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La historia de la heladera más famosa de la Argentina
 


La producción de la heladera SIAM sucedía en las instalaciones de la fábrica SIAM Di Tella, ubicada en Avellaneda desde 1929.

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  • "Porque de pronto usted siente sed, mucha sed. Y casi automáticamente abre la puerta, mira con avidez y... ese momento es muy importante. Usted todavía no ha bebido ninguna de las bebidas heladas que hay allí pero ya está disfrutando de su heladera. Una heladera con capacidad racionalmente aprovechada, diseño funcional, equipo super probado. Una heladera que trabaja siempre, puntualmente, siempre; mientras usted ni se acuerda de que la tiene. Hasta que siente sed".

    Y efectivamente, a uno se le hacía agua la boca. La publicidad, de 1968, fue una de las tantas que logró posicionar a la heladera SIAM como un aliado imprescindible en la cocina. Las distintas definiciones de la marca (algunas tautológicas, todas auto-referenciales), se volvieron mantras repetidos por los mismos usuarios: "Siam es Siam", "Siam: la marca mayor", "Las heladeras de calidad", "Cuando se dice heladera se dice SIAM", "¡Argentina…y a mucha honra!". Breve pasado y futuro de un ícono nacional.

    La Sección Industrial de Amasadoras Mecánicas (en su sigla menos conocida: Sociedad Italiana de Amasadoras Mecánicas) -SIAM- fue fundada por Torcuato Di Tella y los hermanos Allegrucci en 1911. En respuesta a la ordenanza municipal que obligaba a las panaderías a tener amasadoras mecánicas, patentaron la primera máquina de amasado: fue concebida en un garaje ubicado en el Once, un 27 de diciembre de 1910. El desafío era construir un artefacto capaz de superar a la versión importada y hacer una primera entrega de 700 máquinas en Buenos Aires. El éxito de la misión dio inicio a una compañía que supo ser sinónimo del país: para mediados de siglo era la más grande de América Latina y había creado el clásico automóvil SIAM Di Tella 1500, la moto Siambretta y las heladeras de uso comercial y familiar.

    La producción de la heladera SIAM sucedía en las instalaciones de la fábrica SIAM Di Tella, ubicada en Avellaneda desde 1929. Si bien una de las promesas de la millonaria pauta publicitaria rezaba "Lo que puede hacer una máquina no debe hacerlo una mujer", al comienzo hubo resistencia: la heladera eléctrica generaba desconfianza y desconcierto, en algunos casos hasta temor. Sin embargo, una vez que los dueños de casa la probaban durante unos días, la adoptaban como un integrante más de la familia. En sólo cuatro años (de 1934 a 1938), la venta de heladeras creció de 480 a 5480 unidades anuales. Para 1948, SIAM fabricaba 11 mil heladeras al año; una década más tarde, su productividad ascendió a 70 mil unidades anuales.
     


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    El gabinete era confeccionado en chapa de acero y las puertas obtenidas por medio de una prensa de 800 toneladas que las estampaba por presión hidráulica; luego eran trabajadas en una segunda prensa que embutía metales. En la siguiente etapa eran pulidas y sopleteadas con esmaltes sintéticos y luego horneadas a altas temperaturas para darle la terminación enlozada. El interior era revestido con lana de vidrio para conservar el frío.

    La evolución del modelo original incorporó inéditas transformaciones para la época: cerradura con llave, porcelana a prueba de ácido, saca hielo a palanca y estantes corredizos y regulables, entre otros. La SIAM "Sello de oro" se tomó todos estos compromisos muy en serio: "Tiene el deber moral de ser siempre el ‘leader’, porque por algo fue también el ‘pioneer’ de la Industria de la Refrigeración Eléctrica en el país". Si quedaba alguna duda, podía solicitarte el librito "¿Por qué cada familia necesita un refrigerador SIAM?". El modelo bautizado informalmente como "Bolita" por la esfera que remataba su manija, marcó las rutinas y los rituales de sucesivas generaciones. Como todo pasado que fue mejor, hoy regresa como objeto de deseo recuperado.

    Además de seguir enfriando en casas de abuelos o haberse convertido en la orgullosa herencia de hijos y nietos amantes del "armatoste de chapa dura", como lo llamaban los menos cariñosos, existe una amplia cultura ‘siamística’ practicada por fanáticos de los primeros modelos de la marca. Además de los coleccionistas, están los restauradores. Tal es el caso de Heladeras Antiguas Restauradas y Personalizadas, a cargo de Manuel y Celeste, de los primeros que incursionaron en la recuperación, puesta en valor y customización de heladeras.

    "Nuestros diseños son únicos: es para gente que quiere diferenciarse. Algunos pedidos se repiten -Coca Cola, Harley Davidson, Jack Daniels, Marilyn y Betty Bop encabezan el top 10- pero a cada uno le damos una vuelta de tuerca para que no se parezca a ninguno", cuentan. Cuando reciben una heladera, primero la desarman por completo y le quitan el óxido. Luego reemplazan la chapa, la mandan a arenar y la laquean. Todo el interior es armado con fibra de vidrio y el gabinete con lana de vidrio. Por último, se colocan burletes nuevos y se interviene la heladera con pintura para autos. Además de su obsesión por la estética, cuidan especialmente cuestiones técnicas y mecánicas como el estado del motor y el corte debido del termostato. La restauración puede demorar entre 15 y 20 días y ofrecen garantía de por vida.

    Desde el oeste, Mi Mente Demente es otro de los talleres que invitan a ‘volver al pasado’. Romina y Cristian comenzaron con la restauración de bicicletas y motos antiguas, pero desde siempre fueron dos enamorados de las heladeras de sus abuelos. Customizan modelos originales de entre 1910 y 1960 según el pedido del cliente, pero también realizan intervenciones propias que venden en su showroom de Ituzaingó: las heladeras llegan como herencias de familia, son encontradas en remates o rescatadas del desuso.

    Además de reparar el artefacto por dentro y por fuera, reacondicionan motores originales y fabrican piezas faltantes, como cajones y puertas de freezer. "Nuestro concepto de trabajo es que el cliente se lleve una heladera nueva. Incluso tienen olorcito a recién comprada. Las SIAM son eternas". Con el mismo adjetivo defienden al enlozado que, aseguran, raras veces llega deteriorado. El tiempo promedio para restaurar y personalizar una heladera es de dos semanas, pero al momento tienen una lista de espera de 6 meses.
     


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