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Así es la fundación de Margarita Barrientos por dentro: mucho más que un comedor
 


Margarita Barrientos.

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  • Siempre se habla de Los Piletones cuando se hace referencia a Margarita Barrientos, pero reducirlo sólo a un comedor es recortar la dimensión de su maravillosa obra, que tiene como único fin ayudar a la gente que más lo necesita. Su fundación es mucho más que eso: es algo excepcional construido desde los cimientos más simples.

    DiarioVeloz se adentró en el corazón del humilde barrio de Villa Soldati para describir los detalles de un universo desconocido para gran parte de la población. Lógicamente, ese lugar, símbolo de pertenencia para muchos, tiene sus historias de vida. Una de ellas es la de Fernando, un joven colaborador del comedor, que acompañó a DiarioVeloz en el recorrido.

    "Estoy en la fundación desde hace tres años. Empecé a colaborar por mi hermano, que ya estaba. Ayudo un poco en la panadería y en lo que haga falta", cuenta, mientras camina por uno de los pasillos característicos de la zona.

    A Fernando se lo ve activo. Va, viene, vuelve, lleva cajas y bolsas y anota a las personas que se acercan al comedor Los Piletones para la hora del almuerzo. Mientras los colaboradores, en su gran mayoría mujeres, preparan la comida, Miriam, la hija postiza de Margarita Barrientos, acompaña a DiarioVeloz a recorrer las obras que la fundación tiene en varios puntos del barrio.

    Uno de ellos es el jardín Thiago Andrés, ubicado a pocas cuadras de Los Piletones y que, si bien no pertenece a la fundación, cuenta con el apoyo, ya que es muy difícil asistir a los 130 chicos que tienen a cargo con los recursos aportados por el Centro de Primera Infancia (CPI). "Te dan 11 manzanas para repartir entre 130 chicos. Es imposible. Por eso necesitan de nuestra ayuda", explicó Miriam.

    Las maestras dependen económicamente del ministerio de Educación, pero las condiciones de atención a los niños es limitada, por lo que el aporte de la fundación de Margarita Barrientos resulta fundamental.
    Hay construcciones que no se edifican con ladrillos, pero que poseen un contenido emocional mucho más significativo: la unión, la identificación con la fundación y el respaldo entre todos, esos gestos que se ven en las calles de Villa Soldati.

    Hay una comunión conmovedora. Así lo reflejan Miriam, su hijo Fernandito, de siete años, y la directora del jardín, Silvia. "Cuando nació, yo se lo di a ella prácticamente para que lo cuidara mientras yo no pudiera", contó Miriam. "Nació el 3 de marzo y yo ya lo tenía el 11", recuerda Silvia, mientras lo abraza y lo llena de besos.
    Justo frente al jardín, un grupo de obreros trabaja a destajo en la creación del Centro de Atención a Víctimas de Violencia Familiar, que se encuentra en pleno proceso de edificación que esperan poder inaugurarlo muy pronto.

    Frente al comedor funciona el Centro de Salud Ángela Palmisano, donde el doctor, llamado Facundo, que no quiere posar para la cámara porque no le interesa ayudar por el reconocimiento, trabaja ad honorem al servicio de la gente. Cuenta con un espacio e instrumentación como para asistir a los vecinos del barrio.
    Facundo es profesor de la facultad de medicina y, para atender en la fundación de Margarita Barrientos, cuenta con la colaboración de sus pasantes. Asimismo, la fundación está próxima a inaugurar un consultorio odontológico.

    En otro sector del lugar, donde también funciona una carpintería, Flavia es la encargada del taller de costura, donde realizan prendas de vestir que luego se venderán en una feria. Lo recaudado tiene como destino la fundación, que más tarde implementará la obtención de ese dinero en el bienestar de la gente.
    A pocos metros, el Centro de Día funciona como lugar para unos 70 abuelos que desayunan, almuerzan, meriendan y se llevan su vianda para la cena. No obstante, como también pasa en Los Piletones, no sólo se los alimenta del estómago, sino también del alma: realizan manualidades, tejen, se vinculan entre ellos y lo utilizan como un espacio de pertenencia en donde encuentran cada día momentos para sonreír.

    En el mismo lugar está la panadería, a cargo de Marta, y la biblioteca, donde Mariano acomoda los libros que, según dice, desea que se conviertan en la herramienta que les posibilite a los chicos que asisten a la fundación un futuro mucho más alentador.
    Al comedor se acercan por mediodía alrededor de 100 personas: se anotan con un número e ingresan por orden de llegada. El trabajo para las mujeres de Los Piletones comienza bien temprano: a las 8 arrancan a preparar todo y finalizan pasadas las 20, cuando levantan la mesa, limpian y cierran el portón. Una tarea de tiempo completo por amor a los otros.
    "Después de la tanda del mediodía, que se extiende hasta las 14, ya comienzan a preparar la cena desde las 15, para que los chicos comiencen a sentarse a las 19. Sino, no llegamos. A la noche vienen más porque ya no tienen que ir al colegio", explica Margarita.

    En Los Piletones también se encuentra la Guardería San Cayetano, donde los padres dejan a sus hijos, que desayunan, almuerzan, duermen la siesta y meriendan. Allí, los niños de cinco años reciben clases para aprender a leer, tienen clases de inglés y un patio con juegos para ir entendiendo desde chicos lo que significa compartir con los demás. Asimismo, la cocina está apartada del comedor principal.

    Son 12 horas de incansable labor de lunes a viernes. El sábado se les da de comer a los chicos de la calle y a los integrantes de una orquesta de la fundación. Pasado el mediodía se sirve la comida y las madres se retiran con las viandas. Tal vez, ellos no tengan para comer en el día, pero siempre priorizan que sus hijos tengan el plato a diario. "Algunos de ellos trabajan por día. Quizás en su casa no coman, pero siempre traen a sus chiquitos para que almuercen y cenen", cuenta Miriam.

    Por otra parte, Margarita habló de la fundación Viajes de Vuelta, que también recibe su desinteresada ayuda. "Trabajan con chicos con problemas de adicciones. Si ellos quieren internarse por problemas con la droga o el alcohol, los ayudamos a que se internen gratuitamente", comentó.

    Son las 14 y las mujeres, encantadoras como las considera Margarita, levantan la mesa, pero no para irse, sino para barajar y dar de nuevo y seguir porque el día continúa. "Acá hay comida todo el día, gracias a Dios. Nosotros tenemos ayuda del Gobierno y lo demás lo conseguimos a través de donaciones. Todo el tiempo se acercan taxistas, remiseros, vendedores de diarios. Recibimos mucha ayuda", concluyó Margarita, que tiene que prolongar su invaluable tarea de ayudar a los que más necesitan.
     


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