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Abejas contra el cáncer: de Carlomagno al siglo 21

 


Las picaduras de abeja sirven, según él, para curar la "mayoría de las enfermedades comunes que afectan a los miembros inferiores" del cuerpo.

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  • Tiempo atrás, Wang Menglin, acupuntor chino comentó que las abejas era su especialidad: él había sometido en su clínica en Beijing a más de 27.000 pacientes a una terapia de sesiones con docenas de dolorosas picaduras de abeja.
    "Agarramos la abeja entre los dedos, la apretamos contra un punto del cuerpo y le presionamos la cabeza hasta que saca el aguijón", explicó Wang desde su consultorio situado en las afueras de la capital china.

    Las abejas que él utiliza, que mueren después de haber picado al paciente, pertenecen a una variedad importada de Italia, explicó.
    Para Wang Menglin, se trata de un método tradicional con efectos bien reales. "Hemos tratado pacientes con enfermedades que van de la artritis al cáncer con resultados positivos", asegura.

    Las picaduras de abeja sirven, según él, para curar la "mayoría de las enfermedades comunes que afectan a los miembros inferiores" del cuerpo, aunque también a título preventivo.
    De inmediato, el portal web científico estadounidense SciencEbasedMedicine.org salió al cruce de Wang y calificó de "charlatanismo" ese tratamiento, recordando que "ninguna demostración científica justifica el uso" de la apiterapia.

    En la American Cancer Society se ratificó: "No existe ningún estudio clínico sobre humanos que muestre eficacia alguna del veneno de las abejas o de otros productos de la colmena para curar o prevenir el cáncer", aseguró la organización médica estadounidense en su página web.

    "Confiar en este único tipo de tratamiento y evitar o atrasar cuidados médicos convencionales puede tener consecuencias muy serias para la salud", agregó la institución en su página web.
    Sin embargo, hay referencias coránicas acerca de las propiedades medicinales de las secreciones de abeja y hasta el emperador Carlomagno (742-814) se habría beneficiado de curas de picaduras.
    Carlos I el Grande, llamado Carlomagno fue rey de los francos desde 768 hasta su muerte, rey nominal de los lombardos (764–814) y emperador de Occidente (800–814).

    En 2013 ocurrieron noticias al respecto: la toxina en el veneno de abejas fue utilizada por un grupo de investigadores de la Escuela de Medicina de la Washington University (en St. Louis, Missouri, USA), para matar células cancerosas. Los investigadores vincularon el mayor componente del veneno a una pequeña esfera que llaman "nanobees" (nano abejas).

    En los ratones utilizados para el experimento, el "nanobee" distribuyó la toxina melitina a los tumores mientras protegía otros tejidos del poder destructivo de las toxinas. Los tumores en los ratones se detuvieron o redujeron. La efectividad contra el cáncer del "nanobee" en los ratones fue publicada en la página web del Journal of Clinical Investigation.

    "Los nanobees se plantan en la superficie de las células y depositan su carga de melitina que rápidamente se combina con las células objetivo", dijo por entonces el coautor, Samuel Wickline, quien dirige el Siteman Center of Cancer Nanotechnology Excellence, en la Universidad de Washington.

    La melitina es una pequeña proteína o peptídico que es fuertemente atraída a las membranas celulares lo hace que se formen poros que rompen células y las matan.
    Según Wikipedia, la apitoxina es el veneno secretado por las abejas obreras de varias especies de estos insectos, que lo emplean como medio de defensa contra predadores y para el combate entre abejas. En las especies venenosas, el ovipositor de las obreras se ha modificado para transformarse en un aguijón barbado.

    La apitoxina no es una sustancia simple, sino una mezcla relativamente compleja. Aunque los efectos suelen atribuirse a la acidez del compuesto, en realidad el ácido fórmico apenas está presente, y sólo procede de una de las dos glándulas implicadas en la secreción del veneno. Una de estas secreciones es ácida. No obstante, la más activa de ellas aparece como un líquido fuertemente alcalino formado por una mezcla de proteínas, principalmente el polipéptido citotóxico melitina (fórmula química: C131H229N39O31).

    La apitoxina se emplea a veces medicinalmente —en la llamada apiterapia o apitoxoterapia—, como tratamiento complementario o alternativo, para el alivio sintomático del reumatismo y otras afecciones articulares, por las pretendidas propiedades antiinflamatorias del péptido 401, la apamina, eficaz supresora del dolor, analgesico; y la melitina, que actúa sobre el sistema inmunológico corrigiendo ataques de anticuerpos hacia las articulaciones y mielina.

    La apitoxina debe su nombre al ingeniero agrónomo Eduardo Martínez Rubio, quién en 1936 realizó la desintegración del veneno de abeja, mientras trabajaba para el Instituto Bioterapico Dispert, en Uruguay.

    "La melitina ha llamado la atención de los investigadores porque en alta concentración puede destruir cualquier célula con la que entre en contacto, lo que hace que sea un antibacterial efectivo, un agente antifúngico y potencialmente un agente anticáncer", agregó el coautor, Paul Schlesinger, Ph.D., profesor asociado de Biología Celular y Fisiología.

    "Las células cancerosas pueden adaptarse y desarrollar resistencia en muchos agentes anticánceres que pueden alterar la función de los genes o que tienen como objetivo el ADN de las células, pero es difícil para las células darle la vuelta al mecanismo de aniquilación que usa la melatina", abundó más adelante.

    Los científicos hicieron pruebas con los "nanobees" en 2 clases de ratones con tumores cancerosos. A una raza de ratón se le implantaron células de cáncer del seno y al otro tumores de melanoma. Después de 4 o 5 inyecciones de la melatina durante varios días, el crecimiento en el ratón con cáncer del seno se redujo en un 25% y el que tenía melanoma disminuyó en un 88%, comparado con tumores sin tratar.

    Los investigadores también han desarrollado un método más específico, que consiste en poner agentes adicionales, para asegurarse que los nanobees se dirijan a los tumores y no a los tejidos saludables.
    Una de las recientes novedades en esta interesante línea de investigación es lo descubierto por el equipo de Dipanjan Pan, de la Universidad de Illinois, en Urbana-Champaign (USA), según explicó la web Noticias de la Ciencia y la Tecnología.

    Ellos científicos han ideado un método para dirigir específicamente ciertas proteínas de veneno contra células cancerosas, dejando intactas a las sanas, lo que reduce o elimina los efectos secundarios que las toxinas de otra forma tendrían.

    Pan y sus colaboradores han utilizado de forma segura toxinas de veneno en diminutas partículas de tamaño nanométrico para tratar células de cáncer de mama y de melanoma en el laboratorio. Estas partículas, que se camuflan respecto al sistema inmunitario, llevan la toxina directamente a las células cancerosas, evitando así daños a las células sanas.

    El veneno de serpientes, abejas y escorpiones contiene proteínas y péptidos que, cuando son separados de los otros componentes y se prueban de forma individual, resulta que pueden enlazarse a las membranas de las células cancerosas. Esa actividad podría potencialmente bloquear el crecimiento y la propagación de la enfermedad, a juzgar por las conclusiones de otros científicos en investigaciones previas.

    En el nuevo estudio, el equipo de Pan se centró en la melitina, presente en el veneno de la abeja, que evita que las células cancerosas se multipliquen. Las abejas fabrican tan poco veneno que no es factible extraer y separar la sustancia una y otra vez para las pruebas de laboratorio o para un uso clínico posterior. Esa es la razón por la que los científicos han sintetizado la melitina en el laboratorio.

    Para averiguar cómo funciona la melitina dentro de una nanopartícula, los investigadores llevaron a cabo estudios basados en modelos digitales. A continuación, hicieron la prueba e inyectaron su toxina sintética en nanopartículas. Estas transportaron de manera segura a la toxina sintética directamente al tumor, donde se enlazó a células madre cancerosas, bloqueando su proliferación y propagación.

    El próximo paso en esta línea de investigación es examinar el nuevo método de tratamiento en ratas y cerdos. Si esta fase cosecha buenos resultados, se podrá pasar a las pruebas en pacientes humanos. El proceso completo llevará varios años, como es habitual ante terapias farmacológicas nuevas.

    Los resultados de esta investigación se han presentado públicamente en un congreso reciente, organizado por la ACS (American Chemical Society, o Sociedad Química Estadounidense).
    En tanto, una diseñadora industrial portuguesa creó un dispositivo que -según ella afirma- puede detectar el cáncer mediante el uso de abejas entrenadas.

    Para realizar el diagnóstico, las abejas son colocadas en un habitáculo de vidrio donde luego el paciente echa el aliento. Si las abejas salen del lugar y vuelan hacia una cámara secundaria, la enfermedad ha sido detectada. Por el contrario, si los insectos permanecen en su lugar, el paciente está sano.

    "La abejas se apresuran a volar hacía la cámara más pequeña si detectan en el aliento de los pacientes el olor que se les ha enseñado a reconocer", afirma Susana Soares, quien presentó su invento en la Semana del Diseño de Eindhoven, Holanda.

    "Las abejas pueden ser entrenadas para esto en 10 minutos", dijo la diseñadora en declaraciones citadas por Daily Mail.
    Estudios anteriores demostraron que las abejas poseen un olfato muy superior al de los mejores perros de rastreo. De hecho, se las ha entrenado con éxito en la detección de bombas, y una empresa privada llamada Insectinel, entrena a estos insectos para trabajar en operativos anti terroristas.

    Para entrenar a las abejas se procede del mismo modo que con otros animales, premiando sus aciertos con una solución azucarada. Una vez que la abeja aprende el olor que necesita reconocer para recibir el premio, no lo olvida jamás.  


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