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Cañadón del río Pinturas
 


En los alerones de piedra perviven 834 manos pintadas en negativo y positivo, animales y símbolos que tienen una antigüedad de más de 9300 años.

Si Hollywood estuviera en la Argentina, todo el mundo conocería el cañadón del río Pinturas, ya que aquí se rodarían películas como "Límite vertical", "Thelma & Louise" y "Lobo del aire".

A sólo 45 kilómetros de la ruta 40, entre las localidades de Perito Moreno y Bajo Caracoles, este cañón misterioso de 150 kilómetros de largo -abierto como una herida en la piel del planeta en la que metieron mano los pobladores originarios y dejaron su huella en la Cueva de las Manos- invita a "caminarlo".

A pesar del difícil acceso, curiosos turistas de todas partes llegan hasta este cañón para hacer trekking, recorrerlo y sorprenderse con las señales del pasado que atesora. "Hasta aquí llegan turistas de todo el mundo para visitar las cuevas y recorrer el cañadón.

Este lugar permanece abierto todo el año", explica a LA NACION Raúl Gómez, encargado de cuidar el yacimiento de arte rupestre más importante del país, declarado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad.

Recuerda que en 1973 vio una foto del lugar en la revista Gente y se enamoró de él. "¿Quién iba a pensar que 30 años después me iba a tocar cuidarlo?", dice.

Junto a su mujer, Gómez vive en el Centro de Interpretación, situado en el ingreso de la Cueva de las Manos, brinda la información necesaria y cobra la entrada, de 5, 8 o 10 pesos, según el caso.

No es fácil llegar hasta el cañadón del río Pinturas, pero vale la pena. Se trata de una falla gigantesca de más de 200 metros de profundidad que interrumpe sin pruritos la eterna planicie patagónica. Y eso sólo es posible verlo cuando se está a sus pies.

Antes habrá que recorrer una extensa estepa pintada de coirones amarillos. Hay dos recorridos posibles para los trekkers. El primero parte de la estancia Los Toldos, propietaria de buena parte de los terrenos, donde se podrá contratar la excursión, o bien se puede llegar hasta allí en minibús desde Perito Moreno. La estancia cobra 10 pesos a quienes lo hacen por su cuenta.

El otro ingreso se realiza por la estancia Casa de Piedra, sobre la ruta 40. "A 12 kilómetros de aquí se puede acceder al cañadón; es necesario tener buen calzado, mucha agua, una vianda y estar dispuestos a caminar durante dos horas por el cañadón. El recorrido es muy bello", asegura Héctor Sabella, de Casa de Piedra.
 


Imposible perderse

Ellos brindan indicaciones y, si hace falta, acompañan a los turistas. Pero insiste: "Es imposible perderse".

"Todo allí abajo es de una belleza gorda, maciza, perfecta. Arriba está el desierto y abajo se despliega un largo oasis recorrido por un río suave, de playas de arenas blancas y hermosos sauces, que aquí lloran de pura felicidad. Lo llaman río Pinturas", relata Mempo Giardinelli en "Final de novela en Patagonia".

El libro asoma de la mochila de Clare Stigman, una inglesa de 52 años y buen español que llegó con uno de los grupos de trekking de una empresa local. "Es increíble, sólo que es muy difícil llegar hasta aquí", dice, en referencia al estado de la ruta 40, que por ahora tiene asfaltados únicamente 20 kilómetros.

El trekking de dos horas por el cañadón incluye subidas y descensos pronunciados; avistaje de cóndores, zorros y guanacos; y, en muchos casos, un chapuzón en el río Pinturas, para aliviar los 30 grados a los que, en promedio, llega aquí la temperatura en el verano.

Al final del recorrido del cañadón -el trekking es de dos kilómetros, aproximadamente, pero se suele estirar según el estado físico del caminante- está la Cueva de las Manos.

"Es un lugar único, ya que guarda una de las más antiguas manifestaciones artísticas de los grupos cazadores-recolectores seminómadas", explica a los turistas el guía Ricardo Vázquez, que hace cinco años realiza su labor siete veces al día.
 


En negativo y positivo

El recorrido guiado está incluido en el costo de la entrada. En los alerones de piedra perviven 834 manos pintadas en negativo y positivo, animales y símbolos que tienen una antigüedad de más de 9300 años.

-¿Qué harían ustedes con el primer dibujo que les hiciera su hijo? -pregunta el guía a los turistas.

-Lo guardaría -responde una mujer con un bebe en brazos.

"Eso tenemos que hacer con este lugar, mantenerlo como el signo de lo primero que hicieron nuestros antepasados", reafirma Vázquez, que destila pasión en cada uno de sus relatos.

Queda dicho: no es fácil llegar hasta el cañadón y la cueva. Pero bien vale la pena.  


Crédito:

  • Por Mariela Arias. Publicado en el Diario lanacion.com.ar (11/01/06)
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