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Historia

Julieta Lanteri, la primera mujer que pudo votar y fue olvidada por la historia
 


Julieta Lanteri (1873-1932). Foto:Cedoc.

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  • El Gobierno porteño informó que la nueva estación de la Línea H del subte, que llega hasta la Facultad de Derecho, se llamará Julieta Lanteri, en honor a la primera mujer que logró votar en elecciones en la Argentina. El nombre de la nueva cabecera de este ramal fue elegido por los propios vecinos de la Ciudad de Buenos Aires, quienes tenían que optar entre tres opciones distintas, todas referidas a mujeres importantes de la historia del país.

    El noble fue seleccionado con el 45% de los votos de los vecinos de Buenos Aires en una encuesta digital. La médica y política ítalo-argentina fue la primera estudiante femenina el Colegio Nacional de La Plata y la primera mujer que pudo votar en la Argentina y también en toda América Latina, tras conseguir un amparo judicial que la habilitó a sufragar en 1911.
    "Es un humilde reconocimiento al rol fundamental que han tenido y tienen las mujeres argentinas en la lucha por los derechos cívicos y que ha sido invisibilizada durante mucho tiempo", aseguró Franco Moccia, ministro de Desarrollo Urbano y Transporte de la Ciudad.
     


    Entre las primeras médicas argentinas

    Antes de que su nombre apareciera en la escuesta sobre el nombre de la nueva estación del subte, pocos sabían quién era Julieta Lanteri. Nacida en Italia en 1873, Julieta llegó con su familia a Buenos Aires al cumplir 6 años, cursó sus estudios primarios y al comenzar la escuela secundaria se inscribió en el Colegio Nacional de la Plata, siendo la primera vez que el establecimiento permitía mujeres en sus aulas.

    En 1904, junto con la doctora Cecilia Grierson, fundó la “Asociación de Universitarias Argentinas” y posteriormente organizó el Primer Congreso Femenino Internacional, el “Primer Congreso del Niño” a nivel mundial, la “Liga Pro derechos de la Mujer” y la “Liga por los Derechos del Niño”, además de participar en la “Liga contra la trata de blancas”.

    En 1906, se convirtió en la quinta mujer en recibirse de médica y al año siguiente obtuvo su doctorado, ese mismo año, en una conferencia que dio en la Asociación Obstétrica Nacional, señaló “la influencia del varón se ha dejado sentir siempre... Fácilmente sugestionable [la mujer] ha sufrido más intensa y largamente la influencia de las doctrinas filosóficas que las religiones han llevado a los pueblos”.

    En la década de 1910, en pleno debate sobre la reforma electoral que llevaría a la llamada Ley Sáenz Peña, Lanteri realizó una presentación judicial en la que reclamaba que se le reconocieran todos los derechos como ciudadana, incluidos, por supuesto, los políticos. Lo más curioso, y lo que más llamó la atención, fue que el fallo de primera instancia resultó favorable.

    “La mujer goza de los mismos derechos políticos que las leyes acuerdan a los ciudadanos varones, con las únicas restricciones que, expresamente, determinen dichas leyes, porque ningún habitante está privado de lo que ellas no prohíben”, dijo el juez en su inédito fallo.

    En julio de 1911, Lanteri fue la primera mujer incorporada al padrón electoral argentino, y el 26 de noviembre de ese año fue la primera sudamericana que pudo votar. Lo hizo en la porteña iglesia de San Juan ante la mirada atónita de todos los votantes hombres. El presidente de mesa, Adolfo Saldías, le manifestó su felicidad por haber firmado la boleta de la primera mujer sufragista sudamericana.
     


    Una campaña revolucionaria

    En 1912, al entrar en vigor la ley que democratizaba el sistema electoral, Julieta perdió su derecho a voto porque se establecía que solo votaban quienes cumplieran servicio militar. Las mujeres quedaban vetadas. Faltaban 40 años para la sanción de la ley 13.010 que permitiera votar a las mujeres argentinas.
    En un nuevo reclamo ante la Justicia, “la Lanteri” -como era llamada despectivamente entre los medios- defendió su derecho a candidatearse como diputada, ya que “la Constitución Nacional emplea la designación génerica de ciudadano sin excluir a las personas de mi sexo, no exigiendo nada más que condiciones de residencia, edad y honorabilidad, dentro de las cuales me encuentro”.

    Con un nuevo fallo favorable, en 1919 Julieta presentó una plataforma electoral increíble para la época: licencia por maternidad, subsidio estatal por hijo, abolición de la prostitución y la pena de muerte, sufragio universal, salarios equitativos y divorcio absoluto.
    “Mis actos son una afirmación de mi conciencia que me dice que cumplo con mi deber”, dijo en una ocasión; “[Son] una afirmación de mi independencia que satisface mi espíritu y no se somete a falsas cadenas de esclavitud moral e intelectual, y una afirmación de mi sexo, del cual estoy orgullosa y para el cual quiero luchar”.

    La campaña fue meteórica: daba discursos en las esquinas y en los intervalos de las funciones del cine, empapeló las paredes con afiches con su slogan -“En el parlamento una banca me espera, llevadme a ella”- y participó en simulacros de votación femenina. Finalmente, obtuvo 1.730 votos (todos masculinos, porque las mujeres no votaban) sobre un total de 154.302.
    Hasta los años ‘30, Lanteri siguió sosteniendo batalla política. Se presentó como candidata a diputada en las elecciones nacionales de 1924 y 1926 por el Partido Feminista Nacional pero nunca tuvo la cantidad de votos necesaria.

    Finalmente, el 23 de febrero de 1932, en la esquina porteña de Diagonal Norte y Suipacha, uno de los escasos automóviles que circulaban por la ciudad la atropelló y la mató a los 59 años. ¿Se trató de una venganza política?
    “Su labor superó las dificultades y la incomprensión de una época todavía no preparada para aceptar otro rol de la mujer que no sea como madre y ama de casa”, reconocía un artículo en la revista Semana Médica en un artículo publicado con motivo de su muerte.

    Aunque su sospechosa muerte conmocionó a todos, la historia jamás supo reconocerle bien su lucha. El obituario publicado en un diario decía: "Cuando el feminismo argentino, hoy ya despierto y de pie, ocupe el lugar que le corresponde en la discusión y manejo de los intereses públicos, el recuerdo de la doctora Lanteri se irá agrandando en el agradecimiento de las mujeres hasta adquirir la estatura de precursora que legítimamente le corresponde”.  


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