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Las leyendas jamás mueren
 


Nicolino, no haría falta agregarle el Locche porque Nicolino hubo uno solo.

Monzón fue el más admirado, el morocho argentino rey de París, fija nacional, invencible, prestigio de playboy.

Pascualito, el mejor, por todo, oro olímpico, campeón mundial cuando nadie podía, boxeador casi perfecto.

Y él, más que ellos, más que nadie, más que los que ya vinieron y los que vendrán, fue el ídolo. Fue el pueblo, la gente, el grito, la multitud, la ovación, "persona o cosa excesivamente amada", ídolo absoluto del boxeo argentino.

Nicolino —no haría falta agregarle el Locche porque Nicolino hubo uno solo— construyó una relación con el público, y especialmente el porteño, que pocos deportistas llegaron a empardar.

Por eso esta congoja popular, cuando se supo que El Intocable —nacido el 2 de septiembre de 1939— murió anoche de un infarto, a las 21.30 en su casa mendocina de Lisandro Moyano y Balloset, Las Heras.

Estaba con María Rosa, su mujer. Su última crisis severa de salud, insuficiencias respiratorias derivadas de su adicción al cigarrillo, había sido hace 13 meses.

Nico se inventó a sí mismo y, para llegar a ser leyenda, lo reinventó la gente del Luna Park. Porque Locche fue al Luna lo que Maradona al San Paolo o La Bombonera.

Allí, en su espacio lúdico, en su caja de sorpresas acolchada, Nicolino llevó a cabo su hazaña: pegó poco, sólo lo necesario, esquivó todas (o casi todas) y se rió e hizo reír. Y fue ídolo. Nadie se lo habría imaginado, ningún boxeador se habría propuesto jamás escalar a la gloria con semejantes armas. El tampoco. Pero le salía así, el boxeo y la vida.

Pero ojo que le costó al hijo de Felipe y Nicolina. Porque en su primera época del Luna, a Locche no lo podían ver. ¿Eso era boxeo? Para Locche, sí. Lo aprendió en el gimnasio Mocoroa, comandado por su maestro, Paco Bermúdez. Ahí arrancó a los ocho años, luego de que su padre muriera de un ataque cardíaco.

Perdió sólo una de sus primeras 65 peleas profesionales (realizó 122 como aficionado). Les ganó a Jaime Giné, Pedro Benelli, Vicente Derado —el que le había sacado el invicto—, Abel Laudonio...

Arrancó en 1958, cuando un entusiasta veinteañero se hacía cargo de las riendas boxísticas del Luna Park: Tito Lectoure. Con el tiempo, Locche y Lectoure cimentarían una unión histórica. De entrada hubo recelo.

A Nicolino no lo querían y andá a programarlo. Todo cambió una noche del 63, cuando Locche, campeón argentino liviano, venció al brasileño Sebastiao Nascimento (por el cinturón sudamericano). Hubo una chispa, nació el romance.

Tito le empezó a traer grossos: Joe Brown (ex campeón mundial), Ismael Laguna (campeón mundial), Carlos Ortiz (campeón mundial), Sandro Lopopolo...

Y el gran golpe llegó en 1968, la obra maestra ante Paul Fujii, cuando muchos auguraban una derrota del ídolo, porque "sólo podía pelear en el Luna".

El título —welter junior de la AMB— sólo lo defendió con éxito en Corrientes y Bouchard: cinco veces, hasta que fue a Panamá en marzo del 72 y perdió con Alfonso Frazer.

Intentó recuperar la corona un año después, ante el magnífico Kid Pambelé (al que Locche había frustrado en el Luna, en el 71). Pero fue abandono en el 10ø y adiós al boxeo.

Sin embargo, regresó dos años y medio después, para juntar unos mangos. Se despidió definitivamente en diciembre del 80, en una exhibición en el Luna.

Fue la única noche que se habilitó una sola popular para ver al ídolo, que quería volver a pelear de verdad. Se vendieron menos de 4.000 boletos (promedió 18.500 en 1975 y 1976, ya lejos de sus años de gloria) y El Gráfico realizó una encuesta entre los asistentes.

El 85% dijo que Nico "no debía regresar al boxeo". Y se fue. Porque, tratándose de Nico, la primera y última palabra siempre la tuvo la gente.
 


Un sábado más, sobre Buenos Aires...

En pleno apogeo de El Intocable, en 1970, cuando ya había conquistado al público porteño, Chico Novarro escribió letra y música de un tango que prendió rápido: Un sábado más. Inolvidable.

Un sábado más, un sábado más, sobre Buenos Aires, un sábado más. // Y entre las bocinas de la procesión // gritan los canillas Crónica y Razón, // esquivando el pique de un auto lavado, // la quinta de clavo quieren enganchar. Total esta noche... minga de yirar, // si hoy pelea Locche en el Luna Park.
 


Repaso en números

136
Todas sus peleas profesionales.
El 37,5% de sus combates fue en Mendoza (51).
Debutó el 11/12/58, con un triunfo por nocaut.
La última (7/8/76), en San Carlos de Bariloche.

114
Pavada de victorias tenía El Intocable.
Sus víctimas preferidas fueron Pedro Benelli y Adam Gómez, a quienes les ganó cinco veces.
Y en cuatro ocasiones, a Rodolfo Catalini.

14
Pocos nocauts, pero uno valió por mil.
Ocho de esas victorias fueron entre 1958 y 1962.
El más famoso es el del 12/12/68, ante Fujii en Tokio.
Sumó 14 empates y una sin decisión.

4
De las derrotas, dos por título mundial.
Con Vicente Derado (6/11/59) y Abel Laudonio (14/11/64) acá.
El 10/3/72 le dejó el welter jr. a Alfonso Frazer.
El 17/3/73 vs. Pambelé (por kot).

1
Una corona que lució con orgullo.
Fue rey welter junior AMB (ante Paul Fujii).
Lo retuvo en cinco oportunidades.
Logró el argentino liviano en 1958; el sudamericano lo logró en 1963.

 


Créditos:

  • Por Eduardo Bejuk. Publicado en el Diario Olé. (08/09/05)
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