Comodoro Rivadavia - Chubut Argentina
"Capital del Viento"

Culto

Procesión por el Nazareno de Caguach
 


Según la tradición, en 1777 llegó a la isla de Tenaún, Fray Hilario Martínez. Lo hacía cargado de imágenes que ubicó en la iglesia del lugar.

Doña Josefa Bahamonde tiene 72 años y desde hace más de cuarenta vive en Comodoro Rivadavia. Esta menor de once hermanos cuenta que abandonó su Chiloé natal -"nosotros nacimos en San Juan de Dalcahue" recuerda- siguiendo a su marido que un verano cruzó la Cordillera para probar suerte en Argentina.

Su historia es más o menos la misma que la de otros 300.000 chilotes que desde el primer cuarto del siglo XX atravesaron la frontera buscando un destino mejor, cambiando su universo de redes y botes por otro hecho de palas, equipos petroleros o cucharas de albañil.

Pero doña Josefa no olvida su terruño, su gente ni sus tradiciones, por eso en enero -"cada vez que se puede" dice- recorre más de 1.500 kilómetros para visitar su tierra.

Además de ver a sus familiares, que son muchos porque "en San Juan todos tienen el apellido Bahamonde", ella tiene otra misión: Participar de la Fiesta del Nazareno en la isla vecina de Caguach.

Allí, en ese pedazo de tierra de menos de una decena de kilómetros cuadrados, juntará su destino con el de otras 8.000 personas para venerar la imagen del Nazareno.

La imagen de un Jesús flagelado cargando su cruz que -con el paso de los años- se ha convertido en el Santo de los Chilotes y hacia el cual van las plegarias, los pedidos y los agradecimientos.

Hoy su veneración ha excedido los límites del archipiélago para expandirse a ciudades como Coyhaique, Punta Arenas o la Patagonia Argentina, fundamentalmente Comodoro Rivadavia y Puerto Deseado, lugares donde se produjeron las mayores migraciones.

Se estima que sólo en Santa Cruz y Chubut viven más de 300.000 chilotes, el doble que los habitantes del arhipiélago.  

Paisaje roto dos veces al año

Ubicada sobre el paralelo 42, Caguach es una pequeña isla del este de la Isla Grande de Chiloé, lo que la protege de los embates del océano, y en la cual viven alrededor de 400 personas que dedican su tiempo a la pesca, los cultivos de papa y la cría de animales.

En ese paisaje de techos bajos, la figura de la iglesia se recorta nítida desde el mar. Construída a 500 metros de la costa, su figura domina la isla.

A ambos lados, como demarcando el sendero, se ubican unas pocas casas de madera. Alli, el ruido de los autos es desconocido: No hace falta un vehículo para recorrer una población que tampoco sabe de calles.

Además, sólo una poderosa doble tracción permitiría subir los escarpados caminos que llevan a las chacras de los isleños. Pero el bucólico paisaje de un lugar que parece detenido en el tiempo es roto dos veces al año, el 30 de agosto y en la tercer semana de enero, cuando se realizan las procesiones por el Nazareno de Caguach.

Para esas fechas, centenares de embarcaciones procedentes de los más lejanos puntos del archipiélago, desafían un mar no siempre benigno hasta recalar en el lugar. Por kilómetros, la costa queda entonces cubierta de embarcaciones de todo tipo.

Desde modernas lanchas fuera de borda hasta pequeños botes a remo, cualquier cosa es buena para llegar hasta el centro de la devoción chilota. Un pequeño bote hecho de pedazos de telgopor descansando sobre la costa es apenas una prueba de esa fe capaz de desafiar cualquier contingencia.  

Una historia de 224 años

Técnicamente, la celebración es una más de las festividades católicas de Chiloé. Un pueblo cruzado por la influencia jesuita y donde las otras religiones no tienen casi cabida.

Prueba de ello lo dan las constantes fiestas populares en torno a uno u otro santo. "Acá no podés dejar de lado la iglesia para cualquier cosa que te propongas" apunta Dorys, una docente nacida en la isla de Achao y residente en Temuco quien dice que tuvo que irse de su pueblo para "hacer lo que quiero sin rendirle cuentas a un cura".

A pesar de su aparente ateísmo actual, agrega que va casi todos los años a la procesión "porque me parece interesante". Es que para comprender cabalmente la significancia de esta celebración en el pueblo chilote hay que adentrarse en una historia que ya está próxima a cumplir 224 años.

Su origen se remonta al 1700, cuando las misiones jesuitas llegaron a Chiloé ocupando los espacios que los franciscanos crearon a partir del 1500 y abandonaron después.

Según la tradición, en 1777 llegó a la isla de Tenaún, Fray Hilario Martínez. Lo hacía cargado de imágenes que ubicó en la iglesia del lugar. Pero poco después, tras un encontronazo con los indígenas, decide abandonar la isla.

Quienes lo ayudan son piragüeros de otras cinco islas vecinas, los que se llevarán también las imágenes sagradas. Finalmente se establece que la imagen del Nazareno quede en Caguach y las otras cuatro de menor porte sean para las islas de la hermandad. Una vez construída la iglesia se firma el traspaso definitivo "hasta el fin de los siglos" del Nazareno.

Desde entonces el lugar alberga a la imagen que hoy es el ejemplo vivo de una fe que se extiende más allá del campo religioso para insertarse en el sentir popular de una sociedad.  

La celebracion hoy

Aunque la procesión marque el punto final de la celebración litúrgica del tercer domingo de enero, la fiesta comienza mucho antes: Desde el viernes que las primeras lanchas llegan al muelle y las carpas a instalarse poco a poco hasta tapar casi por completo las casas.

Así, entre cantos comunitarios y liturgias llega el domingo, cuando por decenas la gente abarrota el pequeño muelle y las lanchas esperan varios minutos para tener un lugar donde atracar. En el interior de la isla, el paisaje de tranquilidad que puede respirarse durante el año cambia radicalmente.

Carpas ofreciendo comidas típicas y artesanas de islas vecinas se dan la mano con los que venden vistosos "completos" (un pancho con mayonesa) hasta "Cinco pantys por dos mil pesos". Lenta, pero sin pausa, llega gente desde todos los lugares. Algunos debieron navegar ocho horas.

Pero poco importa. Una vez alli es el momento del reencuentro con familiares y amigos, e intercambiar novedades de un año sin verse. También es momento para verse cara a cara con "el santo" y pedirle favores, darle gracias o hasta dejarle ofrendas paganas como un salmón de plástico.

Pero cuando la imagen abandona la iglesia, se apaga la música en las carpas. El sonido de acordeones a piano, bombos, guitarras y violines chilotes de tres cuerdas cubre la isla de un sonido alegre pero sobrecogedor. Junto a ellos vienen las banderas, las cuatro imágenes de las otras tantas islas y detrás finalmente el Nazareno. Comienza la procesión.

La imponente figura del Jesús "de dos varas de alto, con tres potencias de plata, pelo natural, una cruz a cuestas y un manto morado" según crónicas de la época, es llevada por cuatro personas de las islas que -dicen- "se ganaron el derecho a hacerlo". Durante cuarenta minutos recorren la isla.

A su paso algunos hombres hacen la venia como si se tratara de un militar mientras las mujeres bajan la vista como si se sintieran indignas de verlo. Tras las despedidas y plegarias por un futuro mejor a cargo de los sacerdotes, la imagen vuelve al templo que lo alberga hace más de 200 años.  

Isla desierta

Inmediatamente comienza el regreso al hogar. Son las cuatro de la tarde y la vuelta será dura. Todos quieren llegar primero al muelle. Los lancheros y la policía gritan cual es el destino de la próxima lancha. Doña Josefa se debe bajar de una porque está sobrecargada de peso y ahora deberá esperar al menos tres horas hasta la próxima.

"Siempre que el mar siga bueno" dice. Finalmente, logra partir. Atrás, en la isla, ya casi no queda nadie. Ahora, más que nunca, toma significado el origen del nonbre de Caguach. Apenas es una isla desierta.  

Créditos:
Alfredo Gimenez para el Diario El Chubut (30/01/02)

 



 
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