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Ecología

Chernobyl: La historia
 


Nikita es uno de estos chicos. A sus cuatros años de edad probablemente ya ha visto más médicos y hospitales que cualquiera de sus compatriotas.

A la 1 y 23 de la mañana del sábado 26 de abril de 1986, estalló uno de los cuatro reactores de la central nuclear de Chernobyl, a 110 kilómetros al norte de la capital ucraniana, Kiev.

La radiación fue detectada en Suecia el siguiente lunes por la mañana, pero durante todo ese día, las autoridades soviéticas se negaron a aceptar que había ocurrido algo fuera de lo común.

Solo a las 9 de la noche, luego de que los diplomáticos suecos anunciaran que se disponían a presentar una alerta oficial ante el Organismo Internacional de Energía Atómica, Moscú finalmente emitió un corto comunicado de cinco frases:

"Un accidente ha ocurrido en la central nuclear de Chernobyl. Uno de los reactores atómicos ha resultado dañado. Se han tomado medidas para eliminar las consecuencias del accidente. Se está otorgando ayuda a las víctimas. Una comisión gubernamental ha sido conformada".

La palabra "dañado" a duras penas reflejaba la verdadera situación de un reactor gravemente afectado, a la intemperie, con sus secciones de grafito quemándose a 2.500 grados centígrados, y enviando una columna de material radioactivo a la atmósfera.

Pocos creyeron en los reconfortantes informes soviéticos que siguieron, y el temor que se apoderó de muchos en el sendero de la radiación, era parcialmente el temor de lo desconocido.
 


Desfile del primero de mayo

Fue solo dos semanas después de la explosión, cuando las emisiones radioactivas habían disminuido sustancialmente, que las autoridades soviéticas finalmente entregaron un primer informe sincero.

Nadie fue dejado más en la oscuridad que los ciudadanos soviéticos más cercanamente afectados.

Al principio, la vida siguió en la normalidad en Pripyat, el pueblo modelo construido para albergar al personal de la central nuclear y a sus familias, apenas a dos kilómetros de la planta de Chernobyl.

La mayoría de sus residentes pasó el sábado al aire libre, disfrutando de un clima primaveral inusualmente cálido.

Dieciséis matrimonios tuvieron lugar ese día.

El pueblo fue evacuado solo 36 horas después del accidente, mientras que la evacuación de poblados cercanos tomó varios días más.

Entre tanto, en la capital, Kiev, los ciudadanos prosiguieron con su desfile del primero de mayo, completamente ajenos a la radiación que estaba cayendo sobre ellos.
 


Historias de horror

El vacío de noticias también llevó a exageraciones y errores en los medios de información occidentales.

La agencia UPI citó a una fuente en Kiev diciendo que 2.000 personas habían muerto, y la cifra apareció en muchas portadas al día siguiente.

Funcionarios estadounidenses, entre tanto, fueron despistados por fotografías de satélite, que, no obstante su carácter confuso, fueron la principal fuente de información independiente.

Una fuente del Pentágono le dijo a la cadena noticiosa estadounidense NBC el 29 de abril que la cifra de las 2.000 personas "parecía aproximadamente correcta, ya que 4.000 personas trabajaban en la planta", mientras que otros funcionarios afirmaron al día siguiente que otro reactor parecía estar en problemas.

En realidad el riesgo de un incendio extendiéndose a otro reactor había sido controlado desde el primer día.

Volodymyr Shashenok, ingeniero en la planta, fue uno de los primeros en morir luego de la explosión.
 


Héroes

Pero en los primeros días de mayo había verdadera preocupación en el equipo que enfrentaba la crisis sobre el terreno.

Las emisiones de radiación habían comenzado a subir de nuevo, y el temor era que el núcleo fundido del reactor podría quemar y traspasar la base del mismo, o que dicha base podría colapsar, poniendo al combustible nuclear derretido en contacto explosivo con un reservorio de agua subterránea.

Los expertos temían que la segunda explosión sería mayor que la primera y que el núcleo seguiría hundiéndose en el suelo, posiblemente contaminando las fuentes de agua de Kiev, una ciudad de 2,5 millones de habitantes.

Los héroes del drama fueron los que batallaron dentro del reactor, pese a la intensa radiación.

Fueron personas que apagaron los incendios, bombearon agua al reactor o lo bañaron en nitrógeno líquido.

Otros arrojaron arena y plomo desde helicópteros, se sumergieron en piscinas debajo del reactor para abrir compuertas de desagüe, o cavaron bajo los cimientos para instalar un sistema de tubos de intercambio de calor.

Y luego están los hombres que pasaron el verano erigiendo un enorme "sarcófago" de concreto y acero encima del reactor para aislarlo del viento y la lluvia.  


Créditos:

  • Por Stephen Mulvey. Publicado en el Sitio BBC Mundo (24/04/06)


    Una segunda generación de víctimas
     


    Las secuelas del accidente nuclear de Chernobyl, en 1986, ya han alcanzado a una segunda generación de víctimas.

    De acuerdo a estudios médicos del Fondo de Ayuda para Jóvenes afectados por Chernobyl, que funciona en Kiev con el apoyo del gobierno cubano, poco más de la mitad de los pacientes registra daños en su estructura genética por la contaminación recibida directamente o de sus padres.

    El número de infantes que puede haber sido impactado por la contaminación radioactiva -en Ucrania, Rusia y Bielorrusia-, puede oscilar entre tres y cuatro millones, según estima el Proyecto Internacional de Niños de Chernobyl, que apoya Naciones Unidas.

    "Todavía hay muchos, muchos problemas por esta situación", aseveró a BBC Mundo Olga Penisova, directora del fondo que funciona en un hospital de la capital ucraniana.

    Basta con darse una vuelta por el consultorio en un día cualquiera y se ve a numerosos grupos de jóvenes pacientes, acompañados de sus padres. Muchos de estos niños ya portan la calvicie característica de quien ha sido sometido a quimioterapia.
     


    Un caballo

    Nikita es uno de estos chicos. A sus cuatros años de edad probablemente ya ha visto más médicos y hospitales que cualquiera de sus compatriotas. Su pequeña cabeza sin cabello así lo certifica.

    Pero eso no le ha quitado la alegría. Interesado por el equipo de grabación de este reportero, y la cámara fotográfica, Nikita, con una sonrisa permanente quiere que le tomen "muchas fotos".

    Vive en Odessa, al sur del país, y se expresa siempre en ucraniano a diferencia de quienes viven en Kiev que por lo general se comunican en ruso.

    En medio de una entrevista con otro paciente, llega galopando, como un caballo y me pide la libreta para dibujar. El hecho de estar esperando que lo vea el doctor no le quita el ánimo.

    Nikita es uno de 20.000 niños que han sido recibidos por el programa de ayuda entre Cuba y Ucrania, que se estableció en 1990 a pocos años del accidente nuclear.

    "Principalmente hemos observado en los pacientes problemas en la tiroides (como cáncer) aunque también enfermedades de la piel", explicó a BBC Mundo, Arístides Rivero quien tiene 15 años trabajando en el programa.

    "Puede que estos niños no sufran las consecuencias directa del accidente, pero de cierta forma pueden tener algún tipo de relación con lo que pasó", agregó.
     


    Agradecimiento

    En medio de una conversación con Yuri, de 9 años, y su madre María, el padre del chico interrumpe súbitamente la entrevista y en ruso le dice a Yuri una serie de cosas de manera muy seria.

    Pienso que la entrevista de seguro la declararon finalizada, sin embargo, minutos después me entero que el padre sólo quería, vehementemente, recordarle a su hijo que agradeciese enormemente al gobierno cubano ("y a Fidel Castro") por la ayuda recibida.

    Cuando la entrevista se reanuda, Yuri pasa del ruso al castellano sólo para decir: "gracias Cuba y Fidel Castro". Única vez que pronunció una frase en español.

    El ejemplo, sin embargo, ilustra lo que ya parecía un lugar común entre todos los pacientes y sus familias. Todos manifestaban el mismo agradecimiento por el tratamiento médico recibido, que no tiene costo alguno para los que son aceptados.

    "Yo siento que el viaje a Cuba me salvó la vida", dice María, de 21 años, quien vivía en Kiev cuando estalló el reactor 4 de Chernobyl.

    "Los médicos me dijeron que me enfermé como consecuencia de la radiación a través de la leche que tomaba, el agua, el aire que respiraba, todo, todo. Es una contaminación que no se ve", agregó.
     


    Platos rotos

    Hoy para María la vida es otra. Ya ha ido seis veces a tratarse en la isla del Caribe y su recuperación se encuentra avanzada. "Puedo ir a caminar con mis amigos, lo que antes no podía hacer, y ahora voy a la universidad".

    ¿Pero qué puede significar la palabra Chernobyl para alguien cuya existencia cambió radicalmente?

    "Trato de no pensar en eso tanto como antes. También es que ya no tengo los mismos problemas", aseveró.

    Quizás lo más difícil de esta situación, es que a 20 años todavía no se conoce la magnitud -y las consecuencias humanas- de lo que ha sido catalogado como el peor accidente nuclear en la historia de la humanidad.

    En Ucrania y Bielorrusia los casos de cáncer en la tiroides, por citar un ejemplo, se multiplicaron después del accidente. Pero los especialistas todavía no se atreven a decir a ciencia cierta cuáles serán los efectos totales de la tragedia. ¿Por qué? No han pasado suficientes años, alegan.

    Pero, tras dos décadas, lo que sí pareciera estar claro, es que ya hay nuevas generaciones que están pagando los platos rotos de Chernobyl.  


    Créditos:

  • Por Vladimir Hernández. Publicado en el Sitio BBC Mundo (24/04/06)
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