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Arte y Cultura

El periodista, un día cualquiera
 


Ser periodista o no ser, esa es la cuestión. Una profesión tan maravillosa como maltratada, mal usada y en algunos casos mal concebida.

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  • En general en OPI no acostumbramos a resaltar fechas y a realizar homenajes, pero creo que hoy, al menos por la fecha que se ha impuesto como hito para recordar al periodismo, hace falta reflexionar sobre algunos cambios que la sociedad de la información ha tenido y obviamente, quienes estamos dentro de ella, debemos acompañar.

    Personalmente me parece anacrónico hacer comparaciones descontextualizadas entre los “periodistas de antes” y “los periodistas de ahora”, como algunos les gusta segmentar la realidad de la profesión. Es lo mismo que comparar a los “políticos de antes con lo de ahora” y así sucesivamente. Si cada concepto lo trasladamos a su tiempo, veremos que “los de antes” adolecían de defectos como “los de ahora” y que ambas son realidades paralelas que fuera de su tiempo, hacen que las comparaciones distorsionen la esencia de lo que es cada uno en el justo tiempo y lugar. Esto no significa que todo lo vivido anteriormente no sirva para ir enriqueciendo la profesión, sumándole experiencias y perfeccionando el arte; así debe ser.

    En nuestra profesión hay, sin embargo, valores inalterables que se sostienen como un dogma, para todo el que quiera hacer periodismo: la verdad, la humildad, la desideologización del sujeto, la libertad, la ética, la convicción y la formación. Todo lo demás es parte de un proceso que se va dando alrededor nuestro que nos tienta, en algunos casos, nos somete en otros o nos hace actuar como energúmenos en muchos casos.

    Para mí, especialmente, el periodista tiene que estar exento de partidismo político como mínimo y si bien no voy a pedir que todo el mundo este “desideologizado”, porque es prácticamente utópico, al menos que esté dotado de la necesaria centralidad para definir desde qué lugar habla y hacia quiénes va dirigido su mensaje y un punto fundamental e innegociable que hace a la misma esencia del periodista: la libertad para expresarse sin condicionamientos ni techo para sus opiniones. Obvio, el periodista es una persona y toda persona debe comer; por lo tanto si un periodista trabaja para un medio, sus facultades estarán limitadas, pero ese es un tema para desarrollar en otro momento.

    En lo personal no concibo al periodismo si no es crítico y libre. NI hablar del neo-concepto de “periodismo militante”. Eso no existe dentro del argot del periodismo. El periodista militante, el que pertenece a un partido político es un órgano de propaganda partidaria; lícito por cierto, pero lo que haga, a mi entender no tiene valor periodístico.

    Podemos lateralizar el concepto de “independiente”, en cuanto a que el mismo, por parte de aquellos ideologizados, es denostado como término conceptualmente borroso, por aquello de que “uno siempre depende de…”, pero esto es buscar el pelo en la leche; la independencia periodística es más simple y menos rebuscada: es no ser dependiente de ideologías ni dineros políticos.

    El periodista no necesariamente debe andar rotoso, pasando hambre o mendigando una nota, para ser creíble; pero debe tener la tranquilidad de que no le deba nada a nadie y mucho menos, que deberá pagarle a alguien con su trabajo (autocensura). Cuando esto sucede, el nivel del periodista baja sensiblemente.

    Claro, que para esto no se debe sucumbir a las tentaciones de venderle el editorial a un gobierno, a un municipio, a un político o a una corporación. Y eso es plata. En un punto, todos nos debemos plantear si queremos ser periodistas o empresarios periodísticos; ambos son términos opuestos y marchan en distintos sentidos, en relación con el interés de la gente a la que va dirigido el mensaje.

    En este día, donde saludamos a todos los periodistas del país, creemos y queremos un periodismo libre y comprometido. El aviejado concepto de la “objetividad periodísticas” funciona como un anatema de quienes pretenden circunscribir al que escribe o habla ante un micrófono, a los hechos objetivo de un suceso para que se abstraiga de formar opinión sobre la actualidad. Esta era la teoría del periodismo de manual de los años `50, que ha sido tomada por los periodistas culposos y justifican su silencio sobre la corrupción, por ejemplo, alegando chicanas como “hay que dejar actuar a la justicia”, “el periodista no debe opinar ni abrir juicio” y cosas por el estilo. Con ese criterio, jamás hubiéramos conocido cómo Lázaro Báez y los Kirchner nos robaron el país.

    Hoy el periodista es, ante todo, un analista de la realidad, porque si es por velocidad, la información se instala mucho antes que uno tome la computadora para escribir o el micrófono para anunciar que tal o cual hecho pasó. Las redes sociales y la tecnología multimedial, han reducido los tiempos a escasos segundos desde que estalla una bomba en Francia, hasta que las imágenes se viralizan en nuestro país, por ejemplo.

    La velocidad de las comunicaciones de hoy, le han hecho perder al periodista la función de dar la primicia, pero le guarda el importantísimo papel de analizar los hechos y contarlos de la manera más clara posible. El ocultamiento de la realidad por parte de los gobiernos, el sector político o político-empresario, hacen del periodista una fuente importante de esclarecimiento, para que la opinión pública esté en conocimiento de lo que está pasando fuera de sus ojos. ¿Es el periodista un formador de opinión?, Claro y hoy más que nunca. La ausencia de justicia y de jueces probos, hace más grande al periodismo aún, porque – como en los casos de corrupción que estamos viviendo – el periodismo se transforma (aún con sus defectos y vicios, que los tiene), en la única herramienta para exponer a lo ladrones de la cosa pública.

    Finalmente quiero decir que el periodista que se supone ha ganado “tanto prestigio” que lo encarama por encima de la noticia, pierde lo sustancial del periodista: la humildad y esto lo lleva a cometer otros errores que lo desdibujan en lo profesional.

    Cuando los periodistas comenzamos a pontificar, a enseñarles a otros cómo se es periodista (fuera del ámbito académico, obviamente) el camino se bifurca; porque cada uno transmite vivencias propias y suelen no ser aplicables a la realidad de todos por igual y de ahí se comienzan a derivar “los chamuyeros”, con la aparición de aquellos superdotados que son “grandes investigadores”, cuando lo único que hicieron es tener acceso a documentos fundamentales, de fuentes primarias y saben como tabular los datos y contar el cuento. Eso, junto al poder de llegada de un medio potente, es todo.

    En particular creo que en nuestro país, el único que se puede dar el lujo de hacer cualquier cosa dentro del periodismo (porque está claro que fuera del él no le va bien) es Jorge Lanata, un grande donde creo que se resumen muchas de las cosas en las que cualquier periodista quiere verse reflejado y en cuanto a humildad y sentido común, yo elijo a Nicolás Wiñazki, como el tipo que más representa el estereotipo del periodista de barricada, el tipo simple que cuenta cosas de una manera simple y que no le tiembla la voz cuando lo cuenta (como lo hizo frente a las cámaras) al relatar que le llevaba los cigarrillos a Elaskar y se sentaba en el cordón de la vereda del edificio de Puerto Madero, esperando a que su confidente llegara. Esto es honestidad y humildad, lo demás es puro cuento.

    Felíz día del periodista a todos los colegas que nos llaman de todo el país y especialmente a nuestros amigos de Fm News, con quienes compartimos una visión muy particular del periodismo, tal vez no la más rentable, pero al menos, la que sentimos como propia. (Agencia OPI Santa Cruz)
     


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