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"Capital del Viento"

Ecología

Angelika Helberger Frobenius

 


Se encuentra apoyada en un avión de la época. La imagen pertenece a una vieja revista colombiana que por esos años entrevistó a Angelika Helberger Frobenius, la primera piloto de jets del continente americano.

Angelika Helberger Frobenius logró romper con el machismo de la década del setenta y fue la primera mujer piloto del continente.

Una fotografía de la década del 70 la retrata como una mujer fresca, apasionada, de hermosos ojos verdes y una cabellera rubia que cae sobre sus hombros.

Se encuentra apoyada en un avión de la época. La imagen pertenece a una vieja revista colombiana que por esos años entrevistó a Angelika Helberger Frobenius, la primera piloto de jets del continente americano.

Nació en Frankfurt, Alemania, en la década del 40, cuando las bombas de los aliados caían sobre el territorio dominado por Adolf Hitler.

Con el paso de los años, la nieta del etnólogo y explorador Leo Viktor Frobenius decidió viajar a Colombia, donde estaba su madre, quien se había vuelto a casar.

En ese momento, luego de separarse de su primer marido, Angelika viajó a Medellín, junto a Corina, su pequeña hija de tres meses. En esa ciudad colombiana la joven mujer inició en 1965 un camino plagado de obstáculos machistas, pero que la catapultaría en la historia de la aviación latinoamericana.

“Me dediqué a la aviación, porque era una forma de supervivencia. La única manera de poder existir era volando. De ese modo me dispuse a una lucha bastante ardua porque había que romper muchos hielos y más en un país como Colombia que tradicionalmente se lo tilda de ser machista”, le cuenta Angelika a Diario Patagónico.

Su primer vuelo como copiloto de un DC 4 lo concretó el 1º de setiembre de 1970, pero para poder llegar a ese objetivo antes fue modelo y azafata.

“Los obstáculos machistas eran absolutamente ridículos porque no tenían en realidad objeción verdadera. Todo pasaba por la moral sexual, porque nadie dudaba de que yo podía volar. Uno tiene que tener paciencia. Había que respetar hasta eso y yo lo hice con mucha paciencia, con mucha estrategia y logré revertir eso para no generar oposición alguna”, explica.

Después de una ardua lucha, buscando la aceptación, llego el momento en que pudo ocupar su lugar en la cabina como piloto. “Fue un día muy extraño, yo llegué uniformada al aeropuerto y me dio miedo de mi propio coraje -señala entre risas-.

Yo me escondía detrás de los postes y cuando me vi así me dio tanta vergüenza, vencí ese miedo, ya lo asumí y luego entré al restaurante del aeropuerto”, remarcó.

Sin embargo, la supervivencia en la aviación comercial resultó compleja para esta mujer que antes había deslumbrado como actriz y modelo.

El trabajo de Angelika en las alturas llegó a su fin cuando descubrió la necesidad de volver a ser madre. Al decidir tener su segundo hijo, las autoridades de la empresa Avianca la despidieron.
 


De piloto a ambientalista

Desligada de la aviación, sus principios y valores la llevaron a emprender una tarea que hasta ese momento desconocía. Su pasión y su visión romántica de la vida la empujaron a trabajar la tierra en una granja de 2.200 metros cuadrados, donde aprendió a criar vacas, gallinas y desarrollar las múltiples tareas que demanda el campo.

Angelika creó una granja orgánica. “De ese modo pude construirme una casa y tener una huerta grande con todo lo que se necesita para complementar y alimentarse.

Pero en Colombia tu puedes decir muchas cosas, pero no puedes hacer prácticamente nada y eso a mi me cortaba bastante porque inmediatamente me ví involucrada en algunos aspectos de guerrilla donde yo no tenía nada que ver.

Así que ahí dije ‘aquí no vale la pena estar, lo único que hay que hacer es irse’”, afirma en un español que deja entrever sus orígenes.

De esa forma, con el apoyo de la marca Toyota, que tenía una ensambladora en Venezuela, consiguió un Land Cruiser e inició un viaje por el continente, el 4 de diciembre de 1990.

Fue para llevar adelante el proyecto “Descubriendo América 500 años después”, que contó con el auspicio del Rey Juan Carlos de España, la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), la Universidad Nacional de Colombia y la Fundación Conciencia.

“Yo quería viajar por este continente, pero haciendo resaltar lo que quedó después de sus 500 años de descubrimiento. Me enfrenté sola con mis dos niños y una perra a ese viaje y ahí hice un convenio con una entidad colombiana que se llama Conciencia y tenía que constatar si estos mega proyectos ecológicos realmente sirven a su objetivo o de lo contrario solamente alimentan al patrimonialismo burocrático”, narra.

Angelika considera que el objetivo se logró en forma parcial, sobre todo por la falta de compromiso ecológico de las empresas multinacionales, denuncia. Además, el material fotográfico que había recopilado, se perdió dañado por el agua.

“Entramos en todas las ciudades, recorrimos todas las ciudades, sacamos fotos, entrevistamos la gente, pero todo nuestro material fotográfico se llenó de agua y es como si el viaje no los hubiésemos hecho nunca”, lamenta.

Sin embargo, en un intento de continuar con la lucha ecológica, al llegar a la Argentina editó el libro “Pequeña guía ecológica para la familia”, que fue declarado de interés cultural en varias provincias de la Argentina.

Recorrió Buenos Aires, Mendoza, San Juan, entre muchos otros lugares, donde enseñó su visión acerca de la responsabilidad del hombre en el cuidado del medio ambiente a través de la educación.

En 2005, el destino la trajo hasta Comodoro Rivadavia, donde continúa desarrollando su trabajo y su compromiso con el cuidado de la naturaleza.

“Lo único que sabemos es explotar, no sabemos cultivar, no sabemos solucionar, nuestra juventud está todos los días más sola”, considera Angelika Helberger Frobenius, ecologista que recorre el continente desde hace 19 años con el objetivo de difundir una nueva cultura sobre el cuidado del medio ambiente a través de la educación y que desde hace un año y medio se encuentra radicada en Comodoro Rivadavia.

“En el libro desmontó el concepto de ecología porque en realidad todo es un problema filosófico. En la sabiduría también está incluida la ecología y todo lo que nos concierne a nuestra convivencia, donde wall street no figura, donde el dinero no cuenta para nada”, comenta.

Angelika acumula una vasta experiencia de sus viajes por todo el continente y no duda en afirmar que la educación es el pilar para salvaguardar el medio ambiente.

“Las instituciones saben que la educación es el primer poder en el mundo y todo depende de cómo es educado. Si la educación premeditadamente se malversa para que el conocimiento no aparezca es muy difícil remar contra eso”, analiza.

La segunda edición de su libro cuenta con el apoyo de las agencias municipales Comodoro Cultura, Comodoro Turismo, Comodoro Conocimiento, la SubsecretarÍa de Medio Ambiente de la comuna y la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco.

“La mayor innovación es rescatar el verdadero sentido de la humanidad y poder perpetuarlo en el tiempo y entre todos podemos aprender este precepto para el que fuimos creados. Todo el entorno es una herramienta, pero no podemos darle más valor a la herramienta que a nosotros”, sentencia.
 


Crédito:

  • Publicado en el Diario El Patagónico. (15/11/09)
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