Comodoro Rivadavia - Chubut Argentina
"Capital del Viento"

Economía

La máquina de hacer riqueza
 


La Argentina nació y se desarrolló en su primer siglo como una gran máquina de generar riqueza.

La Argentina nació y se desarrolló en su primer siglo como una gran máquina de generar riqueza: agrícola, energética, mineral, turística y humana.

¿Por qué esta máquina no funciona en la actualidad?. ¿Cómo el mismo capital humano que describimos como riqueza puede ser la causa del empobrecimiento?. No tenemos una respuesta final a esta pregunta, pero pareciera que hay un divorcio entre el común de los argentinos, trabajador, sensato y veloz para aprender y la clase que toma decisiones que afecta al conjunto.

Hay un gran error de concepto esparcido en gran parte de la población y que en nuestro país los partidos políticos tradicionales se han ocupado de difundir, lamentablemente, con el apoyo de muchos medios que no cumplieron su rol de esclarecer: se asume que la riqueza está, y si a alguien le falta, es cuestión de buscar quién la tiene y sacársela.

Este error es posiblemente consecuencia de nuestra historia; primero, cuando los conquistadores vinieron en busca del oro y la plata que estaban en algún lugar, y en una etapa posterior, cuando un grupo pequeño de personas tenía gran parte de la riqueza, que en ese momento tenía la forma de tierra, que es algo real y visible. Pero en el mundo actual, no es así.

La riqueza no es algo que está sino que es algo que se produce y usa continuamente. No es un stock que se puede encontrar para repartir sino que es un flujo que se genera y distribuye, mal o bien (depende de nosotros), pero que fluye.

Y esta diferencia, entre algo que está, y algo que hay que sostener, es la que debemos entender para no equivocarnos en lo que debemos lograr: tenemos por delante la titánica misión de reconstruir, y luego cuidar para que crezca, lo que tenemos como gran fortuna los argentinos: la máquina de producir riqueza.

Esta máquina es un sistema, un conjunto de elementos que se vinculan unos con otros, con gran complejidad. La integran (en un cierto orden cronológico) gente que tiene ideas y ganas de hacer y de arriesgar (entrepreneurs o empresarios, locales o extranjeros); dinero para adquirir y financiar los emprendimientos; un sistema financiero que canaliza el dinero desde los que lo quieren ahorrar conservadoramente (!) hacia los que lo invierten en sus proyectos; gente que trabaja como empleados (profesionales, administrativos u operarios) en tareas encomendadas por los que dirigen los emprendimientos según su criterio para optimizar su proyecto; gente que provee de bienes y servicios a los anteriores, que lo pueden afrontar con la retribución que reciben por trabajar en las empresas; alguna gente (funcionarios públicos) que no provee bienes y servicios y que no trabaja en los proyectos, pero que ayuda a los demás a educarse, a estar seguros y a tener salud.

De lo anterior surge algo muy importante: el origen del flujo de riqueza es el hombre (o empresa) que tiene un proyecto que va a dar trabajo a otros. Y al cual no se lo puede obligar. Ser empresario (o invertir) es voluntario.

Y contribuir a crear esa voluntad es tarea de todos, en particular del gobierno, quien debe preservar las instituciones que dan la confianza que permite poner en práctica, racionalmente, a la voluntad de arriesgar.

Los últimos gobiernos no entendieron que debían inyectar energía a la máquina para que el sistema se amplíe. En su voracidad e ignorancia han quitado las ganas de emprender o invertir a quienes son el origen de todo; han quitado el dinero que les permitía hacer funcionar la máquina; han ahora destruido el mecanismo que canaliza los fondos necesarios, sea porque la gente ya no ahorra, sea destruyendo los bancos.

Por qué: porque buscaron la receta facilista, obtener más dinero que el que merecían tener de donde presumían que estaba. No alcanzó porque si se deja de generar riqueza, ésta se acaba pronto.

Para corroborar este concepto de flujo miremos la economía americana: los EE.UU. son un país rico, nadie lo duda, pero no porque tenga territorio más rico (en relación con la población) que nosotros. Sino porque funciona a todo vapor la máquina.

Y el americano medio es rico no porque atesora sino porque consume, usa, vive. Consume porque tiene confianza, y ayuda a mantener en marcha la máquina. Esa que nosotros supimos destruir.

Por dónde pasa entonces la posibilidad de reconstruirla: por entender que el basamento del bienestar es crear, sostener y hacer crecer las actividades empresariales porque ellas son la única fuente de un flujo continuo y creciente de riqueza que puede llegar a todos.  


Cambio de actitud

Para eso necesitamos encarar dos cambios básicos: uno actitudinal: no puede considerarse enemigos a quienes invierten sino que hay que generar el ambiente que les dé confianza a quienes tengan sueños y ambiciones para que se animen a concretarlos, pues de allí surgirá la riqueza genuina.

Y otro económico: la riqueza tiene que seguir aceitando esa maquinaria y no fluir hacia el Estado improductivo. Hay que oponerse intelectual y prácticamente a toda medida que saque el dinero del sector privado y lo vuelque hacia funciones no productivas. Todo esto sin dejar de controlar y aplicar las leyes que debe seguir el sector privado.

Qué puede hacer la población en este sentido: identificar al momento de votar a líderes conectados con la realidad y que entienden cómo funciona el mundo porque somos parte de él. Y no plegarse al discurso facilista de presuntos dirigentes que nunca han logrado generar riqueza y no entienden cómo se hace porque nunca han dirigido una organización.  


Fuente:
* Socio de Korn Ferry Argentina Diario BAE (01/04/2002)

 



 
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