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Educación

Otro Colegio Nacional, otra UBA, otra Argentina
 


Luis Agote.

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  • Luis Agote nació el 22/09/1868 en Ciudad de Buenos Aires, y estudió en el Colegio Nacional de Buenos Aires.
    En verdad, fue Bartolomé Mitre quien en 1863 lo declaró Colegio Nacional Buenos Aires, que pasó a propiedad del Estado Nacional (en 1654 el Cabildo de Buenos Aires encomendó a la orden de los jesuitas atender la educación juvenil. En 1661 se instalaron en la que hoy día es conocida como Manzana de las Luces, y fundaron el Colegio San Ignacio, pero los jesuitas fueron expulsados de América en 1767, y el gobernador y luego virrey Juan José de Vértiz y Salcedo fundó el Real Colegio de San Carlos el 10/02/1772).

    En aquel Colegio, que era mucho mejor que el actual Colegio Nacional Buenos Aires, no había ocupación de los estudiantes. Tampoco abusos sexuales. Y había rectores bastante diferentes al condescendiente Gustavo Zorzoli. Eran tiempos de Amadeo Jacques, autor del plan de estudios de 1863, luego Alfredo Cosson (1865-1876), y más tarde José Manuel Estrada, hasta que el presidente Julio A. Roca y su ministro Eduardo Wilde lo reemplazaron por Amancio Alcorta (1883-1890).

    Luego, Agote estudió Medicina en la Facultad de la Universidad de Buenos Aires, se graduó con 25 años, hizo pasantias en el Hospital San Roque, el de Clínicas y el Rivadavía; y consiguió el puesto de secretario del Departamento Nacional de Higiene en el Hospital Rawson, hasta que fue transferido a la Isla Martín García 2 años después como director del hospital.
    Entre 1870 y 1920, en la isla funcionó un hospital en el que los inmigrantes debían realizar una estricta cuarentena antes de ingresar en el país.
    Repetidas hemorragias nasales en un hemofílico vinculado a su familia, preocupaban a Agote, y le provocó la decisión de estudiar un procedimiento práctico de transfusión para remediar su anemia, y lo hizo ayudado por el doctor I. L. Ymaz Apathie.

    La humanidad conocía la transfusiones desde los días de los egipcios: sus príncipes intentaban curar sus afecciones mediante las transfusiones, existiendo relatos precisos del 695 a.C.
    El 16/06/1667, Jean Denys, profesor de Matemáticas y Filosofía de la Facultad de Montpellier, transfundió por primera vez sangre de un ternero al hombre. Pero él fue llevado ante los estrados de la justicia. Fue reprobado por la Academia de Ciencias (Perrault Claude dijo que no se podía cambiar de sangre como de camisa), y el Parlamento francés prohibió el procedimiento en 1675.

    Pero la investigación no cesó en otros países. Entre 1899 y 1901 el austrohúngaro Karl Landsteiner identificó la existencia de distintos grupos sanguíneos.
    El cirujano estadounidense George Washington Crile realizó la 1ra. transfusión de sangre directa pero su procedimiento no pudo difundirse por las dificultades técnicas que requería, ya que exigía gran habilidad quirúrgica.
    El profesor Agote brindó un procedimiento sencillo que puede realizar cualquier persona que sepa hacer una inyección endovenosa.

    Para tener una idea, los coágulos se formaban en la sangre en entre 6 y 12 minutos. Agote se involucró en el tema pero sus primeros intentos no dieron resultado.
    Buscando alguna sustancia para agregar a la sangre y evitar la coagulación encontró el citrato de sodio, sal derivada del ácido cítrico. Para mayor seguridad, Agote se hizo inyectar una gran cantidad de citrato de sodio, sin sentir ninguna molestia.
    Días después dejó en la caja fuerte del Instituto que él dirigía un frasco con una cantidad de sangre humana mezclada con citrato de sodio, y cuando volvió 2 semanas después, la sangre permanecía líquida como el 1er. día.

    Estudió luego la cantidad mínima de citrato que era indispensable para impedir su coagulación, llegando a la conclusión de que era de 25 centigramos por cada 100 gramos.
    En efecto, el 09/11/1914, en una sala del Instituto Modelo de Clínica Médica, se estrenó el método para reponer el caudal de sangre perdido por un paciente internado en la cama 14 de la sala Fernández.
    El portero del establecimiento, Luis Mosquera, donó su sangre, la que fué recogida en un aparato especial también diseñado por Agote, en el que previamente habíase vertido la cantidad necesaria de citrato de sodio. Agitado el recipiente para que se mezclaran, el doctor Ernesto Merlo, entonces médico interno del Instituto, procedió a inyectar la sangre citratada en una de las venas del brazo del enfermo. El resultado obtenido fué excelente.

    Fue una revolución medicinal. Salvó millones de vidas y en la 1ra. Guerra Mundial que ya comenzaba, contribuyó a ayudar a los heridos.
    La noticia apareció con grandes titulares en el diario New York Herald, el 14/11/1914. El matutino pidió detalles a su corresponsal en Buenos Aires, y el 15/11/1914 publicó detalles de la experiencia.

    5 días después se realizó la 2da. transfusión en presencia del rector de la Universidad, doctor Eufemio Uballes; el director de la Asistencia Pública, doctor Baldomero Sommer; el decano de la Facultad, doctor Luis Güemes, y otras autoridades.
    Se trataba de una parturienta de la Maternidad, quien recibió en contados minutos 300 gramos de sangre, y pocos días después abandonaba el hospital completamente restablecida. Un carpintero, de apellido Macchia, fue el donante.

    El 22/11/1914 el Ministerio de Relaciones Exteriores comunicó oficialmente el nuevo método y los pormenores técnicos de su empleo a las legaciones de Francia, Inglaterra, Bélgica, Alemania, Rusia y Turquía en Buenos Aires.
    Más allá de su actividad profesional, Agote tenía un gran compromiso por la sociedad en que estaba inserto. Él fue diputado y senador en la provincia de Buenos Aires y 2 mandatos diputado nacional (1910 y 1916), autor de leyes tales como la creación de la Universidad Nacional del Litoral, la anexión del Colegio Nacional de Buenos Aires a la Universidad de Buenos Aires y la creación del Patronato Nacional de Menores Abandonados y Delincuentes.
    Murió en Turdera (Lomas de Zamora, Buenos Aires), el 12/11/1954. Es oportuno recordarlo.

     


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