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Educación

San José de Calasanz, Protector de las escuelas

 


La última comunión de San José de Calasanz, de Goya.
San José de Calasanz, sacerdote, pedagogo y santo español, fundador de la primera escuela cristiana popular de Europa, nació en Peralta de la Sal, provincia de Huesca, España, el 31 de julio de 1557 y murió en Roma, el 25 de agosto de 1648.

Hijo de Pedro de Calasanz y de María Gastón, infanzones, fue el séptimo y último de sus hijos. La casa de Calasanz es una de las más antiguas de la nobleza aragonesa y trae su origen en los Fortuñones, rama segundona de la casa real de Aragón, señores de la villa y castillo de Calasanz. Estudió Filosofía, Derecho y Teología en las universidades de Lérida, Valencia y Alcalá de Henares, y se doctoró en Lérida. Se ordenó sacerdote en el año 1583. Después de ordenado trabajó por un tiempo en las diócesis de Lérida y de Seo de Urgel.

Tras unos años se trasladó en 1592 a Roma, con la intención de obtener un cargo en la jerarquía eclesiástica. Entre 1592 y 1602 estuvo de preceptor de los sobrinos del cardenal Marco Antonio Colonna y ayudando los domingos en la catequesis al párroco de la iglesia de Santa Dorotea, en la barriada del Trastévere.

Fue aquí donde observó la gran cantidad de niños huérfanos y pobres que vivían en sus calles y decidió que la atención de esos niños sería su principal labor, la obra de su vida; la materializó al abrir una pequeña escuela en las dependencias de la parroquia de Santa Dorotea del Trastévere, que es considerada la primera escuela pública y gratuita de la Historia.

En 1612 traslada la escuela a San Pantaleón, que se convertirá en la casa matriz de las Escuelas Pías. Con la ayuda económica de una subvención del papa Clemente VIII y otras donaciones, pudo ampliar sus trabajos.

Pronto otros sacerdotes se le unieron a su labor y así nació la Orden de Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, extendida por el resto de Italia, España y Alemania; a sus sacerdotes se los conoce en la actualidad como padres Escolapios.

Años más tarde se produjo una crisis interna en la obra causada por diversas intrigas y tensiones externas; Calasanz fue apresado brevemente e interrogado por la Inquisición.

Además se vio inmerso también en una lucha de intereses políticos e intrigas de personajes muy ambiciosos que terminó al fin con su destitución del cargo de General de la Orden que él mismo había fundado.

Caído en desgracia, fue sustituido por uno de sus detractores y durante los años siguientes la Congregación perdió categoría hasta el punto de que su obra de tantos años se vio seriamente amenazada y en peligro de hundirse.

En 1648, todavía en desgracia, murió Calasanz, casi a los 91 años de edad, y fue enterrado en San Pantaleón.

Ocho años después de su muerte el papa Alejandro VII rehabilitó las Escuelas Pías. Se abrió un proceso de beatificación que culminó en 1748 y fue canonizado por el papa Clemente XIII el 16 de julio de 1767.

Pio XII lo proclamó «Patrón ante Dios de todas las escuelas populares cristianas del mundo» en 1948. Su fiesta se celebra el 25 de agosto y su patrocinio sobre la educación católica el 27 de noviembre.
 


Obra

Su larga vida estuvo dedicada a la educación de la juventud. San José de Calasanz es uno de los precursores de la pedagogía moderna, aunque no compuso una obra estrictamente monográfica sobre ese tema, sino que esparció su teoría sobre la educación en diversas cartas, reglamentos y escritos de carácter práctico.

Creó, organizó y sistematizó la enseñanza escolar graduada por niveles y ciclos en la enseñanza primaria y una cierta formación profesional.

Aunque a veces había una clase de párvulos, en general la escolarización se iniciaba a partir de los seis años de edad, pasando sucesivamente por nueve clases graduadas en orden decreciente.

En la novena clase, los niños iniciaban la lectura con métodos silábicos y grandes cartelones que permitían una enseñanza colectiva.

En la octava clase se enseñaba a leer de corrido. Los alumnos hacían lecturas individuales con el maestro y se corregían entre ellos. Las clases duraban dos horas y media por la mañana y otro tanto por la tarde.

Cada cuatro meses se hacía un examen general en todas las escuelas. Si la evaluación era positiva, el alumno era admitido en la clase superior. Los maestros debían llevar tres libros de registro: el de matrícula, el de asistencia y el de calificaciones.

Debían preparar previamente sus clases y estar en sus puestos antes de la llegada de los alumnos. Terminadas las clases, los maestros acompañaban a sus alumnos hasta sus casas. Los alumnos aprendían a leer indistintamente en latín y en lengua vernácula.

Calasanz mantuvo el latín, pero fue un gran defensor de la lengua vernácula, y en ella estaban escritos los libros escolares, incluso los destinados a la enseñanza del latín. En este aspecto, era más avanzado que otros autores de la época, entre ellos Comenio, que pasaba por ser el gran defensor de la lengua nacional, pero que escribió sus libros en latín.

En la clase sexta, los alumnos tenían ya un buen dominio de la lectura, de manera que al llegar a la clase quinta eran repartidos en dos secciones: una primera sección de matemáticas destinada a los alumnos que querían aprender un oficio, y una segunda de gramática para aquellos que querían proseguir estudios de letras. Los alumnos de ambas secciones seguían en común clases de escritura, en las que se hacía especialmente hicapié en la caligrafía.

Actualmente, las llamadas Escuelas Pías, fundadas por Calasanz, se encuentran en todo el mundo.

Los escolapios tienen colegios en Africa, localizados en Camerún, Costa de Marfil, Guinea Ecuatorial, Gabón y Senegal. En América: Costa Rica, Nicaragua, México, Puerto Rico, República Dominicana, Cuba, Estados Unidos, Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador y Venezuela. En Asia tienen colegios en Filipinas, Japón e India, y en Europa: Austria, Eslovaquia, España, Francia, Hungría, Italia, Polonia y República Checa.

Varias Congregaciones religiosas siguen actualmente su carisma, entre ellas las Escolapias, fundadas por Paula Montal, y las Calasancias.
 


Créditos:

 



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