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Travesía en kayak por los hielos patagónicos
 


Leonardo Proverbio y Roberto Trinchero, emprendieron la travesía el 12 de septiembre. Foto: LA NACION / Leonardo Proverbio.

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  • Leonardo Proverbio tenía dando vueltas en la cabeza cruzar los hielos del Sur en kayak desde hacía 20 años. Un amigo había visto algo parecido en un programa de la televisión española y juntos pensaron en trasladarlo a estas tierras. Lo intentaron una vez pero la inexperiencia los hizo cumplir solo una décima parte de la travesía. Lo procesó por años y ahora volvió para cumplir el reto.
    El cruce del Océano Pacífico al Atlántico a través del Campo de Hielo Patagónico no es una travesía común. Por eso Leonardo se muestra exultante a la hora de contar la experiencia que vivió junto a Roberto Trinchero, un maestro del kayak, doctor en Física y profesor del Instituto Balseiro, que conoció hace varias décadas en una de las aventuras habituales en Bariloche, en el refugio Frey, donde Leonardo practicaba escalada en piedra.

    La dupla es diametralmente opuesta a simple vista. Leonardo con 36 años y un haber de aventuras increíbles en la montaña y los hielos, donde llegó a lanzarse con esquíes y vela de kitesurf en la Antártida. Y Roberto, de 60, el más experimentado en kayak pero también andinista, tranquilo y meditabundo, que se prendió en la aventura sin dudarlo.
    "La idea era ir de agua salada a agua salada a través de los Andes pero en kayak.", contó el equipo que es miembro del Club Andino Bariloche, a pocas semanas de la aventura. ¿Cuál fue la clave para completarla? "suerte y paciencia, casi todo está ligado al clima, estuvimos 50 días pero 10 estuvimos parados en medio de la travesía por cuestiones climáticas", insistió Roberto.

    La aventura tuvo 750 kilómetros en total, 7.000 metros de desnivel y el punto más alto que tocaron fue a 1.750 metros sobre el nivel del mar. En total caminaron llevando el kayak 200 kilómetros y el resto fue a puro remo.

    El 12 de septiembre fue la fecha de inicio de la travesía pero antes la dupla estuvo dos meses de práctica remando en los lagos y ríos cercanos a Bariloche, donde ambos residen, previo a cargar el kayak doble de plástico -que un guía de Villa la Angostura les prestó- con 120 kilos entre comida, equipos de campamento y de tránsito glaciar, esquíes de travesía, pala, serrucho para cortar el hielo, y tantas cosas que sumaron peso.
    El inicio fue en Puerto Edén, en el Parque Nacional Bernardo O'Higgins en el sur de Chile donde comenzaron a remar en el Pacífico para llegar al glaciar del campo de hielo. Fueron 120 kilómetros de remar en agua salada y por momentos con olas de hasta 2 metros que obligaron a detener la marcha por dos días hasta que calmara el viento, el peor enemigo de la travesía.

    "Pasamos por el Glaciar Pío XI lo cual nos llenó de motivación y esperanza ya que vimos la zona glaciar. Es una zona de témpanos y baja profundidad, sin contratiempos pasamos dentro del fiordo Exmouth llegando tarde, cansados y con frío para armar el campamento pero a la una de la madrugada la marea subió y tuvimos que desarmar la carpa y armar en el bosque, un poco más adentro", recordó Leonardo.
    Desde este punto los aventureros subieron al campo de hielo a reconocer el lugar y analizar el camino por el que iban a trasladar el kayak. La primera experiencia fue mala. Al descender de los 1.300 metros escarpados que subieron hasta ver la planicie del hielo, se desorientaron y perdieron el camino para llegar al campamento. "Fue desalentador, tuvimos que dormir a la intemperie, con frío, nos pusimos adentro de la ropa vegetación para que nos de calor y encendimos una fogata porque lo único que teníamos era un encendedor, todo estaba en el campamento", contó Roberto con una sonrisa que rasga sus ojos al rememorar aquel día. A la mañana siguiente mejoró la racha, encontraron el campamento que estaba a 600 metros, cerca de la costa, y comenzaron con el ascenso del equipamiento.

    Fueron cuatro ascensos en total entre el reconocimiento, el traslado de mochilas y equipamiento, y el kayak que sólo, sin carga, pesa 40 kilos. Lo trasladaron con sogas y poleas en un terreno hostil de roca y nieve, que los hizo demorar una semana en subir, consecuencia del desnivel pronunciado que solo les permitía avanzar 300 metros por día. Una vez en la cima a 1.700 metros de altura lograron divisar la inmensidad de los glaciares y comenzó lo mejor: el descenso y terreno plano. "Son 60 kilómetros de plató glaciario, un terreno poco explorado y menos en kayak", enfatizó Leonardo.

    En ese tramo, los barilochenses se calzaron los esquíes de travesía para deslizarse en el hielo y llevaron a tiro el kayak con todo el peso del equipamiento. Cada día era de 8 horas promedio de actividad aunque a veces superaban las 12 horas para aprovechar la luz del día. Y en temperaturas llegaron a padecer unos 15 grados bajo cero. El viento blanco los hizo detener un día y medio y ahí mismo, sobre el glaciar, montaron el campamento rodeando la carpa con bloques de hielo para asimilarlo a un iglú y cubrirse del viento.

    "En el medio de este itinerario vi por detrás de una línea de nieve las cumbres del Fitz Roy y el Cerro Torre apenas asomando. Ese fue el momento en el que sentí por primera vez saber más o menos dónde estábamos, como una sensación de estar salvados, en el peor de los casos dejábamos todo y en un día estábamos en el refugio Gorra Blanca", recordó. Por fortuna no fue necesario abandonar la travesía.
    Allí se cruzaron a las primeras personas de la travesía, eran andinistas que guiaban a turistas en la tradicional excursión de la Vuelta del Hielo, que se realiza del lado chileno caminando sobre los glaciares.

    Siguieron con la dificultad de bajar el kayak para ingresar al Glaciar Marconi por lo que tuvieron que idear un rapel para trasladarlo en el terreno escarpado. Fueron dos tramos de 60 metros pronunciados y emprendieron un trekking hasta Chaltén, por el sendero de la laguna Eléctrico.
    Un descanso en el poblado de Chaltén fue un aliciente, sobre todo encontrar a un conocido de la infancia que les permitió alimentarse en su restaurante. Leonardo y Roberto recargaron energías y volvieron a la travesía. El kayak fue arrastrado por el sendero Piedra del Fraile hasta el río De las Vueltas que lo navegaron con mucho cuidado porque había poco caudal y muchas piedras.

    Ya estaba cerca y el kayak fue lanzado en las aguas del lago Viedma desde la Bahía Túnel, donde solo pudieron remar 10 kilómetros, el viento lo impedía y debieron armar un nuevo campamento detrás de una mata de calafate. El segundo día fue más que productivo, fueron 75 kilómetros de remo hasta el río La Leona y de ahí empalmaron por el río Santa Cruz, atravesando a lo ancho la provincia del mismo nombre -con paradas en estancias abandonadas- hasta llegar nuevamente con la pala de los remos a tocar agua salada, esta vez ya en el Océano Atlántico.
     


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