Caleta Olivia - Santa Cruz - Argentina
"Portal a los Hielos Eternos"

Aves de la Patagonia

Ñandú
 


La distribución abarca toda nuestra Patagonia, habitando en los faldeos de las zonas boscosas como en la extensas llanuras sureñas.

Los ñandúes se reúnen en pequeñas unidades familiares constituidas por un macho, unas cuantas hembras y un número variable de jóvenes.

En ambos sexos, el tono general del dorso viene a ser grisáceo y el del vientre algo mas claro, pero existe una pequeña diferencia que permite diferenciarlos; y es que el macho presenta unas plumas negras en la base del cuello.

La dieta alimenticia del ñandú se centra en la materia vegetal -hojas, raíces y semillas- pero no desdeña los insectos, ni cualquier fuente de proteínas como reptiles y anfibios.

En todos los casos, el ñandú tiene que tragar su presa entera, y puesto que el alimento ingerido es en ocasiones muy duro, traga también varias piedras que le ayudan a desmenuzarlo en su molleja.

Este animal cuando se siente en peligro inminente y no puede pasar inadvertido como si fuese un montón de hierba seca, inicia una carrera con las alas desplegadas que puede mantener durante mucho tiempo a una velocidad media de 50 kilómetros por hora, y en la que a base de plegar un ala y extender la contraria, realiza cada cierto trecho cambios bruscos de dirección.

Realizada la fecundación de las hembras de su harén, el macho dedica su tiempo a localizar o a construir en su defecto, los correspondientes nidos.

Estos consisten en una depresión de un metro de ancho por unos doce centímetros de profundidad.

Alrededor del cubil el macho siega por completo toda muestra de material vegetal.

Es probable que tal costumbre se relacione con los frecuentes incendios, tanto naturales como provocados que tienen lugar en su habitat, y que traería consigo de manera inexorable la muerte de sus descendientes si no fuera por la protección que les brinda el cortafuego que con tanto esfuerzo el ave se encarga de realizar.

Construido de ésta manera el nido y adecuadamente tapizado con todo tipo de vegetales secos, falta tan sólo que las hembras realicen la puesta.

A veces las hembras se turnan para depositar en un mismo punto varios huevos de color verdiamarillentos, pero hay ocasiones en las que cada una elige un nido diferente, y el macho se ve obligado a trasladar los huevos uno a uno, rodándolos hasta el nido principal.

Si la cantidad de huevos es pequeña el padre no se preocupa por incubarlos pero si considera que el número es suficiente se tumba de inmediato sobre ellos y se dedica durante seis semanas a su cuidado.

El instinto incubatorio se muestra tan notable, que una vez comenzado el proceso el macho ni siquiera permite que las hembras depositen mas huevos en ese nido, y las obliga a esperar uno de los escasos momentos en que se levanta para comer o para recoger las posibles puestas depositadas en los alrededores.

Como consecuencia, aunque la medida de huevos por nido oscila entre veinte y treinta, se conoce algún caso en que el número ascendió hasta ochenta.

Se comprenderá entonces la preocupación que demuestra el ñandú si tenemos en cuenta que cada huevo, con sus dimensiones de 13 por 9 centímetros, equivale a una docena de huevos de gallina, y supone por tanto un manjar exquisito para depredadores como la iguana, capaz de romper la cáscara con su cola para succionar su contenido, o el armadillo que después de construir un túnel subterráneo consigue robar los huevos sin que se de cuenta el macho incubante.

Durante todo el proceso, el macho no permite la proximidad de ningún intruso, y no duda en atacarlo si lo cree necesario, pero si el enemigo es demasiado peligroso, el ñandú intenta alejarlo a base de representar el papel de un ave herida y casi inutilizada.

Si la incubación se desarrolla con éxito, los huevos se vuelven cada vez mas blancos, hasta que 4 o 5 días antes de la eclosión aparecen en la cáscara unas manchas oscuras.

Como el nacimiento de los polluelos no es simultáneo, en prevención, durante el tiempo que están incubando aparta 2 o 3 huevos que al entrar en contacto con el aire y el sol se echan a perder.

Cuando se producen los primeros nacimientos el encargado de incubar, rompe ésa reserva y al olor de esa descomposición acuden gran cantidad de moscas y otros insectos, que luego son engullidos con gran avidez por los pichones de ñandú.

Desde el primer momento el padre protege a sus crías con las alas, tanto del excesivo calor del mediodía como del intenso frío nocturno. A los pocos días de nacer, los pollos siguen continuamente a su padre picoteando por la llanura, pero basta que éste emita la señal de peligro para que corran en todas las direcciones y se agachen en el suelo.

El instinto paternal de los ñandúes es extraordinario, que no solo, cuando ha pasado el peligro, los pollos que no consigan encontrar a su progenitor serán perfectamente aceptados por otro grupo paterno-filial, sino que incluso cuando se encuentran dos familias ambos machos pueden llegar a contender a fin de quedarse con los hijos del oponente; factores ambos que dan lugar en ciertas ocasiones a la observación de grupos compuestos por crías de tamaños y edades diferentes.

El crecimiento del joven ñandú es rápido. Apenas necesita 5 meses para alcanzar el tamaño adulto, con independencia de que la madurez sexual tenga lugar a los 2 años.

Pocas son las personas que han visto al ñandú nadar. Se introduce sin dificultad en el agua de manera muy especial cuando tiene que buscar alimento. Vadea los ríos sin dificultad a pesar de sus correntadas rápidas.

Al entrar en el agua quedan con su cuerpo enteramente cubierto, llevando el cuello hacia adelante y avanzando lentamente.

 



 
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