En Barcelona ’92, Comodoro Rivadavia tuvo un representante olímpico. Juan Pablo Maricich, el pibe que creció lidiando con las aguas de la costanera, cumplió el sueño de todo deportista, al estar en la cita que acapara la atención de todo el planeta.

Compitió en Kayac, y hoy, a 12 años de ese momento inolvidable, lo atesora como lo máximo dentro de una vida adornada de desafíos deportivos.

De pronto, aparecieron las imágenes de la familia, de los amigos, del Club Náutico, de la entrenadora Alicia Gonzalo, del preparador físico mendocino Gustavo Juri, de las idas y vueltas para conseguir los pasajes.

De las noches solitarias en algún lugar de Brasil o España, repasando la manera de buscar una superación para completar las pruebas contra-reloj.

Los cómputos indicaban “35°-J.P. Maricich - Argentina” a sólo 15 segundos del competidor que logró la medalla dorada. Fue el punto más alto dentro de su amplio vínculo con el deporte y, obviamente, no podían estar ausentes, los principales pilares en la concreción de su sueño olímpico.

El kayac, compañero inseparable por casi ocho años, lucía tan exhausto como él, pero a Juan Pablo le pareció notar un gesto de satisfacción en el habitáculo que lo llevó hacia el momento supremo que anhela todo deportista.

“Todos los días me levantaba pensando un solo día: el de la competencia en los Juegos Olímpicos de Barcelona. Viví cuatro años exclusivamente para ese momento y el esfuerzo por estar en ese día de la prueba de Kayac, se vio complacido por el solo hecho de estar ahí”.

Bien le caería a esta nota un fondo musical de Alejandro Lerner con el tema “A todo pulmón”, porque la frase “deporte netamente amateur”, Juan Pablo, la vivió como pocos.

“Fui con la ilusión de participar y mejorar mis propias marcas. Uno llegaba a cualquier competencia de nivel internacional y veía a los otros muchachos que realmente vivían de esto y decís ‘pucha, porque no nací en Estados Unidos u otro país europeo para poder tener el respaldo económico’.

Pero al mismo tiempo te ponés a pensar que lo tuyo es aún más valorable. Con poco, casi nada, te metiste entre los mejores del mundo y llegás hasta un Juego Olímpico.

_ Eso habla de tus condiciones de deportista y de tus ambiciones como persona.

_ En toda mi adolescencia el deporte fue marcando mi vida. Siempre estuve comprometido con alguna disciplina deportiva. Empecé justamente con el kayac, luego seguí con el windsurf, también con las pruebas combinadas del triatlón, pentatlón, duatlón, pero siempre especializado con el kayac. Cada objetivo que me marcaba trataba de cumplirlo”.

_ Llegar al objetivo Barcelona ’92, te debe haber demandado un amplio recorrido.

_ Surgió la idea y la posibilidad de salir a competir fuera del país y de participar en un mundial. A partir de ese momento, con el roce a nivel mundial, empezó a gestarse el sueño de competir a nivel olímpico. Porque para cualquier deportista, no hay nada más “grosso” que ser parte de los Juegos Olímpicos.

_ ¿Cuándo empezó a pícar el bichito de ser olímpico?.

_ A fines del ’89. Escuchaba en esas salidas a competir fuera del país, que varios rivales que tenía en Kayac hablaban de estar en Barcelona. Yo me pregunté ¿si ellos pueden, por qué yo no? Y ahí empezó a girar todo en torno de los Juegos de Barcelona. Mi vida empezó a ser una olimpiada”.

_ ¿Todo lo que hacías tenía relación con Barcelona ’92?

_ Sí. Cuando terminé el nivel secundario, me fui a estudiar a Mendoza, porque ahí había un río donde podía continuar con mis entrenamientos. De pronto apareció una chance para viajar a Europa, para intervenir en un campeonato, no dudé un minuto, colgué los libros, me fui cinco meses a Europa y otros ocho en Brasil. Mi vida era remar a la mañana, al mediodía y a la tarde.

_ ¿Estuviste en la fiesta de inauguración?.

_ Sí y luego viví un par de días en la Villa Olímpica, pero después, los que estábamos en la competencia de kayac, nos tuvimos que ir hacia la parte de Andorra, cerca de los Pirineos, donde se había armado la pista artificial para nuestras pruebas. Estábamos a 170 kilómetros de Barcelona, casi en el límite con Francia. Viví el ambiente olímpico entre los competidores de kayac, pero una vez que terminé de competir, ya me instalé definitivamente en la Villa Olímpica.

_ En lo deportivo, ¿cómo llegaste a los Juegos?.

_ Para llegar a Barcelona tuve que pasar una etapa clasificatoria. Como ya tenía toda la experiencia de lo que había competido afuera, de alguna manera estaba mucho mejor preparado que otros chicos argentinos.

_ Con apenas 20 años, tuviste la gran chance de ser olímpico dentro de un deporte, donde el máximo rendimiento viene mucho después.

_ Realmente era muy joven cuando competí. El pico de rendimiento lo podía haber tenido ahora, doce años después, pero dentro de un deporte netamente amateur, con las ganas unicamente no alcanza. Cuando llegué de Barcelona decía ‘bueno, ahora a prepararte para que en Atlanta ’96 mejores tu rendimiento’. Fue sólo una ilusión, empecé a buscar el respaldo, algún sponsor que me ayudara para poder seguir, pero fue imposible. Estuve más de seis meses ‘pateando’ Buenos Aires y reuniéndome con gerentes de empresas y con Galmarini que en ese momento era el Secretario de Deportes de la Nación y no hubo caso.

_ Todo muy desgastante, imagino.

_ Mi perseverancia encontró un límite, se cerraban todos los caminos, asi que colgué los botines y me dediqué a trabajar, dejando la posibilidad de profesionalizarme en el deporte que me gustaba.

_ Sin embargo, el ser uno de los tres olímpicos de Comodoro, no te lo quita nadie.

_ Por supuesto. Es realmente un orgullo para mi haberlo logrado, pero no hubiera sido posible sin la ayuda de todo mi entorno. De los que hicieron mucho y de los que aportaron algo mínimo para que yo pudiera estar en Barcelona ’92. Y así como no me olvido de lo enorme que fue haber estado ahí, tampoco me olvido de los que pusieron el hombro para lograrlo.

Olímpicos Comodorenses:

• Juan Díaz fue olímpico en Seúl 1988
• Nazario Araujo fue olímpico en Munich 1972

 

Estracta:

Diario Crónica. (18/08/04)