en este arte han encontrado desgraciadamente magros ingresos económicos, las piezas que más se trabajan son: Matrón o Pontró, del tamaño de una manta de cama (1 o 2 plazas) de varios usos.

De acuerdo al diseño esta makuñ lleva distinto nombre: ern, cuando no tiene dibujo; Ngurepran, cuando está color natural; Ñimin, la que tiene dibujos; Apotrarín la que tiene dibujos geométricos por teñido amarrado; Wirim, la que tiene rayas de varios colores; Rayén, la que tiene dibujos de flores; Ñikurr, la que tiene dibujos blancos con el uso de la piedra mallón.

Los ponchos, o Lama, de tejido grueso y diferentes diseños, generalmente en guardas a los costados. Puede ser Nekurr Makuñ, tejido para hombre o lama simple, casi sin diseño, para a las mujeres.

Llamamos MATRA a las prendas más pequeñas que el matrón o potro. Tienen diversos usos: abrigo para cunas, como parte del apero, para hacer mullido un asiento...Alfombra o Lama, más larga que ancha con flecos en ambos lados, con diversos dibujos y colores.

Cuando es notablemente más larga que ancha la denominamos Camino. Son piezas generalmente de adorno. Tapices, de distintos tamaño, con los más variados diseños que pueden ser representaciones geométricos, combinaciones deformas, animales, plantas o figuras humanas o una combinación de todas ellas. Llevan fleco a un solo lado.

Trariwe: faja, la de los hombres mucho más ancha y larga que la de las mujeres. Las hay de uso cotidiano, con menos laboreo hasta las más elaboradas, generalmente con tejido bi-faz, con diseños que abarcan todas las combinaciones o que repiten el diseño de una familia en particular.

El cinto es muchísimo más angosto y corto. Si es ancho, para mujeres, se llama Trariwe. Trari-Lonco, o wincha, más angosta aún que el Cinto (entre uno o dos cms) y el largo suficiente para ceñir la frente.

Ligas o largas cintas tejidas que tienen infinidad de usos. Las cinchas de grueso tejido con o sin dibujos, que forman parte del apero. Peleros, de muy gruesa lana, hilada especialmente para ésta pieza, que es la que va directamente sobre el lomo de los caballos antes de ensillarlos.

Chiwas, bolsa o pura-pyrawe, que son alforjas que van sobre el caballo y que son dobles o las simples, que sirven como bolso o maleta.

Los dibujos tanto en el tejido Aonikenk (tehuelche) como Mapuche, tienen un profundo significado unido íntimamente a al particular cultura de la cuál proceden.

Cuando escuchamos decir que nuestros pueblos nunca conocieron la escritura...sonreímos. ¿No era acaso escribir, transmitir un mensaje en especial, que puede ser decodificado por cualquier integrante de la comunidad los dibujos que hacían nuestras abuelas en los kai Ajnun o los tejidos que aún hoy cuentan historias de la familia, hablan de la estirpe de una persona, de aquellos antepasados que es necesario recordar y de los cuales el portador del tejido se muestra orgulloso de las particularidades o cualidades del destinatario, de las buenas intenciones y los deseos cuando se trata de una prenda de niño...de las cotidianas cuentas que llevamos todas las mujeres, de todos los tiempos, y que amorosas manos de madre tejían para sus hijas cuando entraban en la pubertad?.

A lo lejos, en la distancia un toldo pintado por fuera, indicaba todo lo que había que saber de sus moradores: quienes eran y cuantos y de donde venían ...lo mismo que un Makuñ, que jamás era llevado al azar y que aún hoy indica de donde es su procedencia, quien lo lleva, que lugar en la comunidad ocupa...Nos podemos desconcertar cuando hubo mayenta, pero al menos nos dice de la tejedora, de su región, de su pueblo, de su cultura.

Los dibujos de nuestros tejidos eran y continúa siendo una perfecta escritura porque es un lenguaje particular. Quizás hoy muchas tejedoras ignoren el mismo...o quizás sólo sepan que lo contiene pero no lo saben leer (interpretar), pero el mensaje continúa estando allí.

Tan sólo resulta un diseño sin significado para aquel que no conoce nuestra cultura...tal cuál puede parecer un diseño el diferente modo de anotación de su idioma de chinos o árabes, culturas a las cuales nadie niega su capacidad de representar un pensamiento por más que no entienda nada de los diseños especiales de que se valen para ello.

Leer los tejidos es, con todo y dolorosamente, un conocimiento que no está hoy en todas las tejedoras. Por ello, la labor de las ñimifes o maestras es tan importante para volver a revalorizar nuestra cultura.

Por ello, también es tan importante que cada una de nosotros, las mujeres, las arañas destinada desde tiempos inmemorables a perpetuar este aspecto de nuestros mundos, hagamos más que lo posible para incrementar nuestros conocimientos.  


Créditos: Oscar Payaguala

 



 
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