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El adiós al gran atleta argentino Osvaldo Suárez
 


Detalle de la tapa de la Revista El Gráfico.

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  • A la edad de 83 años -había nacido el 17 de marzo de 1934- murió este viernes 16 de febrero el gran Osvaldo Suárez, uno de los más notables atletas argentinos de todos los tiempos, múltiple campeón y medallista nacional, sudamericano, iberoamericano y panamericano, que paseó toda su calidad, jerarquía y coraje por las pistas entre las décadas del 50 y 60. Y posteriormente a su retiro, siguió brindando sus consejos, sus enseñanzas, su aliento a las nuevas generaciones y su caballerosidad a las nuevas generaciones, siempre con su distintiva humildad.

    Osvaldo Suárez fue el heredero directo de las notables dinastías del fondismo argentino, aquella que llegó a la gloria olímpica con Juan Carlos Zabala en Los Angeles (1932) y Delfo Cabrera en Londres (1948), y a la medalla de plata de Reinaldo Gorno en los Juegos de Helsinki en 1952.
    Justamente por esa época comenzaba la andadura de Osvaldo por las pistas y acompañó a Gorno en sus entrenamientos y giras europeas entre 1954 y 1955, bajo la guía técnica de Alejandro Stirling, el mismo que había dirigido a Zabala.

    Suarez trabajaba desde muy chico en la lavandería de su padre, en Wilde. Y casi por casualidad llegó al atletismo, tras anotarse en una prueba de 8 kilómetros que organizó el Indio Fútbol Club de esa localidad. Logró el segundo puesto y luego comenzó a entrenar más intensamente, primero con Carlos Boccanegra en Esperanzas de Sarandí y luego en Independiente bajo la conducción de Gumersindo González.
    Pronto demostró sus grandes condiciones y debutó en el Campeonato Sudamericano de Mayores de Buenos Aires en 1952 con apenas 18 años, ocupando el 6° puesto en los 1.500 metros. Un año después se dedicó a las distancias más largas y logró una marca de 31m.38s.8 que fue el récord mundial sub20.

    En los Juegos Panamericanos de México en 1955, Suárez sorprendió a experimentados rivales para ganar los 5.000 y 10 mil metros, sin sufrir por la altitud de la ciudad. Y tenía grandes esperanzas para competir en el maratón olímpico de Melbourne, en 1956. Sin embargo, una absurda sanción del Comité Olímpico nacional -intervenido por el régimen militar de esa época y aludiendo a presuntas simpatías políticas de Suárez y otros deportistas- lo dejó fuera de los Juegos. Un dolor que se mantendría por toda su vida, aunque prefirió dar vuelta la página: y una vez levantada dicha sanción, retornó a las pistas para producir un ciclo impactante de récords y títulos, siempre brindándose al máximo por la camiseta argentina, a la que defendió en todos los Sudamericanos hasta fines de los 60 (fue prácticamente imbatible en los 5.000, 10.000 y maratón, hasta lograr su último y celebrado título ante una multitud en Parque Chacabuco), en 1967.

    La popularidad de Suárez se cimentó en sus tres victorias consecutivas en la más importante corrida de calle de Latinoamérica, la Travesía de San Silvestre, en Sao Paulo, donde triunfó en 1958, 1959 y 1960, superando a fondistas de primer nivel mundial.
    También fueron recordados sus duelos en la pista con su amigo Walter Lemos -se turnaron para batir el récord sudamericano de los 10 mil metros.
    Revalidó aquel oro panamericano de 10 mil metros en los Juegos de Chicago (1959), donde también logró la medalla de plata en 5.000. Y cuatro años más tarde, en Sao Paulo, fue campeón de 5.000 y subcampeón de la distancia doble, totalizando así seis medallas, algo que ningún otro argentino ha logrado en dichos Juegos. Aun participó en Winnipeg (1967) con un quinto puesto.

    Arrasó con todos los récords nacionales y sudamericanos, desde los 3.000 metros hasta el maratón. Y volvió a abordar esta distancia para los Juegos Olímpicos de Roma, en 1960, los que marcaron el célebre triunfo de Abebe Bikila, el etíope de los pies descalzos. Y aunque Suárez sufrió un malestar físico a partir del kilómetro 25 consiguió el 9° puesto con un récord sudamericano de 2h21m26s, una marca que permaneció imbatida en su país por casi dos décadas.
    Pocas semanas después de aquellos Juegos, acudió al primer Iberoamericano, realizado en Santiago de Chile, donde logró el triplete: 5.000, 10.000 y maratón. Y revalidó los dos títulos de pista en 1962, en el estadio Vallehermoso en Madrid, cuando ya era una celebridad atlética, un verdadero ídolo en las pistas.

    Los récords sudamericanos que terminó fijando en 14 minutos y 5 segundos para 5.000 metros (San Sebastián 1960) y 29m.26s. para 10 mil (Praga 1964), en sendas giras europeas, recién fueron mejorados en la región por el colombiano Alvaro Mejía, mientras que a nivel nacional permanecieron intocables hasta octubre de 1980.

    Concretado su retiro a comienzos de los 70, Suárez permaneció trabajando por mucho tiempo como entrenador y guía de jóvenes atletas. Y también en el departamento de relaciones públicas de Adidas, donde desarrolló con Domingo Amaison una intensa campaña de apoyo a los atletas. También fueron los impulsores del Maratón de la Ciudad de Buenos Aires, que se ha convertido en el más importante de Latinoamérica.
    Sus enseñanzas y su ejemplo, su entrega y su calidad, aquellas marcas y la popularidad que le dio al atletismo nacional, serán valores inolvidables en la Argentina.

     


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