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5G en Argentina, China y el mundo: ¿cómo es la puja planetaria tecnológica, económica y política?
 


El 5G es una tecnología móvil crucial para poner en el funcionamiento el IoT (Internet de las Cosas).

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  • Los principales operadores argentinos de telecomunicaciones se manifestaron escépticos ante las prohibiciones impuestas en varios países occidentales a equipos de empresas chinas como Huawei y ZTE, con miras al despliegue de la telefonía celular 5G, por temores de espionaje o cuestiones geopolíticas.
    Ninguno de esos operadores descarta a priori utilizar tales equipos para instalaciones 5G, según manifestaron a iProfesional. (Personal ya posee tecnología Huawei en su red 5G DSS, es decir, el servicio que presta usando sus frecuencias actuales 4G en algunos puntos.)

    Estados Unidos, mientras tanto, terminó de cerrar el cerco: este fin de semana prohibió la venta e importación de nuevos equipos de Huawei, ZTE y otras compañías chinas. La decisión fue votada por unanimidad en el regulador FCC, tanto por sus comisionados demócratas como republicanos, alegándose "razones de seguridad nacional".
    El veto ya no sólo incluye —como hasta ahora— la infraestructura de estas empresas para el 5G y el uso de software norteamericano (Android/Google), sino también los smartphones para usuarios privados.
    Así, futuros equipos de Huawei y ZTE ya no serán homologados por la FCC. Por lo tanto, no se permitirá su importación y venta en los Estados Unidos, aunque no habrá problemas en seguir usando los que actualmente se posean.

    El 5G es una tecnología móvil crucial para poner en el funcionamiento el IoT (Internet de las Cosas), que regulará dispositivos de todo tipo, así como para aplicaciones industriales, comerciales y científicas, incluyendo el teletrabajo, telemedicina y telecontrol.
    Por supuesto, también facilitará como nunca el acceso e intercambio de información y contenidos audiovisuales, o bien procesos como el big data y el desarrollo de criptomonedas. Será apto, incluso, para aplicaciones militares.

    La importancia del 5G (y hasta del 6G, que comienza a vislumbrarse) en el mundo del futuro inmediato no puede ser sobreestimada. Basta recordar en lo que se convirtió Internet en apenas 25 años de existencia comercial. Se inició con funciones básicas y acceso limitado y evolucionó al día de hoy a un complejo y masivo entramado de procesos, aplicaciones y actividades económicas.
    Esa importancia del 5G reviste un carácter estratégico que lo coloca en el centro de una descomunal puja global: económica, tecnológica y geopolítica, de la cual la Argentina no podrá sustraerse.
     


    Neutralidad de la red

    Desde el área de asuntos regulatorios e institucionales de Claro Argentina se le señaló a este medio que el regulador nacional Enacom ya ha manifestado que mantendrá la "neutralidad de la red", es decir, que los operadores puedan seleccionar equipos de la marca que deseen.
    Claro Argentina por lo tanto, y basándose en estas proclamaciones, dijo que no espera restricciones sobre Huawei u otras compañías para el 5G, pero tampoco "un trato preferencial".
    Esto último se genera sobre la duda que abrigan algunos observadores y directivos del sector de acuerdo al tipo de relación que sostienen China y Argentina.

    El embajador ante Beijing, Sabino Vaca Narvaja, dijo que "la calidad de la oferta china [5G] está más que probada" y que "hoy China lidera la carrera tecnológica por el 5G", entre varias declaraciones parecidas.
    Si bien todo esto no deja de ser cierto, para algunos sonaron como palabras extemporáneas en un embajador, cuya misión es avanzar los intereses de su país de origen antes que los de la nación anfitriona.
    Por momentos, Vaca Narvaja pareció lobbista de la empresa: "Huawei invirtió en Argentina cuando muchas compañías extranjeras tomaban sus ganancias y huían del país", sostuvo. (Huawei comenzó a ensamblar celulares en la planta BGH en 2010 aprovechando el controvertido y costoso régimen de promoción de Tierra del Fuego, pero en 2019 cesó la actividad y no la reanudó hasta ahora.)
     


    Swap chino

    Al entusiasmo prochino de Vaca Narvaja se agregan los acuerdos que el propio presidente Alberto Fernández celebró con Beijing en febrero de este año, que contemplan un plan de "financiamiento" por más de 20 mil millones de dólares en distintas áreas (infraestructura, agricultura, comercio y telecomunicaciones).
    Esos acuerdos prevén "programas de conectividad y fibra óptica". Puede interpretarse que no tendrían que ver con equipos 5G: todos los operadores celulares argentinos son privados y hasta ahora han tenido libertad de elegir a sus proveedores de equipos.

    Sin embargo, el Banco Central contabiliza como parte de sus reservas un swap con China (canje de pesos argentinos por yuanes que el gobierno de Buenos Aires normalmente puede usar para pagar importaciones chinas sin recurrir a dólares.).
    Dado que se habilitó recientemente al banco chino ICBC a actuar como intermediario de ese swap, el sector privado argentino —incluyendo los operadores de telecomunicaciones— podría ser autorizado a usar pesos a través de esa vía para pagar importaciones de China, incluso equipos de Huawei o de otras compañías del país asiático.

    Con las innumerables trabas existentes para conseguir dólares para importaciones, esto implicaría una tentadora posibilidad para que prestadores argentinos estuvieran más inclinados a emplear infraestructura china para el 5G en lugar de procurar divisas para comprarlos a otros proveedores internacionales.
    En cambio, el anuncio reciente (no implementado aún) sobre que el gobierno chino permitirá que el equivalente de 5 mil millones de dólares de los swaps existentes en el Banco Central argentino pueda ser utilizado como reservas de libre disponibilidad (es decir, convertirlos efectivamente a dólares) llevaría a una situación paradójica en telecomunicaciones.

    En teoría, las operadoras argentinas podrían comprar esos dólares si el Banco Central vendiera una parte en el mercado libre de cambios y así usarlos para importar equipos de 5G de proveedores que no sean chinos.
    Por supuesto, esos dólares también podrían ser empleados por tales operadores para pagar las frecuencias de las subastas del 5G —aún no realizadas— y por la cual el gobierno argentino exigiría su pago en dólares.
    Pero todo quedará supeditado a distintas variables: entre otras, la tasa de cambio concreta que se imponga (¿podría crearse el "dólar 5G"?) y las licencias de importación (recientemente se incluyó a la fibra óptica en el régimen de licencias no automáticas, lo que augura restricciones y burocracia).
     


    Nada Personal

    La posición de Telecom (Personal) fue expresada hace tiempo por Carlos Moltini, en ese entonces CEO de la compañía y hoy su presidente. Para ofrecer sus servicios 5G DSS (es decir, "impuros", sobre frecuencias de 4G), Personal emplea equipos Huawei (en las radiobases de Buenos Aires) y Nokia (en las de Rosario).
    Hace dos años Personal realizó por primera vez su presentación del 5G en el shopping Dot Baires, con la presencia del extenista Martín Jaite (quien con un dispositivo conectado al 5G en una pantalla LED jugó un partido de "tenis virtual", alcanzándose una velocidad de 700-1800 Gbps casi sin latencia —delay—): la red 4G por entonces ofrecía cerca de 20 Gbps, hoy casi se duplicó).

    En esa ocasión Moltini le dijo a este periodista: "la discusión por el 5G excede al tema de Huawei" porque "tiene que ver con una discusión de liderazgo entre dos potencias y Huawei se ve involucrado en esta situación".
    Agregó que "para Personal, Huawei sigue siendo un proveedor estratégico, un socio estratégico". Y remató: "No tenemos ningún problema. Todo va a tener su tiempo para desarrollarse".
     


    Cinco empresas y un OpenRAN

    Solo cinco empresas en el mundo ofrecen hardware de radio celular 5G y sistemas completos para radiobases y redes.
    Huawei (China), Ericsson (Suecia), Nokia (Finlandia) concentran el 75% del mercado. Con menos relevancia, lo hacen Samsung (Corea) y ZTE (también china, pero que a diferencia de Huawei es mayormente estatal).
    Todos sus desarrollos están respaldados en millonarias inversiones de I+D (investigación y desarrollo) y, por supuesto, protegidos por las correspondientes patentes. Las compañías norteamericanas como Qualcomm o Cisco, a esta altura, solo elaboran componentes secundarios.

    Existe una iniciativa para el 5G llamada OpenRAN que contempla establecer subdivisiones de funciones, estándares interoperables e intercambio de patentes entre fabricantes, de modo que cada radiobase —al contrario de lo que ocurre ahora— pueda funcionar con componentes de distinto origen.
    Huawei se resiste tenazmente a formar parte de esta iniciativa, pero en cambio las otras compañías la apoyan, con distintos grados de entusiasmo. También son parte de OpenRAN empresas norteamericanas: Google, Facebook, Microsoft, ATT, Verizon, Dell, HP, IBM y Qualcomm, así como varias compañías europeas.
    La operadora celular británica Vodafone ya hizo pruebas satisfactorias en Europa con radiobases OpenRAN, aunque todavía no hay redes de 5G ni porciones significativas de ellas construidas en el mundo con este principio.

    El OpenRAN genera por ahora una evaluación mixta. Por un lado confiere una flexibilidad plena de infraestructura, mientras su interoperabilidad y de separación de componentes permitiría el surgimiento competitivo de nuevos proveedores.
    Pero por otro lado hay quienes creen que podría conformar un mosaico de que puede desembocar en problemas de inestabilidad y vulnerabilidad de las redes. El uso de componentes de diferente origen podría también —contrariamente a lo que se afirma— aumentar los costos.
    La historia de las comunicaciones, sin embargo, muestra que las empresas que quisieron imponer soluciones "propietarias" de sistemas cerrados "llave en mano" y no interoperables, con la expectativa de asegurarse posiciones dominantes, terminaron mal.

    A comienzos del siglo XX Marconi afirmaba falsamente que sus equipos de radio sólo podían comunicarse con otros de la misma marca. IBM insistió por un tiempo en usar sólo software propietario en sus equipos hasta que cedió ante Microsoft (que en los años 90 ya tenía su Windows instalado en el 90% de las PC mundiales).
    Y la política de Apple en no licenciar su sistema operativo en dispositivos de terceros (al contrario de lo que hacía Microsoft) la llevó a perder posiciones, si bien más tarde encontraría su revancha con el iPhone. Una situación similar podría terminar afectando a Huawei y otras empresas reticentes al OpenRAN.

    Asimismo, la evolución tecnológico-económica general señala que es un error suponer que la actual configuración del mercado será estática hacia el futuro. Si bien es cierto que Huawei lleva hoy la delantera, tanto en precios como tecnología, la situación de ninguna manera es inalterable.
     


    ¿Guerra comercial, seguridad nacional o geopolítica?

    Las prevenciones contra las empresas chinas en un área estratégica como el 5G pueden ser vistas de varias maneras.
    Para algunos no es casual que frente al retraso de los Estados Unidos en esta tecnología, desde ese mismo país se lleve adelante una "campaña" contra uno de los actuales fabricantes líderes, en el contexto de la evidente guerra comercial entre Washington y Beijing.
    Las acusaciones contra Huawei acerca de que sus equipos contienen backdoors (vulnerabilidades deliberadas para que se puedan acceder a datos o controles con fines de espionaje) nunca han sido probadas.

    También, la exigencia legal según la cual Huawei, al igual que otras empresas chinas, deban colaborar con el gobierno de Beijing suministrando datos —señalan algunos— no es muy diferente al caso de algunas compañías occidentales que han colaborado con los gobiernos de sus países de origen en objetivos de política exterior o inteligencia.
    Por lo demás, el manejo no transparente de datos de las compañías tecnológicas afecta a usuarios no sólo de naciones autoritarias: también es una creciente preocupación en las democracias occidentales, como el sonado caso de Facebook-Cambridge Analytica o las políticas de recolección de datos de Google y otros gigantes.

    Asimismo, se señala que el espionaje y la vigilancia de comunicaciones se ha practicado desde siempre por las principales potencias mundiales, independientemente de que se trate de naciones democráticas o regímenes represivos autoritarios, sólo que con aplicaciones "prácticas" algo diferentes.
    Personajes como Edward Snowden o Julian Assange han revelado las actividades de entidades de inteligencia occidentales, como la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) norteamericana. Sin embargo, han omitido hablar de las de países que los han alentado o protegido, como Rusia y la propia China, de las que se sabe mucho menos.
    En la actual etapa de evolución mundial, sostienen algunos, sería utópico creer que los principales países del mundo erradicarán por completo el espionaje de las comunicaciones. En todo caso, sólo en las naciones democráticas esas actividades pueden ser denunciadas y combatidas.

    Por eso —sigue este razonamiento— para las naciones que no son potencia mundial pero sí son democracias, como Argentina y la mayoría de países latinoamericanos, el dilema de fuego termina siendo elegir entre ser espiados por potencias occidentales o por regímenes autoritarios extraoccidentales.
    Lo mismo ocurre con el suministro de equipos. La invasión rusa a Ucrania demuestra que la geopolítica no es un factor irrelevante en el mundo. La dependencia de equipos de cierto tipo de países, aunque tenga racionalidad económica o tecnológica, puede ser un gran problema en caso de conflictos o guerras, aun las que sean sólo comerciales.
     


    Techint, un operador de Argentina y riesgos planetarios

    Justo cuando el ministro Sergio Massa anunciaba la liberalización del swap chino, nada menos que el CEO de Techint, Paolo Rocca, afirmó: "Tenemos que tener un 5G que no dependa de China (...). Se deben tomar decisiones tecnológicas que no expongan a la vulnerabilidad de depender de un país. Argentina no es Venezuela, ni Cuba, ni Nicaragua".
    Por otro lado, el titular de regulación y asuntos públicos de una importante compañía de telecomunicaciones que opera en Argentina, quien pidió reserva de su nombre, dijo a iProfesional que la inquietud en Occidente por las empresas chinas es una "guerra comercial y una cuestión geopolítica al mismo tiempo".

    El inconveniente, opinó, se supera haciendo hincapié en un factor clave: un buen manejo de "ciberseguridad". También señaló que el desarrollo del sector llevará a que surjan nuevas empresas y desarrollos, con lo cual se saldrá a la larga del problema.
    En su país de origen, esa misma empresa se ha decidido por Ericsson y Nokia para construir el núcleo de su red 5G relegando los equipos Huawei a aspectos mínimos, sin imponerse una decisión restrictiva del gobierno.

    Debe señalarse que ningún país latinoamericano ha impuesto restricciones a Huawei u otras empresas chinas, excepto Brasil para su red 5G exclusiva gubernamental-militar (pero no en las privadas comerciales de uso público).
    Por ahora, no hay elementos para desmentir que Huawei sea una entidad privada que no practica espionaje ni un brazo directo del Partido Comunista Chino (que sin embargo encabeza un régimen autoritario con proyección global).
    Pero, así y todo, el riesgo potencial de basar las estratégicas comunicaciones 5G de las naciones democráticas de Occidente en esta clase de proveedores para muchos no es un tema menor.

    En un país autoritario como China, que también posee el Internet más controlado y censurado del mundo (online y con represión offline de sus usuarios), aun empresas privadas no podrán resistir presiones o requerimientos de sus propios gobiernos (si es que no son sus instrumentos).
    En un conflicto planetario a gran escala entre la democracia y el autoritarismo en un mundo crecientemente turbulento, el riesgo de quedar técnica y económicamente a merced de aquel último en temas como el 5G seguirá siendo un factor a sopesar. Esto irá más allá de cualquier guerra comercial, lobbies, posibilidad de espionaje o presiones de Washington.

     


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