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Economía

Si va a comprar un auto que viene de Brasil y no sabe nada de buques, primero lea
 


Terminal Zárate, que opera el grupo Murchinson, donde llegan y de donde salen los autos que van o vienen en barco. En amarra, un buque porta-autos, del tipo RO RO (Roll on Roll of), los coches entran y salen rodando.

  • Más videos y fotos: GonBal.
  • Resulta casi imposible en el presente referirse a cualquier actividad relacionada con el desenvolvimiento social, cultural, económico o simplemente doméstico de los seres humanos sin hacer mención expresa a las ya famosísimas palabras COVID-19, Coronavirus y pandemia.
    No le aporto nada nuevo al lector al recordar que, viajar a Europa es casi tan imposible como pretender moverse dentro del territorio nacional y -a partir de las próximas horas- casi lo mismo le ocurrirá a quien pretenda cruzar la infranqueable frontera llamada “General Paz”.

    Tal como recordarán los lectores de esta columna, luego de dos meses de confinamiento y abstinencia consumista, pasamos a un “ablandamiento” del encierro y se nos concedieron derechos tales como: salir a estirar las piernas en proximidad de nuestro domicilio, ir a una perfumería, juguetería o corralón de materiales (aunque no se puede levantar una pared en forma legal). Todas estas “conquistas” se agregaron a la nunca interrumpida posibilidad de comprar alimentos, bebidas y medicamentos.

    Uno de los apoteóticos momentos por muchos esperado aconteció el pasado 14 de mayo cuando se autorizó la reapertura de las agencias de venta de automóviles. Ese día mientras que para el Estado Nacional el dólar cotizaba a no más de $ 65,50 por unidad, en el mercado paralelo el mismo billete se negociaba en torno a los $ 130. ¡Bingo! Así las cosas y en forma automática desde un utilitario a un “alta gama” tope de línea quedaron mucho más cerca de los bolsillos de los potenciales compradores.
     


    Barbijo y calculadora

    Con “estricto protocolo sanitario” inventado por cada gerente de sucursal y con tapaboca, alcohol en gel, líneas pintadas en el piso y distancia social, las concesionarias abrieron sus puertas y comenzaron a recibir consultas. Muchas operaciones se concretaron, pero... autos lo que se dice autos físicos casi no hay.
    Sacando algunas unidades alta gama totalmente importadas existentes en los depósitos las respectivas agencias, el grueso de los clientes recibió planteos mas o menos parecidos a este:

    “Si le tomamos su usado, pero seguramente no le va a convenir el precio. Le conviene vender por su cuenta. La operación es así. Traiga los dólares hoy y cancele el precio íntegramente así ya se queda tranquilo que no habrá variaciones. Tenemos prometido stock para fines de setiembre o principios de octubre y si quiere pagar con su usado como parte del precio lo debe dejar hoy mismo en la agencia”. Esta operatoria fue la que propusieron al menos las agencias que comercializan vehículos que forman parte del intercambio automotriz ente Argentina y Brasil. El mismo se realiza por vía marítima, lo que en las actuales circunstancias presupone un pequeño gran problema.
     


    Barcos que tal vez no lleguen

    Si bien los desvelos de las autoridades políticas y sanitarias del país estuvieron centrados en el cierre de fronteras, el ya mencionado confinamiento social y las restricciones casi totales al movimiento aerocomercial nacional e internacional, los puertos y el movimiento de buques de pasajeros y mercaderías, no pasó (durante toda la primera etapa de la crisis) por el radar gubernamental. Decenas de cruceros siguieron arribando a nuestros puertos hasta que un escándalo de proporciones desatado en Ushuaia cuando las autoridades portuarias de Tierra del Fuego permitieron el descenso de pasajeros del buque “Coral Princess” -el que días después presentó a decenas de infectados por COVID entre sus pasajeros y tripulantes- hizo que finalmente las fronteras húmedas fueran objeto de interés.

    A partir de este hecho, entre la Subsecretaría de Puertos y Vías Navegables la que aún no tiene un titular formalmente designado) y los distintos sectores del quehacer marítimo nacional, se conformó un Comité de Crisis y se comenzaron a redactar los consabidos protocolos de actuación para dar el tratamiento adecuado a los centenares de buques que mensualmente entran y salen de los puertos de todo el país.

    Si bien a pesar de las protestas de algunos actores que vieron resentidas sus utilidades comerciales por efectos de las demoras que todo control extra conlleva para la operatoria de un buque, el sistema pareció funcionar más o menos en forma adecuada hasta que hace pocos días ocurrió lo más temido y lo que nadie se animó hasta ese momento a mencionar en vos alta.
     


    La peste llega de Brasil

    El 02 de mayo arribó al puerto de Buenos Aires el buque portacontenedores “LOG-IN Jatobá” procedente del puerto de Santos (S. Paulo) con 21 tripulantes brasileños. La nave recibió a bordo frente al puerto de Montevideo a los 2 prácticos argentinos responsables de su navegación por el canal de acceso al puerto metropolitano hasta su amarre.
    El 05 mayo la nave emprendió el regreso a Brasil y al arribar se constató que 14 de sus tripulantes estaban infectados con coronavirus. La frutilla del postre: uno de los prácticos argentinos fue contaminado a bordo y para colmo de males hasta que se enteró de su situación continuó trabajando con lo que la cadena de contagios posibles aún no se conmensurado por completo.

    Este hecho encendió tardíamente las alarmas que aún no se habían activado, y hace pocas horas las autoridades portuarias pusieron en vigor una enésima versión del protocolo sanitario portuario el que entre otras cosas establece:

    • Declaración de marítima de salud, certificado de control de sanidad a bordo, lista de tripulantes y pasajeros.
    • Listado de los 10 últimos puertos.
    • Declaración de salud de cada tripulante.
    • Reporte de temperaturas tomado cada 12 horas durante todo el viaje y para cara tripulante.
    • Reporte de libro médico y lista de los medicamentos usados a bordo.
    • Declaración de tratamiento de residuos.
    • Una interminable lista de requerimientos que a ojos de los expertos minimiza el riesgo de que vuelva a ingresar una nave contaminada desde el exterior.
    “El protocolo es casi perfecto, excepto por una cosa. Es imposible ponerlo en práctica”, sostiene un reconocido empresario naviero nacional.

    “Es que en países como Brasil en los que se ha dado un abordaje muy diferente al tema del control sanitario y las consecuentes restricciones al movimiento de personas, es literalmente imposible hacer que por exigencias de una simple autoridad portuaria extranjera y sin mediar acuerdo entre cancillerías se puedan imponer exigencias que la normativa marítima internacional no contempla. Sencillamente los buques dejarán de venir, al menos los procedentes de Brasil”, completa la fuente.

    Lo que más alarma al sector naviero por estas horas es la exigencia (razonable) que las naves procedentes de zonas de riesgo (Brasil lo es) cumplan una cuarentena de 14 días contados desde la zarpada del último puerto anterior a un puerto argentino.
    Para el caso del transporte de vehículos procedentes del vecino país esto implica que un viaje de 3 días sufra un adicional de 11 días más en concepto de espera sanitaria. Nadie establece aún quién paga esa demora en cada viaje a un promedio de US$ 20.000 o US$ 30.000 diarios. El negocio en estas circunstancias no cierra y las navieras del mundo no son operadas ni por samaritanos ni por sanitaristas, el origen del negocio naviero viene de los fenicios.

    Si bien no puede afirmarse rotundamente que estas medidas de protección sanitaria determinaran la paralización casi total del tráfico comercial no imprescindible entre Brasil y Argentina, lo que reina por estas horas es incertidumbre. Mucha incertidumbre.
    Por eso querido amigo lector, si está por comprar un auto procedente de Brasil, además de preguntar por las prestaciones de ese preciado bien, no deje de preguntar: "¿Cuándo llega el barco?".

     


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