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Historia

Arqueología subacuática en Argentina
 


Restos de la chimenea de la Corbeta Swift descubierta en Puerto Deseado en 1982.
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  • La Argentina acredita una importante experiencia en el campo de la arqueología subacuática. Ella comenzó a afianzarse gradualmente a partir de 1982 con el hallazgo de los restos de la nave HMS Swift, una corbeta de guerra inglesa del siglo XVIII que se hundió cerca de Puerto Deseado.
    El pecio (restos del naufragio) fue descubierto por buzos de esa localidad y estaba en excelente estado de preservación, lo que llevó a la creación de un museo destinado a albergar los artefactos rescatados.

    El sitio fue declarado patrimonio histórico de la provincia. Con el correr de los años, el denominado proyecto Swift fue convocando a distintos especialistas y en 1995 se decidió crear un equipo de arqueología subacuática en el Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (INAPL), cuyo primer trabajo de investigación fue ese yacimiento.
    Así nació la primera generación de arqueólogos-buzos de la Argentina, de manera más o menos simultánea con Brasil, Chile y Uruguay. De hecho, algunos colegas de estos dos últimos países se iniciaron en las técnicas de la especialidad colaborando con los trabajos de la corbeta Swift.

    A lo largo de varias temporadas de trabajo se relevaron y excavaron distintos sectores del pecio, lo que brindó información acerca de la nave y de la vida a bordo.
    Se puso de relieve, por ejemplo, que algunos tripulantes se habían alimentado con zapallos, uvas, pimienta, mostaza, nuez moscada e, incluso, huevos de pingüino, algo que no aparece en los documentos que describen las raciones habitualmente suministradas por la armada británica a sus naves en altamar.

    El hallazgo de un cajón de madera que guardaba productos medicinales resultó de especial interés. Uno de los recipientes contenía mercurio, que en esa época se usaba para el tratamiento de la sífilis, a pesar de que podía tener severas consecuencias neurológicas.
    También se halló una sustancia compuesta por una resina vegetal, el copal, que tal vez se utilizó para curar lesiones de las encías y quemaduras graves.
    En la cabina del capitán de la Swift se encontraron varias piezas de vajilla, como tazas y platos de porcelana china que destacan el alto rango social y económico de los oficiales de la armada británica en el siglo XVIII.
    Otras piezas no tan refinadas que se hallaron fueron robustos vasos y copas de vidrio, apropiados para el uso a bordo.

    El pecio más antiguo cuyo hallazgo ha sido fehacientemente documentado en aguas argentinas es el de la nave holandesa Hoorn, parte de la expedición comandada por los holandeses Willem Cornelisz Schouten (ca. 1567-1625) y Jacob Le Maire (ca. 1585-1616), que en 1615 partió de los Países Bajos en busca de una Terra australis, que no encontró, y de una nueva ruta al Pacífico y las islas de las especias, que fue la del cabo de Hornos (en holandés Kaap Hoorn, por la ciudad natal de Schouten).
    El barco se incendió en 1615 mientras era carenado en la ría del Deseado (a pocos kilómetros del sitio del Swift). Sus escasos restos se encontraron diseminados en varios sectores de la playa y del mar contiguo.

    En otros puntos del litoral marítimo argentino hay restos de naufragios muy variados, que incluyen barcos de casco de madera y de metal, a vela y a motor, y de distinto tamaño, función y época.
    Varios están ubicados en la franja intermareal, que es un ambiente complicado para el trabajo subacuático, pues la poca profundidad del agua y su constante movimiento tornan muy difícil o imposible el buceo y lleva a que el trabajo arqueológico se haga desde tierra aprovechando al máximo los momentos de baja marea.

    Recientes investigaciones realizadas en Tierra del Fuego constituyen un ejemplo de ese tipo de trabajo. Allí, a lo largo de varias temporadas, el equipo de arqueología subacuática del INAPL recorrió casi 200 kilómetros de costa en busca de restos de embarcaciones naufragadas.
    Su relevamiento cubrió la mayor parte posible de la zona intermareal, formada por lo general por extensas áreas rocosas parcialmente cubiertas por canto rodado, arena y gran cantidad de organismos característicos de ese ambiente.
    Entre los hallazgos de mayor interés se pueden destacar siete balas de cañón, probablemente provenientes de la fragata mercante española Purísima Concepción, encallada en la costa fueguina en enero de 1765.

    La ley nacional 25.743 establece que los restos arqueológicos deben ser protegidos tanto si se encuentran ubicados en tierra como bajo el agua.
    Además, en 2010 la Argentina ratificó la convención de la Unesco para la protección del patrimonio cultural subacuático, que se aplica a restos de cualquier naturaleza que hayan estado sumergidos por más de cien años, y establece claramente que no pueden ser objeto de transacciones comerciales.

    Para los barcos hundidos, sin embargo, la creencia popular es que están abandonados y, por lo tanto, pertenecen al primero que los encuentre. Ello ha despertado la fantasía y movilizado a muchos en la búsqueda de supuestos tesoros, y a la destrucción de sitios arqueológicos de valor patrimonial, algo semejante a lo que sucede en tierra, por ejemplo, con los llamados huaqueros.
    Es de esperarse que poco a poco la sociedad tome conciencia de que los restos arqueológicos que están sumergidos merecen el mismo nivel de respeto y protección que los que están en tierra.
    Solo así se podrá conocer el pasado que nos relaciona con el agua, y legar los testimonios que queden a las generaciones venideras.
     


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