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Familia Mapuche.

Cuando el visitante se aproxima a la ruka o vivienda mapuche, el ladrido de los perros anuncia su llegada. Salen los niños curiosos a investigar la presencia del extraño y corren a llevar noticias a su madre. Esta invita a pasar al interior de la casa y ofrece asiento y bebida al viajero cerca del fuego que arde incesantemente. En verano, preparan asiento e instalan una mesa a la sombra de un manzano, donde el visitante tendrá oportunidad de saborear la fresca y picante chicha de manzana.

Aquel que no conozca las costumbres mapuches, quedará asombrado por el orden y limpieza que reina en el hogar, la educación y obediencia de los pequeños y Ia manera fácil y tranquila en que transcurre la vida familiar.

La mujer está en constante movimiento cuidando de sus hijos, preparando alimentos y en otras labores domésticas. Cuida la pequeña huerta, los animales menores y aves. En sus horas más apacibles se sienta con su huso y tortera a hilar la lana de la esquila con la cual después tejerá coloridos ponchos, frazadas, cobertores, fajas y otros textiles.

La cerámica y cestería son, asimismo, labores femeninas que se realizarían dentro de la casa en invierno y fuera de ella en las estaciones cálidas. En todas estas labores, la dueña de casa es ayudada por sus hijos menores e hijas solteras, que de esta manera reciben un adiestramiento de primera calidad para cuando llegue el momento de su matrimonio, en que abandonarán su hogar y formarán una nueva familia en la residencia de su mando.

El jefe del hogar es el hombre, que realiza sus labores cotidianas fuera de la casa. Estas se relacionan con la agricultura y el cuidado del ganado mayor y caballares. El mapuche, además, es un gran tallador de madera y poseedor de muy buenas técnicas para la industria del cuero.

En el verano, la vida familiar se desarrolla al aire libre, los pequeños juegan cerca de la ruka, los adolescentes cuidan de los animales y el padre y la madre están dedicados a sus diarias tareas. En el invierno, mientras la lluvia cae incesantemente sobre el techo de paja, la familia se reúne en torno al fogón y, haciendo caso omiso del humo que inunda el recinto y ennegrece las paredes, se lleva a cabo, en la intimidad de la casa, un proceso cultural de fundamental importancia: mientras las mujeres trabajan afanosamente en las labores domésticas, los miembros mayores se entretienen en largas conversaciones y discursos acerca de sus recuerdos, sus antepasados y las hazañas que se les atribuyen.

Los niños, que observan silenciosa y atentamente esta escena cotidiana, van absorbiendo, de esta forma, la cultura de su pueblo. Se aprovecha de estos momentos para instruir a los pequeños en las normas de etiqueta, moral y buenas costumbres.

Para una familia mapuche, los hijos varones representan su perpetuidad. Se casarán y establecerán su hogar en las tierras paternas donde ayudarán a sus padres hasta el fin de sus días, heredando, entonces, las tierras. Las mujeres, en cambio, sólo vivirán con sus padres mientras permanezcan solteras.

Al contraer matrimonio, abandonarán su sitio natal y establecerán residencia en casa de su marido. Sus hijos pertenecerán al grupo de éste y perderán vinculación con las tierras maternas.

El parentesco corre por línea varonil. Es así como un joven, llamará "hermano" o "hermana" a los hijos del hermano de su padre, y le estará vedado el matrimonio, con esta última, a riesgo de incurrir en una relación incestuosa. Por el contrario, el matrimonio entre primos cruzados (la hija del hermano con el hijo de la hermana) es un vínculo preferido por el sistema familiar y seguramente constituyó un matrimonio obligatorio en tiempos pretéritos.

Como los miembros solteros de un grupo de residencia están ligados entre sí por vínculos patrilineales, los jóvenes deben buscar pareja fuera de la comunidad. Esta forma de matrimonio es calificada como exogámica.

Encontrada la pareja y una vez transcurrido el período de cortejamiento, que consistirá en visitas periódicas a la reducción de la novia efectuadas a iniciativa del futuro marido o con ocasión de fiestas sociales o rituales, el padre del novio, impuesto de los deseos de su hijo y una vez aprobada la elección, mandará un emisario -werken- a casa de los padres de la novia, a fin de preparar el compromiso.

Aceptado éste por los afines, los parientes y amigos del novio visitan en un día prefijado la casa de la esposa llevando dinero, animales, adornos y platería. Si los dueños de casa se sienten satisfechos con el monto y calidad de los obsequios, la pareja contrae matrimonio en una solemne ceremonia que da lugar a una fiesta.

Inmediatamente, la novia se traslada a vivir a la casa de los padres del marido. El padre de la mujer la llenará de obsequios y le dará su mejor caballo. Transcurridos algunos días, el flamante matrimonio recibirá la visita de los padres de la novia, quienes llevarán pan y harina. Después de algún tiempo, una nueva casa será construida, para el matrimonio, vecina a la ruka paterna.

El matrimonio por rapto era una forma tradicional que hoy está en desuso. El novio, sus parientes y amigos, robaban a la mujer elegida de casa de sus padres y, consumado el matrimonio, se hacían las ofrendas sacramentales. Este hecho a veces era simulado, pero otras era efectuado sin anuencia de los progenitores de la novia y menos con el consentimiento de ésta, lo que daba origen a verdaderas batallas.

La poligamia o matrimonio compuesto de un hombre con varias mujeres fue ampliamente conocido en la familia mapuche. Hasta hoy, los indígenas hablan con orgullo de sus antepasados que tenían muchas esposas y lo consideran símbolo de poder y riqueza.

Corrientemente un hombre se casaba con hermanas de su primera mujer, lo que aseguraba un mejor entendimiento entre ellas. De todas formas, rigurosas reglas de etiqueta y organización impedían los roces a que dan origen este tipo de matrimonios. Cada mujer ocupaba un espacio determinado de la casa y tenía su propio fogón, donde cocinaba sus alimentos para ella y su prole.

Sembraba una chacra distinta y criaba sus propios animales. La primera mujer gozaba de un mayor status y las demás debían obedecer sus órdenes. Muchas veces era ella la que pedía a su marido que llevara una nueva mujer a la casa por considerarse vieja y cansada y necesitar ayuda para el mantenimiento del hogar.

La estrechez económica del indígena actual, las influencias de las costumbres occidentales y, en especial del cristianismo, han determinado el desuso de esta costumbre.

La agrupación de varias familias ligadas por vínculos de parentesco patrilineales forma una comunidad, que vive en un territorio generalmente de propiedad común. Espacialmente, sin embargo, los asentamientos mapuches no forman aldeas aglutinadas, sino que más bien son dispersos.

Cada familia vive en su casa o ruka y en su derredor tiene los corrales, la chacra y tierras que utiliza. Al parecer esta forma de ocupar la tierra, o patrón de asentamiento, es de raigambre prehispánica, pues los primeros conquistadores la describen como característica de esta región.

Relaciones de parentesco, proximidad espacial y lazos de cooperación y lealtad mantienen unidas a las familias que forman un grupo local. Son de vital importancia también para relacionar a los miembros de una comunidad, las creencias religiosas, que elevan a categorías divinas a los ascendientes y fundadores de los linajes a los que se les rinde un culto que es compartido estrechamente por todas las familias de cada agrupación.

El intercambio de mujeres, dentro del sistema de matrimonio exógamo, es uno de los vehículos más importantes para integrar a varias comunidades mapuches entre sí y forma un elemento de básica importancia para comprender la sociedad mapuche. Las relaciones matrilaterales dan origen a vínculos de orden económico, como trabajos agrícolas, construcción de casas, eventos de tipo lúdico o deportivo, como la chueca o pah y de toda índole. También, dentro de este nivel de integración social y cultural de la sociedad mapuche, se debe destacar la vital importancia que desempeñan las instituciones religiosas, las normas y valores, que mantienen la cohesión social.  


Fuente: Cultura Mapuche - Editado por el Departamento de Extensión Cultura del Ministerio de Educación de Chile - Julio 1986.

 



 
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