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El atleta que se siente "campeón de la vida"
 


A Hernán Barreto lo llevaron, literalmente, de las orejas a una pista de atletismo.

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  • A Hernán Barreto lo llevaron, literalmente, de las orejas a una pista de atletismo. Norma Mayol, su profesora de educación física, lo tomó del lóbulo y lo arrastró hasta el club donde comenzó a entrenarse. Cuando empezó a correr, la situación en su hogar era muy compleja: pasaba hambre y sufría violencia física y psicológica por parte de su padre. Ahora le sobran razones para sonreír. En el Estadio Olímpico, Barreto ganó su segunda medalla de bronce en los Juegos Paralímpicos de Río de Janeiro 2016, al terminar tercero en los 200 metros T35: es la tercera que consigue, luego del bronce obtenido en Londres 2012 y la que consiguió el viernes llegando tercero en los 100 metros.

    Al zarateño Barreto, a quien una parálisis cerebral le afectó las piernas y, en menor medida, sus brazos, quiere que lo llamen "La Fiera", como en Londres. Marcó un tiempo de 26s50 y logró igualar su ubicación conseguida en los Paralímpicos pasados. En la final quedó detrás del ucraniano Ihor Tsvietov, ganador de la medalla de oro, y del brasileño Fabio Da Silva Bordignon.

    Cuando en su casa escaseaba la plata y comida, era jardinero. Cortaba el pasto y limpiaba la pileta de un vecino. La changuita le servía para comprar una bolsa de azúcar, un paquete de yerba o un kilo de pan. "Más allá de mi dificultad, siempre salí a pelearla. Hoy estoy orgulloso de la persona que soy y que mis hermanos me vean triunfar en la vida", dice la Fiera, de 25 años.

    Barreto no solo pasó hambre. Su padre lo maltrataba física y psicológicamente. "Todo lo que me hizo no se lo merece nadie; tampoco formó a la persona que soy. A mi hija jamás le haría algo así. A los hijos hay que acompañarlos, guiarlos y respetarlos. Estoy feliz con mi vida y a mi padre no le guardo rencor, pero me gustaría que algún día se arrepintiera de lo que me hizo, más allá de que el dolor seguirá persistiendo. Lo voy a recordar por siempre, para ver hasta dónde llegué y cómo llegué". Un día, siete años atrás, llegó el alivio: su padre se fue de la casa.

    "El deporte me hizo crecer y entender que las cosas a veces cuestan, pero si unos las quiere, las consigue. Más allá de las medallas sorteé muchas barreras para estar acá y pararme como un campeón de la vida" reflexiona.

    A pesar de haberse colgado dos metales en su cuello, Barreto cuenta que a los Juegos no llegó bien desde lo físico: "Hace tres meses no me veía estando en un podio. Tuve una lesión en el isquiotibial derecho que me llevó gran parte de mi preparación. Todo eso le otorga un valor muy significativo. Más allá del color, las dos medallas son súper importantes, porque en quince días me pude poner al nivel de estos monstruos".

    Otros argentinos participaron en la final de los 200 metros. Diego Martín González finalizó cuarto, mientras que Nicolás Aravena se ubicó sexto y se llevaron sus respectivos diplomas por culminar dentro de los ocho mejores. "Hay que terminar la competencia para ser olímpico y mis compañeros lo hicieron", cierra Barreto, recordando la frase del maratonista Federico Bruno, quien terminó acalambrado en los 42 kilómetros de los Juegos Olímpicos de Río.
     


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