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Culto

Pesaj

 


Frente al lugar donde ha de sentarse el jefe de la familia, se destaca la bandeja del Séder, o sea una fuente de metal labrado o un plato de porcelana adornada con dibujos alusivos.

Podríamos afirmar, sin temor a equivocarnos, que Pésaj es la fiesta predilecta del pueblo judío. Aun en los hogares menos tradicionalistas, las ceremonias de Pésaj vienen a renovar el recuerdo del Exodo, etapa iniciadora de la vida nacional hebrea.

Por su significación histórica, y porque más que ninguna otra es esta una fiesta hogareña, la celebración de Pésaj pone en la vida judía una nota de júbilo vivificante, restaurador de su esperanza en la nueva liberación.

Cada miembro de Israel se vuelca hacia el pasado y tiene en él un sabor del porvenir; y en cada corazón judío alienta la misma ilusión: Dios, que con su misericordia salvó a su pueblo, querrá salvarlo otra vez.

Pero esta fiesta tiene junto a su contenido histórico, un sentido relacionado con la naturaleza. Pésaj es también la fiesta de la primavera.

Resulta pues doblemente auspiciosa, ya que conmemora dos transformaciones felices: la del esclavo en individuo libre, y la del suelo desnudo y e inactivo, en campo lleno de vida y floreciente.

Pésaj constituye uno de los dos jalones principales en que se divide el año tradicional judío. Desde semanas antes, el ánimo se predispone para la festividad que se avecina, y parece aspirar, cada vez más profundamente, el aliento de gozosa esperanza que ha de envolver en breve a toda la comunidad.

Dentro de los hogares reina una actividad inusitada. Pésaj implica, por sus preceptos, una revolución en los dominios del ama de casa: vajilla, mantelería, enseres de cocina, todo ha de andar en danza en los días previos a la festividad; condimentos y vinos especiales han de ser preparados, la provisión de ázimos asegurada.

Tales preparativos insumen varios días; pero cuando el calendario anuncia: 14 de Nisan, Erev Pésaj (víspera de Pascua), toda la casa parece tocada por el mismo sentir que ha puesto un alma nueva en cada uno de sus moradores.
 


Fecha histórica

Pésaj equivale, para el judío, a su fiesta de independencia nacional; se celebra en recuerdo del Exodo, primer pilar de nuestra emancipación como pueblo. Por eso se llama Zeman Jerutenu, es decir, fecha de la liberación.

En una época en que primaba la barbarie, en que la humanidad carecía de cultura e ignoraba la justicia, los judíos se emanciparon de la esclavitud egipcia por obra de Dios y acción de Moisés, y empuñaron antes que nadie, la antorcha de la libertad.

Como lo expresa la Biblia: “Tened memoria de este día, en el cual habéis salido de Egipto, de la casa de servidumbre; pues Dios os ha sacado de aquí con mano fuerte”. Exodo 13.3

Pésaj se celebra el 15 de Nisan. Tan feliz es esta fecha que en mérito a ella el mes de Nisan figura como primero en el calendario festivo judío. La festividad se prolonga durante ocho días.

De ellos, los dos primeros y los dos últimos son Yamim Tovim, días festivos, y los cuatro que promedian, se denominan Jol Hamoed, o sea de media fiesta. En ese período intermedio, los trabajos indispensables están permitidos.

Otra reminiscencia histórica aparece unida al nombre mismo de la festividad, en efecto, el significado de la palabra Pésaj es “pasar por encima”; y según la interpretación tradicional, se refiere al cordero pascual, de acuerdo con lo dicho en el pentateuco: “Es un sacrificio de Pésaj para el Eterno, el cual pasó las casas de los hijos de Isreal en Egipto”. Exodo 12.27, cuando hirió a los egipcios y salvó a los primogénitos judíos de la décima y última plaga con que fuera castigado ese país.

Los primogénitos israelitas acostumbran ayunar en el día de Erev Pésaj, víspera de Pésaj, el 14 de Nisan, en recuerdo del peligro a que estuvieron expuestos los primogénitos de Israel en Egipto.
 


Fiesta Primaveral

El mes de Nisan coincide con la primavera en la tierra bíblica, Pésaj, fecha histórica que se celebra el 15 de ese mes, es llamada también Jag Haaviv, o sea, precisamente, Fiesta de la Primavera. Esta festividad sella el vínculo del pueblo judío con la naturaleza y exterioriza su vocación campesina.

En la Eretz Israel de antaño, Nisan marcaba el comienzo de la siega de la cebada, acontecimiento de máxima importancia para un pueblo exclusivamente agrícola y ganadero como era entonces el judío.

Siguiendo los preceptos de la Biblia, se acostumbraba que en toda oportunidad en que el hombre recibía algo para su beneficio entregara una parte al sacerdote, como ofrenda a Dios, a quien debe hacerse partícipe de todos los bienes recibidos.

En Pésaj, pues, recogida la cebada, se hacía entrega al sacerdote del Omer, medida fija de cereal recién cortado.

En tiempos del primero y segundo Templo, Pésaj se convirtió en fiesta de peregrinación. Todo aquel a quien era dado hacerlo, se dirigía desde su lejano hogar a Jerusalem, para hacer en el Templo su ofrenda y asistir a los oficios religiosos.

Este carácter de fiesta primaveral aparece también en la liturgia de Pésaj. Junto a las evocaciones históricas figura la plegaria del rocío; se avecinan ya los días de calor intenso en que la tierra estará reseca y cada planta aguardará del cielo la dádiva de agua.

El sábado de Pésaj se da asimismo lectura al “Cantar de los Cantares”, Schir Haschirim, de Salomón. Sus maravillosos versículos recuerdan la belleza del paisaje en primavera; nos llevan hacia sus prados reverdecidos y evocan la transformación milagrosa que sufre toda la natiraleza: “Ha pasado el invierno, la lluvia se fue, ya reaparecen las flores en la tierra, el tiempo de la canción ha llegado....”. Cantar de los Cantares 2.11,12
 


Los ázimos

“... por tanto no comeréis leudado”. Exodo 13.3

De este precepto deriva el rasgo más característico de Pésaj: el consumo de los ázimos, o Matzot, pan sin levadura.

La Matza, que durante ocho días reemplaza al pan común, se prepara únicamente con harina de trigo y agua.

La presencia de la Matza, en la mesa de Pésaj, lleva nuestro pensamiento a miles de años atrás, a aquel momento de trascendencia mundial en que, hacia medianoche, un pueblo entero, con sus mujeres, sus niños, y hasta sus rebaños, conducidos por la voluntad divina a través de Moisés, salió tan apresuradamente de Egipto, que la masa preparada para hacer el pan no tuvo tiempo de fermentar.

La Matza, Lajma Anya, el pan de la privación, al mantener despierto en cada judío el recuerdo de tiempos de opresión en Mitzrayim, lo induce a no abusar nunca del poder, a velar por el derecho del prójimo, a ayudar al necesitado. Justicia y bondad es lo que infunde la Matza en la conciencia de las generaciones judías.

Estos sentimientos tienen una exteriorización inmediata en una costumbre conocida con el nombre de Maot Jitim, o sea “monedas para trigo”.

Consiste en una colecta que se realiza entre todos los miembros de la comunidad, y cuyo importe se entrega a los necesitados para la adquisición de Matzot y otros elementos esenciales para la celebración de Pésaj.
 


Fiesta hogareña

El programa de las ceremonias de la fiesta hogareña en las dos primeras noches de Pésaj se llama Séder (órden). Ese programa se halla detallado en las primeras páginas de la Hagada, librito que se lee en esta fiesta y que aparece casi siempre ilustrado con dibujos y esquemas destinados a precisar más aún las indicaciones referentes al ceremonial.

Todas esas formalidades son de extrema antigüedad y se basan en las prácticas seguidas en el Templo de Jerusalem y en la subsiguiente cena de Pascua.

Desde que el segundo Templo fuera destruido, Pésaj se festeja solamente en el hogar, con participación de toda la familia. Es la oportunidad de las grandes cenas familiares: padres, hijos y nietos se reúnen para los festejos pascuales, que se desarrollan alrededor de la mesa del Séder: cada uno tiene su parte en ellos, especialmente los hijos.

No podía faltar, en esta fiesta que hace de todos los judíos una gran familia, un recuerdo para el desheredado o el extranjero solitario. La puerta de la casa permanece abierta esa noche, y antes de sentarse a la mesa, el dueño de casa se asoma a ella y anuncia que todo aquel que tenga hambre, venga y coma. “El que quiera celebrar el Pésaj, que venga y festeje con nosotros”.

El ceremonial del Séder tiene una antigüedad que se remonta a 2000 años atrás, y sus formalidades abarcan todo el curso de la cena, desde el primer plato hasta los postres. Su liturgia está condicionada al precepto bíblico que dice: “Contarás a tu hijo en esta noche, diciendo: Dios me ha sacado de Egipto”
 


Kashern

“Por siete días no se hallará levadura en vuestras casas”. Exodo 12.19

Esta prohibición bíblica promueve en el hogar judío grandes transformaciones y complicadas tareas. Todo rastro de Jametz. O sea alimento a base de cereales fermentados, debe desaparecer de la casa antes de la víspera de Pésaj y permanecer ausente durante los ocho días de su duración.

En los hogares tradicionalistas esta medida se cumple tan rigurosamente, que cada rincón de las habitaciones es aseado y examinado a fin de que no quede una migaja de Jametz.

Todos los utensilios que han sido usados durante el año, lo mismo que la vajilla y la loza, son sustituidos por otros, especialmente destinados para la fiesta: Kasher le Pésaj.

Algunos enseres caseros, platería, por ejemplo, pueden ser usados en la Pascua siempre que se los someta previamente al proceso de Kashern.

Tal proceso consiste en poner los utensilios al rojo o sumergirlos durante algunos minutos en agua hirviendo, para hacer desaparecer el último resto de Jametz que pudieran tener.

Todas estas tareas deben quedar terminadas para el 13 de Nisan. En esa noche, el dueño de casa, lámpara en mano, recorre en compañía de otro miembro de la familia todos los rincones de la vivienda, depósitos, graneros, etc., examinándolos cuidadosamente y limpiándolos de todo alimento fermentado, Bedikat Jametz.
 


La hagada

Se llama a los judíos el pueblo del libro. No es de extrañar, pues, que el acontecimiento más importante del principio de nuestra historia se haya perpetuado en un monumento literario: la Hagada, o sea, narración.

Libro modesto, pero el más popular de la literatura hebrea, presenta en forma de antología un esquema simple e impresionante del orígen del judaismo.

Comienza retrocediendo hasta nuestros primeros antepasados y describe las vicisitudes de los patriarcas y de las tribus hebreas en Egipto, las plagas, y por fin el Exodo, que se atribuye únicamente a la ayuda de Dios.

En la noche del Séder, cada padre debe relatar a su hijo la historia del Exodo. Es así como se formó durante generaciones esta tradición del Séder, de la Hagada con sus preguntas y respuestas, con sus himnos alegres y melodiosos, con sus discusiones sutiles y sus cánticos deliciosamente ingenuos.

La Hagada tiene que estimular el interés del niño judío por el glorioso pasado de su pueblo, familiarizarlo con los episodios de la liberación física y espiritual de sus antepasados, e infundirle la fe y la esperanza necesarias para enfrentar su destino de judío.

Aunque la práctica del Séder se remonta a épocas muy lejanas, los manuscritos más antiguos de la Hagada datan sólo del siglo XII. Algunas de sus canciones, como la Lad Gadya, tienen apenas unos siglos de antigüedad.
 


La Mesa del Séder

La mesa, aderezada con sus mejores accesorios, entre los que no faltan los relucientes candelabros con sus velas encendidas, ostenta varios signos distintivos de la festividad.

Frente al lugar donde ha de sentarse el jefe de la familia, se destaca la bandeja del Séder, o sea una fuente de metal labrado o un plato de porcelana adornada con dibujos alusivos. Sobre esta bandeja se hallan los símbolos del Séder.

El hueso asado -Zeroa- recuerda el cordero que se sacrificaba antiguamente en Pascua. El Maror –las hierbas amargas- rememora la amargura que experimentaron nuestros antepasados en Egipto, y se pretende que al gustar su sabor ingrato, cada comensal se acuerde de los momentos ingratos que sus padres vivieron en aquella tierra.

El Jaroset es una mezcla de manzanas y nueces trituradas, canela y vino; su color evoca el del barro con que los israelitas, durante su esclavitud en Egipto, preparaban los ladrillos para la construcción de las fortalezas de Pitom y Ramsés.

El huevo asado recuerda la ofrenda festiva, siendo además un símbolo de duelo por la pérdida del Templo. Su forma sugiere asimismo lo tornadizo de la fortuna, que gira tan rápìdamente: constituye por ello un consuelo para el judío afligido por momentos difíciles, y una amonestación para el favorecido.

Sobre la bandeja del Séder, se halla también un platillo con verduras (perejil, lechuga, rabanitos) denominadas Carpas, y un bol con vinagre o agua salada. Al principio de la cena, cada comensal tomará una porción de esas verduras, y antes de llevarlas a la boca las remojará en el agua salada, como solían hacer nuestros padres en tiempos antiguos.

Otro elemento para la celebración del Séder, que aguarda también junto al sitial del padre, son tres Matzot, dispuestos sobre la bandeja o en plato aparte, y cubiertos con un mantelito cuyos bordados reproducen a veces el texto de la bendición.

No falta ya más que una formalidad: verter el vino en las copas, pues estas deben estar servidas antes de sentarse a la mesa; y reservar una copa llena para el profeta Elías, el huésped invisible de las cenas pascuales.
 


El Cordero Pascual

Una de las ceremonias pascuales que se observaban, era el sacrificio de un cordero, en memoria del sacrificio similar que cada familia judía hiciera la víspera de su partida de Egipto. Este acto constituía una de las prácticas más solemnes del templo.

Cada peregrino que llegaba a la Ciudad Santa para esa fecha, traía consigo un cordero, de su propia hacienda o adquiriéndolo en el mercado de Jerusalem.

Los peregrinos eran admitidos al Templo en grupos, y el sacerdote cumplía los diversos ritos, los Levitas entonaban los Salmos, acompañados por instrumentos musicales.

Terminada la ceremonia, cada cual retiraba su cordero, que era luego asado directamente sobre el fuego y consumido en la cena familiar.  


Crédito:

  • Publicado en el Sitio Shalom-Mission
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