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La «edad del pavo» se adelanta

 


Muchos chicos comienzan a buscar cierta independencia, que se respeten sus tiempos y sus espacios.

Vos te depilás? ¿Viste cómo duele con la pinza? Estas palabras quizá no sorprendan a nadie si se oyen entre un grupo de mujeres.

Pero dejará boquiabierto a más de uno el saber que fueron escuchadas en pleno recreo por la directora de una escuela, y más sorprende aún que la preguntona vaya tan sólo a cuarto grado, es decir que cuenta con escasos 9 años.

Es solamente un ejemplo de que hay cosas que están cambiando entre los púberes, niños de entre 9 y 12 años que paulatinamente han comenzado a manifestar conductas propias de la adolescencia.

Sin dudas, hace unos años una niña de esa edad habría estado más preocupada por el color del vestido que le pondría a su muñeca que por su incipiente vello corporal.

Los profesionales que desde diferentes disciplinas como la psicología, psicopedagogía o la docencia trabajan con chicos de esta edad coinciden en afirmar que estos cambios comenzaron hace aproximadamente diez años, si bien subrayan que esto todavía no se ha masificado.

Muchos chicos comienzan a buscar cierta independencia, que se respeten sus tiempos y sus espacios. Tienen más vida social, están híper-estimulados, son precoces en muchos aspectos. Se muestran desafiantes y desmotivados, son inquietos y ansiosos.

El cambio de intereses es notorio: las chicas comienzan a preocuparse por el maquillaje, la ropa y su aspecto. Viven “enchufados” horas y horas frente a una pantalla de TV o computadora que les permite inundar sus oídos de la música que escucha la mayoría -el regaetón- o aceptar el desafío de los juegos de moda.

Transitan, así, antes de tiempo la tan mentada “edad del pavo”, se ríen de todo y esbozan una particular rebeldía.

Desde el Servicio de Orientación Psicopedagógica de las dos escuelas en las que trabaja, Cecilia Santillán observa que se trata de una rebeldía sutil.

La psicopedagoga asegura que las características puberales que antes aparecían a finales de los 11 o 12 años, en el último tiempo han empezado a aparecer al final de los 9 o 10 años, dependiendo del sexo.

Esto en parte guardaría relación con lo vertiginoso de la vida actual en la que todo debe acelerarse y hacerse lo más rápido posible. Estos nuevos púberes tienden a aislarse de los adultos cercanos y a pasar más tiempo con sus pares entre los cuales se difunden estas nuevas costumbres y los que comienzan a transformarse en sus referentes.

Las nuevas tecnologías que comenzaron a ganar masividad en los años ’90 han jugado un rol indispensable en estos cambios. A través de ellas estos chicos tienen acceso a mucha información, la misma que tienen sus padres.

Hilda Favin es directora de la Licenciatura en Niñez, Adolescencia y Familia de la Universidad del Aconcagua y considera que un factor importante a tener en cuenta es el hecho de que muchos chicos pasan gran parte del día sin sus padres, al cuidado de alguna persona o a merced del cíber, y esto les da el tiempo libre necesario para investigar en la Red acerca de lo que quieran, algo que quizá no pueden hacer cuando están presentes los padres.

La profesional comentó que los chicos de esta edad actualmente opinan sobre temas que antes eran privativos de los adultos, hoy prácticamente es una demanda que se les explique sobre muchas temáticas, y esto va de la mano de la curiosidad que despiertan la gran cantidad de estímulos a los que están expuestos.

Los celulares también permiten acceder a cosas inadecuadas para la edad. Carina Gonzalez es directora del colegio Santa Clara, de Maipú, y recuerda que en medio de un recreo tuvieron que retenerle el celular a un chico en el cual tenía fotos de mujeres pobres de ropas y que estaba mostrando a sus compañeros.

“Por innumerables medios te dicen qué mensaje tenés que mandar para recibir este tipo de cosas sin ningún control. Tuvimos que explicarle al chico que eso era inadecuado”, comenta. Y agrega: “En quinto grado es común un noviecito, pero antes esto implicaba una cartita o un chocolate, ahora buscan privacidad y la escuela tiene que estar atenta a todo esto”.
 


Diferencias sociales

Sin dudas, los recursos con los que cuenta el chico le facilitan las cosas. La profesora de segundo ciclo de EGB María Paz Cuadros ha trabajado en una escuela de Chachingo, Maipú, y afirma que entre los chicos de esta zona rural no se observa esto de manera tan notoria:

“La pertenencia al grupo de pares no es tan marcada ni tienen fácil acceso a Internet; si bien conocen su manejo y saben de la existencia y costumbres de las tribus urbanas, el asunto les parece gracioso”.

En el otro extremo, para la licenciada Marta Hoffman, coordinadora del Departamento Infanto-Juvenil de la Dirección de Salud Mental en los chicos de entre 9 y 12 años “hay muchos comportamientos que se han adultizado, pero por otra parte se demoran más en crecer, como si se resistieran”.

En ciertos sectores sociales son empujados a esto por las presiones y las responsabilidades que se les endilgan cuando son enviados a mendigar o a trabajar, son realidades socioeconómicas que mandan a los chicos a la calle por el sustento. “En muchos casos, el chico limpiavidrios es el que trae la plata a la casa para la comida”.

Un número cada vez más importante de chicos de esta edad está hasta altas horas de la noche en la calle y muchos concurren a bailar a las matiné. Cuando no hay un control por parte de los padres éstas pueden ser las oportunidades a través de las cuales tienen un contacto temprano con el alcohol, el cigarrillo, la droga y el sexo. El aumento de embarazos de niñas de alrededor de 12 años es una muestra de las consecuencias.

El cuerpo aparece como el medio preponderante de expresión, a través de la vestimenta, los piercings y el maquillaje. Entre ellos la palabra ha perdido su valor y adquieren mayor importancia las expresiones corporales, los juegos se tornan más bruscos y hasta aparecen las agresiones físicas.
 


Falta de referentes

Para Hoffman lo que se observa entre los púberes no es un proceso de maduración genuino, sino que están imitando modelos, los cuales habitualmente son impuestos por la sociedad de consumo.

La ausencia de referentes adecuados a seguir por parte de los chicos hace que terminen identificándose con cualquier cosa. Éste es otro punto de congruencia entre los especialistas. Según Hoffman, no les estamos dando modelos claros y la demora en el proceso real de crecimiento tiene que ver con que la imagen del adulto que tienen es la de alguien “quejoso”.

La licenciada Favin destaca que hay un brusco cambio de los valores en juego: “Ha cambiado el papel de la familia que proveía de los elementos para proyectarse en la vida, ahora para muchos es el ámbito donde van a comer y dormir”.

Los padres muchas veces están ausentes por cuestiones laborales; otros están verdaderamente sorprendidos por la velocidad de los cambios. Algunos descubren que a la misma edad que su primer hijo era un verdadero niño el segundo está todo el día escuchando música y preocupado por su ropa.

En esto la escuela está comenzando a tener un nuevo papel, transformándose en un ente que busca cohesionar nuevamente a la familia dándole mayor intervención en el ámbito escolar.
 


La adolescencia se alarga

Un fenómeno que gana terreno es el de la adolescencia que se prolonga en algunos casos hasta los 35 ó 40 años. Para la licenciada Cecilia Santillán, del Servicio de Orientación Psicopedagógica, ésta ha dejado de ser una etapa del desarrollo para pasar a ser un estilo de vida que involucra entre otras cosas determinadas maneras de asumir responsabilidades y horarios desordenados.

Muchos continúan viviendo con sus padres, practican algún deporte o siguen con sus estudios aún luego de haber tenido a sus hijos, los abuelos resurgen en un nuevo rol ya que suelen hacerse cargo del cuidado cotidiano de sus nietos.

Muchos de estos padres-adolescentes muestran los mismos conflictos y la misma indecisión que sus hijos y no son un referente. Estos padres dubitativos también ven complicada su tarea de imponer límites a chicos que desde los cuatro años ya vienen pidiendo hacer lo que quieren, según la psicóloga María Angélica Fortunato; de esta manera, los padres se ven desdibujados en este papel.
 


Tres historias con un denominador en común

Marcela (40) tiene tres hijos de 5, 9 y 14 años. Cuenta que el del medio es fanático del reaggetón y dice ser flogger, por lo cual se viste siguiendo el estilo y mira la programación televisiva con contenidos para esta tribu urbana.

La pantalla de la computadora es su gran compañera, pero a pesar de esto también se lo puede ver jugando con juguetes y su hermano de 5 años. Su papá Walter (42) recuerda que su hijo mayor a esta edad era un “verdadero niño” y se muestra sorprendido por los intereses de su segundo hijo.

Carina tiene 4 hijas y también reconoce una gran diferencia entre la mayor de 15 años y la segunda de 9 que es mucho más independiente. Esta última sigue jugando con juguetes y es muy creativa, pero tiene restringido el acceso a la computadora.

Ezequiel con tan sólo 10 años vive solo con su mamá Carolina (31) y ayuda en los quehaceres del hogar. Le gusta dar su opinión y manifiesta ideas claras que intenta imponer cuando sabe que tiene razón. Tiene tanta independencia que durante las vacaciones más de una vez se quedó solo en casa mientras su mamá trabajaba.  


Crédito:

  • Por Verónica De Vita. Publicado en el Diario Los Andes. (24/03/09)
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