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Vivir sin compañia otorga independencia
 


Parece que vivir solo ya no es cosa de solterones.

Parece que vivir solo ya no es cosa de solterones. Según una estadística oficial, el 23 por ciento de los 3 millones de porteños (unas 750 mil personas) conforman lo que técnica —y contradictoriamente— se denominan "familias unipersonales".

A este hábito de naturaleza mayoritariamente urbana adhieren desde jóvenes que se independizan tras su primer trabajo hasta divorciados y gente que únicamente quiere sentirse "libre".

Para que quede más claro: uno de cada cuatro habitantes de la ciudad de Buenos Aires no tiene otra compañía en su hogar que su propia sombra.

La diferencia entre lo que ocurre en Capital Federal y los otros grandes aglomerados del interior es notable. En el resto del país, el 14,7 por ciento (más de 5 millones de habitantes) residen solitariamente en una vivienda.

Es decir, una de cada siete personas. Estos datos surgen de la última Encuesta Permanente de Hogares elaborada por el INDEC y hablan de un cambio cultural: el mito argentino de "los Campanelli", ícono televisivo de los 70 que exaltaba la familia, va extinguiéndose de a poco.

Para Viviana Delía, licenciada en Sociología y profesora de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad del Salvador, "este fenómeno se da en los países más desarrollados, pero es nuevo en Argentina". Las principales ciudades de Suecia y Dinamarca están al frente de esta tendencia en el mundo, pero Buenos Aires no aparece tan lejos.

¿Por qué esta tendencia es mucho más marcada en la Ciudad? "Ocurre más en Capital —agrega la socióloga— porque hay infinidad de recursos que en el resto del país no se dan. Antes se creía que se llegaban a esta instancia por una frustración, pero en realidad se debe a una elección de vida".

QUIENES SON, QUE HACEN... La pléyade de solitarios se conforma de divorciados y separados, viudos o simplemente aquellos que tienen como proyecto vivir solos. "Esto está relacionado con el fracaso de las relaciones interpersonales y con que cada vez menos gente decide casarse. Y se nota más en épocas de crisis: el factor económico es uno de los grandes disparadores ya que enciende la necesidad de demostrar que se puede vivir solo", dice Delía.

Pero más allá de la independencia, de no tener que dar explicaciones sobre gastos y salidas y de la cuestión romántica, en los casos en los que no se trata de una elección de vida la gente padece la soledad. "Esta sensación en algunos casos puede llegar a ser tremenda, mientras que quien está acompañado tiene más contención", dice la socióloga.

Esta tendencia en el modo de vida también tiene su rebote en los hábitos de consumo. Los supermercados, por ejemplo, se dieron cuenta de que existía un nuevo perfil de consumidor y ya son varias las cadenas que ofrecen packs de alimentos más pequeños, de tipo unipersonal.

En ese sentido, la especialista da un último encuadre socioeconómico: "Se trata de personas de clase media—alta, que al no tener familia a cargo, hacen gastos extras. En general es gente con mucha vida social, hablan mucho por teléfono y cuando llegan a su casa, lo primero que hacen es encender el televisor".  


Crédito:

Por Gabriela Silvestre para el Diario La Razón (18/06/03)
 



   
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