Caleta Olivia - Santa Cruz - Argentina
"Portal a los Hielos Eternos"

Aves de la Patagonia

Martineta (Eudromia elegans)
 


La distribución geográfica de la Martineta se reduce exclusivamente a nuestro país en el cual es también limitada su presencia pues abarca hacia el norte, hasta la Provincia de Tucumán, toda la Provincia de Buenos Aires y en nuestra Patagonia.

La «Copetona» como se la denomina en varios lugares, se caracteriza por ser la mas elegante de nuestras perdices y poseer tres dedos en sus patas, en lugar de cuatro.
Es muy caminadora, solamente vuela cuando es sorprendida o se ve perseguida.

Es muy útil para el saneamiento de los campos, porque al ser su alimentación tan variada destruye toda clase de langosta e insectos en general; pero por otra parte es muy afecta a los granos de maíz, trigo, cebada, etc., y en los grandes sembrados se la ve comiendo los tiernos tallos, sintiendo una especial preferencia por el verdín.

La martineta es perseguida despiadadamente por su exquisita carne, llegando los malos y antideportivos cazadores a matar grandes cantidades de ellas sin aprovechamiento real.

Este animal debe ser limpiado inmediatamente después de cazado, de lo contrario se echa a perder fácilmente, siendo así desaprovechadas las piezas cazadas y convirtiéndose la acción en un mal inútil e innecesario.

En la época invernal, estas aves viven en colonias o bandadas de hasta cincuenta ejemplares; contrariamente a la creencia general que supone que se refugian al pie de las matas y arbustos; las copetonas buscan los lugares desplayados, desprovistos de toda vegetación, es así que después de grandes heladas o escarchas al salir el alba se pueden cazar con las manos, pues hasta que no calienta el sol o avanza el día no pueden volar debido a la acumulación de hielo en su lomo y alas.

Cuando un peligro las acecha, principalmente de algún ave rapaz se agrupan y avanzan en forma compacta, y así, si alguna de ellas queda rezagada, inexorablemente será víctima del gavilán o el águila que espera el momento propicio.

Siempre que están en colonias mantienen un vigía, éste cuando presiente un peligro echa a volar imitándolo el resto.
Si por el contrario, se agacha y no levanta vuelo las demás hacen lo mismo.

Ya en la época de celo se separan, no en parejas sino en grupos de tres a cinco ejemplares, que por lo general van compuestos en su mayoría de machos.

Es decir que si el grupo se compone de tres ejemplares, van dos masculinos; y si es de cinco, van tres.
Para las danzas predecesoras a la formación del nido, buscan un claro libre de vegetación, y allí inician un bailoteo rítmico en círculo, de varias horas alrededor de la hembra.

Entre estos bailes enternecedores y sublimes se libran cruentas batallas por la posesión de la hembra, los machos pelean con gran ímpetu entre sí, lo hacen girando en círculos, alejándose, y cuando están a dos o tres metros se embisten con increíble violencia.

La finalidad del ataque es enganchar las alas derechas entre sí, y una vez logrado forcejean hasta que el mas débil cae y se entrega; suelen darse casos de resultar quebrada el ala de uno de los contendientes en la lucha.

Una vez finalizada esta mezcla de pasión y violencia, se dedican a la tarea de construir el nido; para tal fin excavan un hoyo poco profundo, al pie de un arbusto o una mata.

La hembra va depositando en él los huevos, de manera que cada vez que pone uno lo tapa de tierra, hasta completar la postura, que se compone, en general, de doce huevos color verde lustroso.

La copetona hace esta operación de tapar los huevos por instinto, y no se echan a empollar hasta completar la postura; de lo contrario nacerían los polluelos con mucha diferencia de tiempo.

Una vez concluida la postura, hace tantos nidos como machos componen el grupo, porque en esta especie de aves son éstos los encargados de empollarlos.

Al cabo de tres semanas los pichones rompen el cascarón, y en cuanto se secan ya están en condiciones de desplazarse por sí solos.

Al nacer presentan el aspecto de una pequeña bola de algodón color gris, al cambio de los plumones conservan definitivamente el característico color bataraz.

El padre guía a los polluelos buscándoles alimento que por sí solos engullen, al mismo tiempo los protegen de los peligros naturales; cuando presienten algún extraño en las cercanías, hace una señal y como por encanto se quedan todos agachados e inmóviles, mimetizándose en el ambiente.

Se hace así dificil a primera vista localizarlos y no se mueven aunque se esté a escasos centímetros de los mismos.

A las dos semanas ensayan los primeros vuelos y, paulatinamente, van independizándose para, a las cuatro semanas, adquirir la mayoría de edad, abandonando a su protector definitivamente.

En la vida silvestre, estos animalitos son muy asustadizos y desconfiados, todo lo contrario sucede en cautiverio, al cual se adaptan perfectamente, siendo muy sociables y llegando a convivir con las aves de corral, incluso se logra su reproducción en forma normal lográndose excelentes ejemplares.

Para tal fin solamente requieren un lugar amplio y una alimentación adecuada, de lo contrario su plumaje se volverá blanco, signo de que no recibe adecuada ración proporcional de vitaminas y calorías.

 



 
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