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Economía

Las «trampas» del libre comercio
 


Hoy, junto a Antonio, millones de campesinos en los países pobres, reclaman lo que algunos economistas denominan como el efecto colateral del libre comercio.

"Yo ya no sé lo que es la tierra. Ya no siembro. Ni mis hijos, ni yo. Nos quedamos sin trabajo y vinimos a la ciudad. Aquí la cosa es muy diferente", me dijo un día, Antonio, un campesino centroamericano, quien no hace mucho tiempo atrás sobrevivía sembrando.

Hoy, junto a Antonio, millones de campesinos en los países pobres, reclaman lo que algunos economistas denominan como el efecto colateral del libre comercio: la pérdida de fuentes de trabajo de pequeños y medianos productores, fundamentalmente en el agro y la microempresa, debido a la libre competencia.

Según Antonio, los primeros síntomas se vieron venir, la cosecha era menor en cada temporada pero no por razones climáticas o decisiones de la madre naturaleza. Antes de despedirnos, el dueño del campo dijo que ya no le compraban la cosecha allá afuera (en el exterior). Y eso fue todo, me contó con nostalgia y no dijo más.  


¿Qué busca el libre comercio?

En teoría, el libre comercio aboga justamente por el principio de la libertad a la hora de negociar, es decir, la no existencia de trabas arancelarias o subsidios que puedan frenar la entrada y/o salida de productos de un país o continente hacia otro.

Aquellos que apoyan el libre comercio tienen en su mente uno de los componentes de la ecuación del Producto Interno Bruto (PIB) de un país: las exportaciones. Si crecen las exportaciones, crece el PIB, gana el país y ganan los productores. La ecuación parece cerrar por todos lados. Entonces ¿por qué decirle no al libre comercio?

Antonio no tiene necesidad de un título universitario que lo respalde para tener muy clara esa respuesta. La idea de que los productores nacionales compitan con los extranjeros en igualdad de condiciones le parece una utopía. No hay duda de quién va a ganar o quién va a perder.

Los productores en los países pobres reclaman que la libre competencia es difícil de afrontar. Ni la tecnología, ni el volumen, hacen posible que los países pobres puedan ser competitivos frente a las naciones ricas.

Si a eso se le suma los altos subsidios a las exportaciones que benefician a los productores del primer mundo (concentrados más que nada en productos como maíz, azúcar, arroz y lácteos, justamente los mismos en que los países pobres tendrían algún grado de competitividad), entonces también hay problemas con los precios. Los productos de los países pobres son caros frente a los de los países ricos.

A estos temores y reclamos de pequeños y medianos productores de la industria y el agro, se suma un reciente informe elaborado por la organización no gubernamental británica, Christian Aid, sobre el impacto del libre comercio en los países subdesarrollados.  


Una crítica que acentúa el debate

El informe resalta que la mayoría de los países que adoptaron las políticas de libre comercio recomendadas por organismos como la Organización Mundial del Comercio (OMC), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), terminaron teniendo menos participación en el comercio mundial de las que tenían antes de implementarse las prácticas.

Las exportaciones de los países pobres no se dispararon para generar crecimiento económico como se preveía inicialmente. Por el contrario, bajaron al tiempo que sus mercados domésticos se vieron inundados de productos importados y mucho más baratos. Es decir, una desventaja por partida doble.

El crecimiento económico promedio de los países pobres en las últimas dos décadas - cuando el libre comercio tuvo su auge- ha sido menor al obtenido durante los 60's y los 70's. En muchos casos, las industrias nacionales están al borde del colapso, al tiempo que algunas de las economías más pobres todavía se basan en la producción de materias primas, como el café y el cacao.

Christian Aid critica al FMI y al BM de haber "obligado" a los gobiernos de las economías más pobres a adoptar el libre comercio como condición necesaria para brindarle ayuda financiera. Con esa soga al cuello, ¿quién podría negarse?.

El informe va aún más lejos y critica que mientras los países pobres dejan entrar los productos manufacturados provenientes de las economías más fuertes, los desarrollados continúan protegiendo a sus productores agrícolas, colocándole un freno a los productos extranjeros.  


Efecto devastador para los pobres

Según Christian Aid, y tomando en cuenta un estudio de la firma consultora Price Watherhouse, el efecto de la apertura de los mercados de las economías más pequeñas será "devastador". Aunque sólo bastaría con darle una mirada al desempeño de las economías pobres volcadas al libre comercio en los últimos diez años para darse una idea y aventurar el futuro.

El informe de Christian Aid cae sobre la mesa justo en momentos que Latinoamérica está aferrada a negociar el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), mientras que un buen número de países pobres de la región están acordando por separado tratados de libre comercio con Estados Unidos (la mayoría de los centroamericanos). Y le da un apoyo a aquellos que proponen alternativas (como preferencias a países pobres) o se oponen al libre comercio.

A todo esto, y como es de esperar, la OMC, el FMI y el BM, no comparten el informe de Christian Aid ni los reclamos que hace Antonio y otros miles de productores en los países pobres.

Según la OMC, la inestabilidad macroeconómica que existe en los países pobres es la causa por la que los gobiernos no pueden aspirar a obtener los beneficios reales del comercio abierto. Mientras que el BM asegura que las restricciones legales que protegen a las industrias nacionales son las que sofocan el crecimiento de la productividad en los países pobres.

Está visto entonces que, en materia de libre comercio, siempre existen ganadores y perdedores. Tal y como están planteadas las reglas del juego, las economías más pobres, fundamentalmente en el área de la microempresa y el agro, se verán golpeadas por la competencia de los más fuertes.

La idea de que los países más débiles sean protegidos de las distorsiones del mercado parece acertada pero, hasta que no se le ponga un freno total a los subsidios de los países más rico, no podrá existir un libre comercio justo para todos.

Hasta que ese día no llegue, se seguirán repitiendo historias como las de Antonio. Una tras otra. Y sus consecuencias sobre las economías de los más pobres seguirán siendo devastadoras.  


Fuente:

Mariana Martínez Columnista, BBC Mundo (25/09/04).
 



   
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