Comodoro Rivadavia - Chubut Argentina
"Capital del Viento"

Economía

Un Mundo a Hidrógeno

UN MUNDO A HIDROGENO

En el siglo XXI, Argentina exportará viento.

El techo: los monopolios eléctricos.

Petroleras: suben ahora o pierden el tren.

El águila y los ingenieros.

Revolución silenciosa.

John Bockris

Algún día el aire ciudadano volverá a ser respirable gracias a John Bockris.

CONGRESO DE HIDROGENO.

Cambio climático global.

Premios por inventar el futuro.

Cesare Marchetti, máximo profeta de la energía, nos contó el futuro.

 


En el Siglo XXI, Argentina exportará Viento.

El hidrógeno es el único combustible verdaderamente limpio, el único capaz de terminar con la era de los hidrocarburos, de la polución atmosférica y del calentamiento global.

Sin embargo, hasta hace unos años era demasiado difícil, caro o ineficiente de fabricar, almacenar y quemar, y estaba recluido a renglones raros de la economía, como mover cohetes "pesados" de satelización: el Energía (ruso), Ariane IV (europeo), H2 japonés, y el conocido Taxi Espacial de la NASA.

Pero en los últimos cinco años hubo una maduración tecnológica espectacular de todo esto, y el hidrógeno, que ya mueve colectivos en Alemania, se empieza a meter en la economía real y cotidiana del mundo, peleándoles nichos de mercado a los hidrocarburos.

La Argentina podría ser la primera beneficiada. Tiene el potencial de ser el mayor productor mundial de hidrógeno "eólico", porque los vientos de la Patagonia son los de mejor calidad del planeta en locaciones continentales, y los de costa bonaerense no andan muy por debajo.

El enlace viento-hidrógeno es doble: la turbina eólica, llamada por casi todo el mundo "molino", produce electricidad, y ésta rompe las moléculas de agua en un electrolizador, con lo que se obtiene hidrógeno y oxígeno puros.

Estas dos tecnologías ya existen, son baratas, y pueden dar vuelta el negocio de la energía en nuestro país. Aquí la capacidad instalada en molinos conectados a redes eléctricas creció casi un mil por ciento en los últimos siete años; aunque todavía es marginal:
representa algo menos de la milésima parte de la capacidad nacional de fabricación.

Sin embargo su techo teórico, fijado por límites técnicos, es de un tercio de este total:
hay mucho margen para crecer.

El boom eólico argentino está chocando contra dos techos: uno legal (el marco regulatorio eléctrico) y otro económico (el subsidio encubierto de los combustibles fósiles).

Sin embargo, sigue creciendo por la fuerza de las cosas, y probablemente ahora lo hará un poco más al relativo calor de una ley de promoción aprobada a principios de junio tras un tenaz "lobby" por parte de Greenpeace y varias cooperativas eléctricas.

El asunto es que la fabricación de hidrógeno, en lugar de electricidad, les permitiría a los operadores de molinos eólicos saltar olímpicamente sobre los obstáculos actuales.

Entre otras cosas, por datos geográficos.

El doctor Carl Jochen, representante de la firma alemana Energon, es taxativo: "Si hacemos los números, la Patagonia por sí sola está en condiciones de generar suficiente energía como para abastecer al mundo entero en los actuales niveles de consumo". Jochen está hablando de todo el consumo energético humano en todo el planeta.

¿Está loco el experto alemán? Probablemente no. ¿Y de qué números habla? El doctor Erik Spinadel, asesor de Naciones Unidas y profesor de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires, los tiene a mano:
"Si exportamos hidrógeno eólico licuado en barcos-tanque a Sudáfrica y Lejano Oriente —dice el especialista—, podemos ser el Kuwait del siglo XXI. ¿Por qué? Cuando nos comparamos con otros dos productores posibles, combinamos un mejor recurso con fletes menores".

Hoy el hidrógeno canadiense resulta el más barato del mundo. Es de origen hidroeléctrico, y mueve autobuses en Hamburgo a un precio que oscila entre los 125 y 171 dólares el metro cúbico.

Como dicho volumen viene a tener el mismo rendimiento energético que 200 litros de nafta súper, resulta que el hidrógeno canadiense anda entre un 40 y un 15 por ciento debajo del precio de la nafta súper argentina.

La conclusión de Spinadel:
"Como proveedores potenciales de Europa o los Estados Unidos, tal vez Canadá tenga mejores precios.
Pero en China, Japón, el resto del Lejano Oriente y Sudáfrica podríamos ser imbatibles".

En los cálculos de Spinadel no entran dos variables nuevas: una técnica (los nanotubos, como almacenadores) y otra económica: Brasil tiene hambre de energía, poco petróleo, y no mucho viento.

El siglo XXI será el del hidrógeno, como éste lo fue del petróleo, como el XIX lo fue del carbón.

Es común, entre los chinos, maldecir a alguien deseándole que sus hijos vivan en tiempos interesantes.

Entre guerras por yacimientos y atmósfera contaminada, las firmas petroleras nos dieron un siglo XX especialmente interesante. Tal vez el hidrógeno les dé a nuestros hijos un siglo XXI más aburrido.

Y, eso sí, mucho más limpio.

Arriba
 


 


El techo: los monopolios eléctricos

La capacidad eólica instalada argentina creció un 800 por ciento en apenas cinco años, cosa que hizo de este país el más movido a viento de Sudamérica.

¿Por qué?

Obligadas a planificar a largo plazo, las cooperativas eléctricas locales ven que la Argentina se come rápidamente sus reservas de petróleo y gas.

Pero en la Patagonia y la costa bonaerense, el viento es gratis, casi el mejor del mundo, no se acaba, los molinos siguen bajando de precio y acaba de aprobarse la llamada "ley Greenpeace".

En lo central, ésta reembolsa a los proveedores eólicos un centavo por cada kilovatio/hora generado (dinero que ponen los fabricantes de electricidad que queman hidrocarburos).

Así las cosas, las cooperativas deberían pasarse a lo eólico con armas y estandartes.

¿Pero las van a dejar?

"Esto tiene un techo artificialmente bajo: el marco legal de las privatizaciones eléctricas, que es sumamente monopólico", acota el doctor Erik Spinadel, experto en energías alternativas de las Naciones Unidas y la Universidad de Buenos Aires.

La ley actual fija que las cooperativas puramente distribuido ras, las que al momento de las privatizaciones no tenían capacidad de producción eléctrica propia, deben quedar en esa condición.

"Si esto no se altera, la Argentina eólica muere en la cuna", dice el especialista.

Pero hay más: las cooperativas que sí pudieron comprar molinos ahora se encuentran con que las firmas EDEA y EDES, resultantes de la privatización de ESEBA, les compran —si quieren— la electricidad a tres centavos el kilovatio/hora, algo así como dos debajo de su costo real de producción, obtenido por un subsidio encubierto: la Argentina regala su gas.

Arriba
 


 


Petroleras: suben ahora o pierden el tren

Durante cincuenta milenios la humanidad quemó un combustible renovable: leña, que no inyecta carbono en la atmósfera, porque el del humo vuelve a transformarse en más leña gracias a la fotosíntesis vegetal.

La Revolución Industrial, construida en base al quemado de carbono fósil, desequilibró las cuentas y está causando problemas graves en la química de la atmósfera, lo que lleva al recalentamiento planetario.

La idea de los expertos es convencer a las petroleras de que lideren el camino hacia el único combustible renovable compatible con la industria y el transporte: el hidrógeno.

El problema más crítico de este gas fue siempre el almacenamiento en alta densidad y a bajo costo, asunto en vías de resolverse.

Encerrado el hidrógeno en tanques de gas licuado o en nanotubos de carbono, ¿se dejarán encerrar las petroleras? Estas firmas tienen todo el poder hoy, pero ejercen una actividad insostenible a largo plazo, tanto en lo ecológico como en lo político, y el mundo les está empezando a hacer frente.

Esto, y el hecho de que el petróleo se agotará alrededor del año 2050, tal vez las empuje a un noviazgo glacial y de apuro con el hidrógeno, pero este hecho todavía no sucedió.

Nejat Veziroglu, presidente de la Asociación Internacional para la Energía del Hidrógeno, invitó públicamente a las petroleras a la conferencia que empieza mañana en Buenos Aires por cinco razones:

1) Todas las automotrices tienen prototipos de autos y colectivos a hidrógeno.

2) La celda de combustible Ballard, mucho más eficiente que el motor a explosión, entra al mercado en tres años.

3) El estado de California obliga por ley a que en el 2001 el cinco por ciento de la flota automotriz tenga "emisión cero" de carbono.

4) Hay que evitar el desquiciamiento del clima mundial.

5) Si las petroleras no se suben ahora al tren del hidrógeno, éste seguirá solo —al principio despacio, con menos capitales y más enemigos—, pero les terminará pasando por encima.

El cuarto argumento carece probablemente de interés para las petroleras. Pero el quinto promete ser seductor.

Arriba
 


 


El águila y los ingenieros

Los nanotubos de carbono pertenecen a la novedosa familia química de los fulerenos, descubierta en 1991 por el químico estadounidense Robert Curl, hijo de un predicador, hombre avejentado, longilíneo, desgarbado, distraído e inmensamente miope.

Pero tanta miopía esconde a quien, en lo suyo, es un águila: trescientos años de química científica llevaron a que nos enseñaran en la secundaria que el carbono puro tiene sólo dos estados de agregación: el grafito y el muy caro diamante.

En realidad, el tercer estado son los fulerenos, moléculas huecas con forma de pelotita o de tubito, abundantes hasta la banalidad en los humos industriales.

Pero nadie los descubrió, hasta que llegó Curl, y se ganó con ello un premio Nobel.

Perfil entrevistó a Curl cuando todavía era "un diario en construcción", hacia fines de 1997 y en ocasión de un viaje del estadounidense a Buenos Aires.

En el curso de una de las tantas conferencias que le organizó la Universidad de Buenos Aires, Curl se enfrentó una y otra vez con la misma pregunta, formulada hasta el cansancio por centenares de tipos eminentemente prácticos: ingenieros y médicos.

"¿Para qué sirven sus fulerenos, doctor?"

Curl los miraba con asombro desganado por sobre sus anteojos de traste de sifón: "Son fascinantes", contestaba: "¿Además tienen que servir para algo?".

En realidad, sirven para tantas cosas que son casi una solución en busca de un problema:

La rigidez de los nanotubos los vuelve ideales para reforzar plásticos compuestos, pero son demasiado más caros que las fibras de vidrio.

También conducen la electricidad sin resistencia, pero las cerámicas superconductivas son más baratas.

En realidad, los nanotubos son horriblemente caros: un kilogramo cuesta, hoy por hoy, un millón de dólares.

Pero los nanotubos ya han encontrado su problema, y lo resuelven increíblemente bien:

Se embeben de gas hidrógeno y lo acumulan en altísimas densidades a temperaturas y presiones no muy distintas de las del sitio donde usted lee este diario, cosa que descubrió el Laboratorio Nacional de Energías Renovables de Golden, Colorado, casi sobre el cierre de 1997.

Con el auto no contaminante y con cinco mil kilómetros de autonomía como premio, la apuesta de hoy es abaratar los nanotubos.

Arriba
 


 


Revolución silenciosa

El hidrógeno es el elemento más liviano de la química, y el más abundante en el universo.

Se obtiene a bajo costo de distintas fuentes, de las cuales la más barata es el agua, y se combina espontáneamente con el oxígeno para formar... más agua: su ciclo de fabricación y combustión, elegantemente cerrado, no contamina la atmósfera.

La asignatura pendiente del hidrógeno para competir contra el petróleo es el almacenamiento en alta densidad: siendo tan liviano, comprimirlo es impráctico, y licuarlo supone perder un 12 por ciento de su energía en la refrigeración necesaria (hay que llegar a 253 grados bajo cero).

El almacenamiento en tanques de nanotubos de carbono baratos probablemente sea el trampolín para que el hidrógeno pase al frente.

Entre tanto, tiene otros modos de llegar a casa.

En 1997, el vicepresidente estadounidense Al Gore pidió a las Naciones Unidas un estudio de fabricación de hidrógeno eólico en la Patagonia, a escala de planta de demostración, con una inversión de 100 millones de dólares.

El material fabricado sería enviado a Buenos Aires por alguno de los gasoductos troncales existentes, diluido al 10 por ciento con metano.

Podría ser que el año 2001 vea a los porteños quemando algo de hidrógeno en sus cocinas y estufas de gas, lo que redundará en una combustión un poco más limpia, ningún cambio visible en el tipo de llama, y nada más.

Tal vez no sepan que están encabezando una revolución técnica, lo cual es lógico: suelen carecer de dramatismo.

Al principio, al menos.

 


Artículo: Diario "Perfil".
Autor: Daniel E. Arias.

 


Arriba
 


 


 


 


 


Congreso de Hidrógeno

 


Cambio climático global

Julio Verne imaginó hace un siglo un mundo movido en base a hidrógeno.

Hoy ese mundo se está volviendo realidad en la visión y acción de los participantes de la XII Conferencia Mundial de Energía del Hidrógeno, que clausuró sus sesiones la semana pasada en Buenos Aires.

Pero no todo es cosa de ingenieros y científicos: la política y la economía también pueden impulsarse por hidrógeno, y empiezan a hacerlo.

Una de las preocupaciones principales por las cuales deben cambiarse las fuentes de energía es el cambio climático global, que recientemente fuera discutido en la famosa (y, para muchos, fallida) reunión de Kyoto.

Sobre este y otros temas habló en la conferencia porteña Christopher Flavin, vicepresidente de la influyente organización Worldwatch, y cuyo último libro, Power surge, se publicita como "una guía para la revolución energética que viene".

En particular, Flavin se interesa en los arreglos políticos relacionados con el cambio climático global.

Si bien el siglo XX fue el de las energías basadas en combustibles fósiles, actualmente existe una gran colisión entre las necesidades energéticas de un mundo con 6000 millones de personas y la capacidad ecológica del planeta para mantener el ciclo del carbono, además de soportar la enorme carga de contaminación que trae bajo el brazo su libre emisión en la atmósfera.

"Vamos a necesitar una reducción del 80% en la emisión de CO2 para mediados del siglo próximo.

Combinando esta cifra con las proyecciones del crecimiento poblacional, no queda otra que eliminar totalmente la economía de combustibles fósiles, tal vez en menos tiempo del que llevó desarrollarla", advirtió el especialista.

Este tipo de declaración habría resultado más que interesante a las principales firmas petroleras invitadas a la Conferencia, pero faltaron todas salvo la Shell, hoy por hoy la única que está invirtiendo dinero en el tema hidrógeno.

Flavin está de lo más preocupado con las conclusiones de la reunión de Kyoto: "No sólo faltan cosas, sino que se requiere de soluciones más rápidas; tal vez a fin de año en la reunión de cambio climático global en Buenos Aires se logre algún avance".

Es como para preocuparse: no sólo países como EEUU, Canadá y Japón tienen una alta emisión de CO2 per cápita, sino que los países en desarrollo han aumentando su emisión en un 30-40% en los años '90 (aunque ha y que destacar que partieron de niveles mucho mas bajos).

Flavin destacó que "estamos moviéndonos exactamente en la dirección contraria a la que corresponde", aunque la Unión Europea parece estar haciendo un mejor trabajo en el control de sus emisiones.

En la reunión de Kyoto, justamente, hubo grandes divergencias entre Europa (que pretendía una caída de la emisión de gases de "efecto invernadero") y los EEUU, que propuso estabilizarse a partir de los niveles de 1990.

Lo curioso es que dado que estas medidas son globales, se pueden "comerciar" niveles de reducción de emisión de CO2: un poco más vos, un poco menos yo, un poco más aquél. Como signos un poco más alentadores, Flavin destacó esto: "En la Unión Europea, la energía solar crece a un ritmo del 16% anual, y la eólica al 25%. Se puede ser más optimista".

Arriba
 


 


Premios por inventar el futuro

Se entregaron por primera vez los premios de la Asociación Internacional de Energía del Hidrógeno. A continuación algunos de los favorecidos.

And the winner is...

Premio William Grove (aportes en electroquímica, en honor al inventor de la celda de combustible): compañía Ballard Power Systems de Canadá, por su liderazgo mundial en la investigación y desarrollo de celdas de combustible.

Premio Julio Verne (aportes en general): John O' M. Bockris (Estados Unidos), por su labor pionera en sistemas solares de energía del hidrógeno y electroquímica de celdas de combustible, y Cesare Marchetti (Austria), por el concepto de economía del hidrógeno e idear las "islas energéticas para producción de hidrógeno por energía nuclear".

Premio Akira Misui (aportes relacionados con biología, en honor a quien desarrollara la producción de hidrógeno a partir de biomasa): declarado desierto.

Premio Konstantin Tsiokolovsky (por uso del hidrógeno líquido como combustible de cohetes): la NASA.

Arriba
 


 


Cesare Marchetti, máximo profeta de la energía, nos contó el futuro

Uno de los personajes que se dejó ver por la XII Conferencia Mundial de Energía e Hidrógeno es Cesare Marchetti, un italiano que actualmente trabaja en Viena y recuerda con cariño los años que pasó en la década del '50 en la hoy atribulada Comisión Nacional de Energía Atómica de la Argentina (CNEA).

Marchetti parece estar simultáneamente en todas las sesiones, como un Zelig de la ingeniería que continuamente propone nuevas y polémicas ideas.

"Estoy preocupado con la generalización de la filosofía new age en la ciencia": ser feliz, pensar en pequeño, seguir hablando", confiesa.

"Cada sistema tiene su tamaño ideal, y en muchos casos conviene pensar en grande".

Hace ya un cuarto de siglo que Marchetti se hizo famoso por las curvas que llevan su nombre, en las que traza una evolución de las fuentes de energía, que no solamente indican la fuente más utilizada, sino también, en palabras de su inventor, "el ascenso y caída de los imperios".

La idea de Marchetti era poder predecir los cambios que llevarían al uso de nuevas formas de energía, y para ello tomó prestadas las ecuaciones de la competencia entre poblaciones animales para modelizar el porcentaje relativo de las diferentes fuentes en el mercado a lo largo de los años.

Dentro de ciertos límites, el sistema funcionó bastante bien, mostrando esta "evolución de la sustitución de las fuentes de energía", que entre principios de siglo y mediados del próximo habrán pasado por madera, carbón, gas natural, petróleo, energía nuclear e hidrógeno, según las predicciones.

La base sociológica de esas sustituciones sería que las innovaciones tecnológicas vienen en "mareas" cuya distribución no es azarosa sino que puede predecirse en el tiempo, con una extraña frecuencia de unos 55 años entre las crestas de ola.

Pero Marchetti también piensa en términos prácticos, y al menos puede decirse que provoca encendidas discusiones.

Una idea que viene desarrollando hace rato es la de las islas energéticas, que ejemplifica con planos de un proyecto en la isla de Cantón en el Pacífico Sur.

Cada isla estaría provista de centrales nucleares capaces de producir un terawatt/hora (10.000 millones de kilowatts/h, la décima parte de las necesidades mundial es: ¡con diez islas, todos contentos!).

Con este "hardware", se fabricarían el equivalente térmico de 500 millones de toneladas de petróleo, pero en hidrógeno.

Que se transportaría obviamente en barcos-tanque (y aquí Marchetti muestra los planos navales, por supuesto, de diseño propio), y de ahí a casita.

Pero las centralillas nucleares tienen algunos problemas, objeta el respetable público:
deben ser refrigeradas, y necesitan mucho, pero mucho uranio.

Marchetti sonríe con cara de que se las sabe todas y hace números: "Al estar en el mar los aparatos, se aprovechan las corrientes oceánicas para refrigerarlos.

Y el mismo océano es una excelente fuente de uranio que se puede recuperar, y vender el excedente".

Con una inversión de 50.000 millones de dólares, Marchetti afirma que los japoneses están entusiasmados y ya este año van a operar en la recuperación de uranio disuelto en el océano.

Mientras tanto, los de Greenpeace se comen las uñas hasta saber la próxima idea de Zelig Marchetti.

Artículo: Diario "Perfil".
Autor: Diego Golombek.

 


Arriba
 



 
Hidrógeno
Economía
Página Principal