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Ya en 1832 Charles Darwin hablaba de la corrupción de los argentinos
 


Darwin zarpó en diciembre de 1831 y tocó la costa de Inglaterra en octubre de 1836 (Getty).

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  • La corrupción asociada al ejercicio del poder existe desde tiempos inmemoriales. Es un flagelo del que pocos países pueden escapar. Mucho más al hacer un revisionismo histórico. Y Argentina no es una excepción de ello. Así lo retrató, entre otros, Charles Darwin, en las líneas de un diario de viaje escrito en 1832 ("Diario y observaciones", el título original del texto publicado en 1839), cuando visitó estos lares a bordo del Beagle.

    En su estadía por "la Sudamérica española" -tal cual describe- , el científico inglés observó y analizó el comportamientos de los habitantes. En ese sentido, destacó "las maneras corteses y señoriales, que se hallan generalizadas entre la mayoría de los habitantes; el gusto excelente desplegado por las mujeres en el vestir, y la igualdad de trato en todas las clases".

    También apuntó contra los hábitos de "vagancia" de la clase baja. "En Mercedes pregunté a dos hombres por qué no trabajaban. Uno me respondió, gravemente, que los días eran demasiado largos; y el otro, que por ser demasiado pobre. La abundancia de caballos y profusión de alimentos hace imposible la virtud de la laboriosidad. Además, hay una multitud de días festivos; y, como si esto fuera poco, se cree que nada puede salir bien si no se empieza estando la Luna en cuarto creciente; de modo que la mitad del mes se pierde por estas dos causas", escribió en un pasaje.

    Pero entre vivencias y anécdotas, el naturista británico además hizo espacio para referirse a la corrupción, dejando algunas impresiones que bien pueden asemejarse a la realidad actual.

    • "La policía y la justicia carecen de eficacia. Si un hombre pobre comete un asesinato y cae en poder de las autoridades, va a la cárcel y tal vez se le fusila; pero si es rico y tiene amigos, puede estar seguro de que no se le seguirán graves consecuencias. Es curioso que hasta las personas más respetables del país favorecen siempre la fuga de los asesinos; creen, al parecer, que los delincuentes van contra el gobierno y no contra el pueblo".

    • "Casi todos los funcionarios públicos son corruptos. El director de Correos vendía francos falsificados. El residente mismo y su primer ministro se confabulaban para estafar al Estado. La justicia cuando entra en juego el dinero, no puede esperarse de nadie".

    • "He conocido a un inglés que acudió a la primera autoridad judicial (según me contó, no conociendo entonces las costumbres del país, tembló al entrar en la sala) y le dijo: 'Señor, he venido a ofrecer a usted 200 pesos (papel) -valor equivalente a 125 pesetas- si manda usted arrestar antes de tal tiempo a un hombre que me ha engañado. Fulano de tal me ha recomendado dar este paso'. El juez sonrió asintiendo, le dio las gracias, y antes de anochecer, el hombre estaba en la cárcel".

    El cierre de la idea de Darwin plasma una mirada crítica con respecto a las ilusiones de los ciudadanos para con los dividendos de la gestión política: "Con tan absoluta carencia de moralidad en los hombres directores, y con una infinidad de empleados turbulentos mal pagados, ¡todavía espera el pueblo en los buenos resultados de una forma democrática de gobierno!".

     


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