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El legado de un Nobel
 


Roger Kornberg y su padre, Arthur, en la Universidad de Stanford, tras anunciarse el premio.

Probablemente recuerde más sobre la ceremonia de mi padre que sobre la mía, dado todo lo que va a suceder a mi alrededor", confesó ayer Roger Kornberg (59).

En la página Web de su laboratorio, en la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford en Palo Alto (California), hay una foto suya a los 12 años, de traje y corbata: fue tomada en Estocolmo en 1959 cuando a su padre, Arthur Kornberg, le entregaron el Premio Nobel de Medicina.

El 10 de diciembre será él quien reciba el diploma, del Premio Nobel de Química, por investigaciones sobre genética que continuaron las de su padre.

Arthur Kornberg estudió la transferencia de la información genética de una molécula de ADN a otra. Su hijo, médico y bioquímico, fue galardonado por haber descripto cómo esa información es copiada desde el ADN al ARN mensajero, que la lleva hacia las partes de las células que producen las proteínas. Se trata, en síntesis, de una de las maquinarias básicas de la vida.

En cierto modo, la distinción complementa el Nobel de Medicina, otorgado el martes —también a dos estadounidenses, al igual que el de Física— por avances en el campo de la genética.

El proceso detallado por Kornberg se denomina transcripción eucariótica, porque ocurre a nivel molecular en el grupo de organismos superiores llamados eucariotes, que incluye desde el ser humano y los animales, hasta las plantas y el hongo de la levadura.

En su laboratorio, el científico logró captar, con una definición de 0,28 millonésimos de milímetro, cómo actúa el ARN-polimerasa. Esta gran molécula reconoce el punto exacto en la molécula de ADN, se une a éste, lee sus informaciones, recoge nucleótidos para la copia, las enlaza, retrocede una posición y recomienza el proceso.

Esto ocurre miles y miles de veces, hasta confeccionar la copia exacta de una nueva proteína. Este copiador de genes es una de las construcciones más complicadas de la biología.

La transcripción es imprescindible para la vida. Cuando se detiene, la información genética deja de ser transferida a las diferentes partes del cuerpo, y el organismo muere al poco tiempo. Esto se aprovecha en algunos plaguicidas, en los cuales una toxina detiene el proceso de transcripción.

En su mayoría, los 30.000 genes del genoma humano no necesitan ser transcriptos. Pero en las células madre hay más posibilidades de activar o desactivar libremente genes.

Quien sepa cómo accionar o anular este copiador de genes, puede decidir el destino de las células: uno de los campos más apasionantes de la investigación bioquímica.

La Academia Sueca, que entregará a Kornberg 10 millones de coronas (1,3 millón de dólares), destacó que la comprensión del funcionamiento de la transcripción eucariótica es fundamental en la medicina, pues muchas enfermedades como el cáncer, los males cardíacos y diversos tipos de inflamación implican trastornos en el proceso de transcripción. El cáncer es una transcripción defectuosa que produce una proteína dañada.

El anuncio de la Academia resalta también que el conocimiento de este proceso es vital para el desarrollo de diferentes aplicaciones terapéuticas de células madre.

Roger Kornberg publicó el resultado de sus investigaciones recién en 2001, por lo que el Nobel le ha llegado relativamente rápido. Son, sin embargo, la culminación de casi tres décadas de trabajo. Y de toda una vida oyendo hablar de moléculas, ya que su madre, Sylvy, era bioquímica y contribuyó en los estudios de su esposo.

"En casa hablábamos de ciencia durante la cena, a veces por las tardes y durante las actividades del fin de semana. La ciencia era un placer y algo completamente natural para mis hermanos y para mí", comentó a una revista científica.

Su hermano Thomas es profesor de bioquímica y biofísica en la Universidad de California en San Francisco. Kenneth, el menor, escapó de las pipetas pero no del entorno: es arquitecto y se dedica a la construcción de laboratorios.
 


Fuertes lazos familiares

Es la sexta vez que padre e hijo ganan un Premio Nobel. A los 88 años, Arthur Kornberg sigue perteneciendo a la Universidad de Stanford como profesor emérito, siempre dedicado a la investigación.

Nacido en Brooklyn en el seno de una familia judía y dos veces viudo, permanece estrechamente ligado a sus hijos, no obstante sus estadías en algunos de los mejores institutos de investigación del mundo.

Arthur Kornberg vive con su tercera esposa en Portola Valley, muy cerca de Stanford. De vez en cuando practica tenis, viaja mucho y pasa todo el tiempo posible con sus ocho nietos. Tres son hijos de Roger, y el mayor de ellos estudia en esa universidad.  


Crédito:

  • Publicado en el Diario Clarín. (05/10/06)
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