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Historia Argentina

José de San Martín fue más feliz en Francia que en Baires
 


Casa de José de San Martín, Rue Nueve Saint- Georges, villa de Grand Bourg, hoy día Évry, Essone, a 25 Km. de París.
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  • ¿Qué conocemos de José de San Martín? En general, las historias de los héroes fundacionales han permanecido ocultas desde tiempos inmemoriales. El desconocimiento ha provocado un desinterés por ellos y sus circunstancias. No hemos podido descubrirlos y, por lo tanto, tampoco podemos debatirlos en profundidad, tal como ellos mismos hubiesen querido que ocurriera porque eso permitiría trazar un rumbo para la sociedad por la que se esforzaron.
    Por ejemplo, ¿qué conocemos del autoexilio europeo de San Martín? Fueron 26 años que, en parte, permanecen en una nebulosa.

    Cuando José Francisco de San Martín y Matorras regresó de Perú a las Provincias Unidas del Río de la Plata, todo anduvo pésimo. El general había alcanzado la meta: derribar el Virreynato del Perú y, entonces, la amenaza española había terminado para las Provincias Unidas, pero nadie le agradeció. En verdad, lo encerraron en la Provincia de Mendoza, y no lo expulsaron de ese territorio tan sólo porque él era popular en Cuyo.

    Un personaje mediocre, tal como todos los autoritarios, Bernardino de la Trinidad González de Rivadavia y Rodríguez de Rivadavia, quien también murió en el exilio pero 5 años antes que San Martín, le impidió el arribo a Buenos Aires.
    San Martín quería visitar a su mujer, María de los Remedios de Escalada, quien estaba muy enferma, pero no pudo despedirse porque se lo consideraba un amigo de los caudillos federales -el caso de Martín Miguel de Güemes es ahora conocido pero no era el único- y, en teoría, era peligroso para él llegar hasta la capital de los unitarios.
    Por lo tanto, la restricción se presentó como una forma de preservar la integridad física... de un militar veterano, soldado profesional probado en muchas batallas. La escena es ridícula.

    Rivadavia era ministro de Gobierno de Martín Rodríguez, el fundador de Fuerte Independencia, hoy ciudad de Tandil.
    Martín Rodríguez era unitario (por ejemplo, él suprimió los Cabildos) y gobernó para beneficio de la provincia de Buenos Aires. Sin embargo, pese a tener el control exclusivo del puerto y la aduana de Buenos Aires, la emisión de moneda superó las reservas, el Banco de Descuento que creó fue desfinanciado, y el proceso de inflación fue preocupante. La historia del gasto público no financiado nos precede.
     


    El éxodo

    Rodríguez / Rivadavia pidieron un préstamo a Baring Brothers, de Londres, banco de inversión que nunca entregó más de la mitad del capital y lo que desembolsó fue en letras de cambio contra casas comerciales en Londres y no en moneda metálica. Una estafa acerca de la que se ha escrito mucho, y especulado mucho más.
    Ese gobierno inepto, por lo menos, le reprochó a San Martín que no hubiera reprimido a los caudillos cuando se lo exigieron: para los unitarios era más importante la disputa interna que la gesta continental.

    El ombliguismo es un problema permanente en la sociedad rioplatense y nunca se ha investigado el origen ni su permanencia en el tiempo. Hay una incapacidad casi congénita para ubicar el presente en tiempo y espacio, e imaginar una trascendencia que permita imaginar un propósito.
    Cuando, finalmente, San Martín llegó a Buenos Aires, su mujer ya había muerto. En la Ciudad el radiopasillo del poder gobernante insistía en que San Martín era un conspirador, y fue cuando decidió que con el fundamento de que su hija Remedios Tomasa merecía una mejor educación, marcharse del Río de la Plata.

    El 10 de febrero de 1824, ambos partieron hacia el puerto de El Havre (Francia).
    San Martín tenia 45 años, era generalísimo del Perú, capitán general de la República de Chile y general de las Provincias Unidas del Río de la Plata pero carecía de fortuna personal y no tenía poder político. En verdad, el viaje era un riesgo. Pero hay que entender su angustia para elegir ese destino.
     


    Europa

    San Martín amenazó con regresar cuando se enteró de la guerra con el Imperio del Brasil, pero la condición era que Rivadavia hubiese renunciado. Tiempos en los que se acumulaban días entre una información y otra. Imposible de imaginar para la civilización de la internet.
    Cuando llegó su oferta, Buenos Aires ya había decidido terminar el conflicto (1828) porque la prioridad era regresar a la guerra civil, de la que San Martín escapaba.

    Pero en marzo de 1829, de todos modos, San Martín intentó regresar a Buenos Aires. Esta historia es conocida porque no descendió del buque que lo había transportado. Su ex colaborador, Juan Lavalle, había regresado de Brasil para derrocar y fusilar a Manuel Dorrego, y le ofreció a San Martín la Gobernación bonaerense porque comprendió que no podría alcanzarla.
    El general no se dejó seducir por la oportunidad: el magnicidio impedía cualquier diálogo, la lucha sería encarnizada.

    El mensaje fue:
    "El general San Martín jamás desenvainará su espada para combatir a sus paisanos".
    San Martín estuvo 3 meses en Montevideo, observando los acontecimientos. San Martín tenía problemas de salud y de dinero. Pero, pese a todo, decidió volver a Europa. Al final de cuentas, allá estaba su hija pupila en un colegio.
    Podría afirmarse que en esos días San Martín, fue víctima de una profunda incertidumbre. Sin embargo, el regreso a Europa -con grandes interrogantes acerca de sus finanzas personales- fue el reencuentro con Alejandro Aguado. Así fue como cambió la vida de San Martín.
     


    El banquero

    Alejandro María Aguado y Remírez de Estenoz, I marqués de Marismas del Guadalquivir era 6 años menor que San Martín y murió 8 años antes. Él había sido soldado español contra los franceses, junto a San Martín, pero luego se pasó de bando y fue soldado de los Bonaparte y ascendió rápidmente.
    Instalado en París fue comisionista de negocios en La Habana y México, donde tenía contactos familiares, y reunió el capital y los vínculos suficientes para convertirse en banquero. El gobierno español le otorgó poderes absolutos para negociar y renegociar empréstitos (deuda pública) en 1823, 1828, 1830 y 1831; y Fernando VII le recompensó con el título de marqués de Marismas del Guadalquivir. También se le otorgaron concesiones mineras en España.

    Además, Aguado negoció deuda pública de Grecia, del Piamonte y de Estados Unidos, la construcción del canal de Castilla, la desecación de las marismas del Guadalquivir, la explotación de las bodegas Château Margot y de minas de carbón en Asturias.
    ¿Aguado era el Larry Fink en la Europa de mediados del siglo 19? Muy probablemente la comparación es válida. Aguado convoca a San Martín y lo convierte en una persona central en su vida.
    Aguado y San Martín tuvieron 10 años de confraternidad permanente.

    En aquel año del reencuentro, 1831, Aguado cedió su banco a la casa británica Ferrere Lafitte & Co., permaneciendo como socio comanditario. Entonces, y durante el resto de su vida, se dedicó a financiar la Ópera de París y el Teatro de los Italianos, creó revistas como la Revue de Paris y diarios como Le Constitutionnel, presidió el Ateneo de París, y desarrolló la más importante de las colecciones privadas de arte en Francia. Y San Martín estuvo ahí. ¿Qué sabemos de todo eso? Casi nada. O nada.

    Aguado designó a San Martín tutor de sus hijos, de sus 3 hijos: Alexandre Aguado de las Marismas, quien sería más tarde II Marqués de las Marismas del Guadalquivir; Olympe Clemente Aguado de las Marismas; y Onésipe Gonzalve Aguado de las Marismas.
    Para comenzar, sin duda San Martín hablaba un francés muy correcto. Luego no sólo tenía valores sino también conocimientos de la sociedad de su tiempo que Aguado reconocía para encargarle el futuro de sus herederos. También es probable que todo eso fuese también una formalidad para establecer una remuneración importante de Aguado a San Martín, en nombre de la amistad renovada y, quizás, un reconocimiento a las virtudes que veía en su amigo pero que no le habían sido reconocidas en el Río de la Plata.

    También eran hermanos francmasones: ambos coincidieron en la Logia Integridad de Cádiz. Lo cierto es que la vida de San Martín cambió porque Aguado era una de las fortunas más importantes de Europa y uno de los personajes de más intensa actividad social. Aguado fue conocido como mecenas de actividades culturales y de artistas.
    En su rol de hombre de confianza, San Martín participó de muchas de esas tareas, imaginamos porque no lo sabemos. ¿Qué es lo que se nos cuenta? Que San Martín pudo consolidar sus finanzas personales y entonces compró la residencia en la Rue Nueve Saint- Georges, villa de Grand Bourg, hoy día Évry, Essone, a 25 Km. de París. Sin embargo, la historia es diferente. Había un motivo importante para que San Martín comprase esa vivienda en ese lugar y no en otro. No fue ni casualidad ni oportunidad.

    San Martín le escribió a su amigo Tomás Guido:
    "Mi salud se repara de día en día a beneficio de los aires del campo y de la sociedad de la familia del señor Aguado, antiguo compañero de armas del mismo Regimiento de España y seguro amigo, cuya familia vive al lado de la casita de campo que habito".
    San Martín y Aguado eran vecinos. Aguado tenía su palacio de París y el palacio Petit Bourg, en Évry, por donde pasaron desde Gioachino Antonio Rossini hasta Honoré de Balzac y Gerard de Nerval. Es evidente que hay un San Martín que no conocemos porque no hay relatos de todo eso.
     


    Lo imprevisto

    ¿Podría compararse a Aguado en la Francia de 1840 con Bernard Arnault en 2022, presidente y director general de Agache-Willot, Christian Dior y LVMH? Sí, un súpermillonario con intereses tan diversos como complejos.
    Y San Martín era su amigo, confidente, hombre a quien encomendarle el cuidado de su familia. Aguado murió en forma imprevista, había viajado a revisar sus concesiones mineras en España, y la apoplejía se lo llevó, fulminante. La apoplejía es un accidente cerebrovascular o ataque cerebral que sucede cuando se detiene el flujo sanguíneo del cerebro. Aguado murió de un ACV.

    San Martín ratificó lo que Aguado había significado para él, en una carta al general británico Guillermo Miller:
    "Mi suerte se halla mejorada, y esta mejora es debida al amigo que acabo de perder, al señor Aguado, el que, aun después de su muerte, ha querido demostrarme los sentimientos de la sincera amistad que me profesaba, poniéndome a cubierto de la indigencia."

    Cuando Aguado murió su fortuna personal en caja sumaba 60 millones de la época, que a precios de hoy serían 1.700 millones, sin contar los bienes inmuebles ni las concesiones mineras ni la colección de arte, que era consideraba la más importante de Europa.
    Sin embargo, el texto de San Martín a Miller permite comprender, con el lenguaje austero del general, que Aguado lo tuvo en cuenta aún en su testamento. A cambio, San Martín tenía una tarea por delante: la desinversión de los vastos negocios de Aguado y distribuir el dinero entre sus herederos, de quienes San Martín era tutor y albacea. San Martín fue quien vendió la colección de arte: 360 cuadros, con obras de Diego Velázquez, Bartolomé Esteban Murillo, José de Ribera, Francisco de Zurbarán, Leonardo da Vinci, Rafael Sanzio, Peter Paul Rubens y Rembrandt Harmenszoon van Rijn.

    ¿Alguien imagina a San Martín involucrado en estas cuestiones? Sin embargo, lo hizo, más allá de que en alguna ocasión hasta recibió críticas por los valores de la venta. Los relatos de quienes lo visitaron nada mencionan de todo eso (Juan Bautista Alberdi y Domingo Faustino Sarmiento).
    En cuanto al relato de quien escribió de oídas y por conveniencia personal, Bartolomé Mitre, tiene mucha imaginería. José de San Martín fechó su testamento el 23 de enero de 1844, y su única heredera fue su hija, Mercedes Tomasa San Martín y Escalada. Entre sus cláusulas:

    • Que Mercedes otorgara a su tía María Elena una pensión hasta su fallecimiento.
    • Que a la muerte de María Elena le otorgara una pensión a la hija de ésta, Petronila.
    • Que su sable corvo favorito, el de las batallas de Chacabuco y Maipú, fuera entregado al gobernador bonerense Juan Manuel de Rosas, "como una prueba de la satisfacción que, como argentino, he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla".
    • Que no hubiese funerales ni acompañamientos hasta el cementerio "pero sí desearía que mi corazón fuese sepultado en Buenos Aires".
    • Que se declarara como su primer título el de generalísimo del Ejército del Perú.
    No obstante lo cual, en la Argentina se lo llama 'Padre de la Patria'. La repatriación de sus restos no pudo encararse hasta el fallecimiento de su hija, porque Mercedes no ignoraba lo que había padecido su padre en la Argentina.
    Mercedes sabía que su padre había sido más feliz en Francia que en las Provincias Unidas. Es una conclusión terrible pero validada por la historia.
    Fue en días del presidente Nicolás Avellaneda cuando se creó la Comisión para la repatriación de los restos del Libertador, lo que sucedió a fines de mayo de 1880, en vísperas del estallido de la revolución de 1880 (derrota de la Provincia de Buenos Aires, la ciudad convertida en territorio federal y el inicio de la hegemonía de Julio Argentino Roca).
    La Municipalidad de Buenos Aires gestionó la cesión de parte del recinto de la Catedral Metropolitana para su descanso, donde permanece.

     


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