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Historia

Qué piensan los chicos que descienden de los próceres de Mayo
 


Las Frencha: Francisca (4) y Damasia (6).

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  • Tienen entre 4 y 15 años. Son los descendientes más jóvenes de los próceres que el 25 de Mayo de 1810 cambiaron nuestro destino. Cómo viven en el día a día el peso de tener en el árbol genealógico a figuras tan importantes.

    Dice Juan Manuel Rosas y Belgrano (10) que su sueño es que en la Argentina no haya más pobreza. Agrega Federico Paso Viola (7) que le gustaría que el país sea un lugar con mayor justicia. Damasia Elisalde French (6) quiere que los argentinos sean cada vez mejores personas. Ellos llevan en la sangre los valores de los fundadores de la patria, mezcla de orgullo y responsabilidad. Son descendientes directos de quienes el 25 de mayo de 1810 les gritaron al pueblo que había un nuevo Gobierno Patrio.

    Cuentan que aquella era una tarde nublada, gris, con vientos de cambio. La gente se amontonaba y un coro de voces exigía bien fuerte:
    “El pueblo quiere saber de qué se trata”, reivindicando así su derecho a la información. Pero ahora todo parece quedar atrás y a estos once chicos, reunidos por Viva en el Cabildo de Buenos Aires, les brillan los ojos como el sol que ya se esconde entre los edificios.

    Las hermanas Francisca (4) y Damasia (6) Elisalde French se asoman al balcón y señalan a las personas, tan chiquitas desde ahí arriba.
    ¿Serán conscientes de que en su sangre llevan genes de la persona que, junto a Beruti, reunió una multitud en la Plaza y presionó para que el Virrey Cisneros diera un paso al costado? “Mi abuelo más grande de todos repartía cintas de colores para ver quién era el más argentino”, dice Francisca y mira seria a su abuelo, para ver si lo dijo bien.

    Los descendientes más jóvenes llevan con orgullo el apellido de los padres de la Patria. Tal es el caso de Lucas (15) y Felipe (12) Toscano González –octava generación de Domingo Matheu– adoradores natos de este vocal de la Primera Junta:
    “Es increíble cómo él luchó por estas tierras sin haber nacido acá (era de Cataluña, territorio donde todavía sueñan con ser independientes de España). Defendió a muerte la Revolución y hasta donó parte de su fortuna para formar el Ejército del Norte”, relata sin titubear Lucas, como si estuviera dando un examen. Su hermano lo interrumpe: “Qué bueno sería que todos podamos defender más a nuestro país como lo hizo Matheu”.

    El Museo Nacional del Cabildo sirve como punto de reunión. Al igual que hace 205 años, los que descienden de las personas más influyentes en esa época se vuelven a juntar. Se miran, se saludan, algunos corren por esas escaleras emblemáticas y Marta Alsina, guía del museo, quiere frenarlos:
    “Chicos, vengan, les voy a contar una historia de héroes”. Y esas palabras parecen las de una hechicera: los chicos enmudecen y escuchan.

    “Acá mismo, Saavedra, Castelli, Belgrano, Azcuénaga, Alberti, Matheu, Larrea, Paso y Moreno tomaban en sus manos el destino del país. Ustedes llevan en sus apellidos parte de la historia grande de Argentina, nunca lo olviden”, les pide Marta, ahora más relajada.
     


    “Belgrano no se creía un ídolo”

    Con la mirada perdida, tres hermanos buscan el cuadro de su antecesor, lo ven entre medio de otros rostros y uno de ellos aprieta el puño como si jugaran a ver quién lo encuentra primero. Son los Rosas y Belgrano: Germán (9), Juan Manuel (10) y Luciano (11), quienes conocen casi todo sobre su héroe.

    “Yo estuve en la ciudad de Concepción, Corrientes, donde Belgrano juntó el ejército para viajar a Paraguay”, cuenta Germán, el más chico de los hermanos. A su lado, al infaltable Juan Manuel (en todas las generaciones hay alguien que se llama así en la familia) le llama la atención un detalle del prócer creador de la bandera:
    “Tenía la firma más simple. Eso significa que era igual al resto de las personas. No se creía un ídolo”. Por último Luciano, quien es abanderado en su colegio –sí, un descendiente de Belgrano lleva la bandera de su curso– sueña con ser arquitecto y dice que no le cuesta tener ese apellido: “Lo importante es ser buenas personas”.

    Lo cierto es que ninguno de los tres chapea con ser descendientes del patriota. En el colegio, sólo algunos conocen la historia de su apellido:
    “Primero se nos ríen, no nos creen, dicen que les estamos mintiendo. Pero nosotros les juramos que es verdad”.
    Aunque su abuela Susana cuenta el verdadero motivo: “A su papá en la escuela le decían Esquina por el apellido compuesto y ellos no quieren que les pase lo mismo”.

    La historia del apellido Rosas y Belgrano es muy particular y Susana la revela: “Resulta que Don Manuel Belgrano tuvo un hijo con María Ezcurra, cuñada de Juan Manuel de Rosas. Pero como no podían criarlo, quien se hizo cargo fue Rosas, poniéndole su apellido.
    Cuando el chico cumplió los 20 años le contaron su verdadero origen y así fue como decidió llamarse Pedro Pablo Rosas y Belgrano”.
     


    ¿El sol del 25?

    La imagen del 25 de Mayo es siempre la misma, incluso 205 años después. Quedó inmortalizada en óleos y acuarelas, pintados desde un único ángulo, con patriotas congelados en un movimiento nervioso y el tono gris del otoño de 1810 en Buenos Aires.
    Pero la realidad es que esas pinturas fueron hechas cien años después, para el festejo del centenario. Y fueron creadas por artistas que imaginaron aquel momento:
    “No existen registros de pinturas creadas en 1810”, dice Gabriel Di Meglio, historiador y Director del Museo Nacional del Cabildo.

    Los colores brillantes son posteriores. Abundan en las figuritas escolares y en dibujos que, para esta época del calendario, aparecen en los cuadernos de los alumnos de todos los años de la escuela primaria.
    La Revolución de Mayo es uno de los íconos más fuertes del pasado político argentino. Pero, paradójicamente, su significado se fue olvidando con el paso del tiempo. Excepto las maestras y los historiadores, son pocos los que pueden explicar con precisión qué pasó esos días que, para algunos, fueron el Big Bang de la Nación.

    “Hay tres preguntas que me hacen siempre”, señala el historiador: “Cuál es la diferencia entre el 25 de Mayo y el 9 de Julio, si ese día llovió y cuánta gente se había reunido. Pasa muchas veces que los chicos y los adultos se confunden la asunción de la Primera Junta con la declaración de la Independencia, es algo que se deberá mejorar.
    Lo cierto es que en 1810 se da un paso fundamental para lo que después vendrá en 1816. Pero el 25 de Mayo, los patriotas le siguen jurando lealtad a la monarquía española”.

    Con respecto a la lluvia, la respuesta es contundente:
    “No. Se ven algunas pinturas con el público bajo los paraguas, pero eso es falso. El paraguas significaba pertenecer a un estatus social muy alto, y en los retratos se ven muchos, lo cual era imposible. El día estaba feo, nublado, típico de otoño, pero sin lluvia”.
    En relación a la gente, el historiador cuenta que habría unas mil personas reunidas en la plaza: “Para una Buenos Aires con 43 mil habitantes, haber reunido mil era una verdadera multitud”.
     


    Saavedra, hincha de River

    Tal vez sea difícil indagar qué pasa por las cabezas de Joaquín y Josefina Mello, de 14 y 11 años respectivamente, descendientes de Cornelio Saavedra. Tal vez sólo haya que escucharlos:
    “Siento orgullo porque fue muy importante para la Patria”, dice la nena, amante de la pintura. “Una artista en potencia”, la describe su papá quien le propone calcar para el próximo 25 de Mayo la imagen de Saavedra: “Sería un lindo homenaje”. Entonces, Josefina acepta el desafío.

    Para Joaquín, el homenaje se debe hacer todos los días. “Me gustaría que fuéramos más respetuosos entre nosotros, que se terminara la pobreza y que todos pudieran trabajar”, dice. Fanático de la PlayStation y de Andrés Calamaro, su verdadera “Revolución de Mayo” por ahora pasa porque River salga campeón.
    “Saavedra era una persona influyente en la sociedad, era querido y respetado, si viviera en esta época no dudo de que sería hincha de River”, bromea el padre.

    Muchas de estas familias forman parte de la asociación “Fundadores de la Patria”, que hoy preside Mario Passo, chozno de Juan José. El grupo tiene como tarea, entre otras cosas, ir a las escuelas para correr a los próceres del lugar del busto y reivindicarlos.
    Ellos tienen como lema “defender la memoria nacional y reivindicar los valores y principios de la Patria”.
    Cuenta Mario que fue muy gracioso el momento en que se conocieron todos: “Soy Manuel Belgrano, qué tal, Beruti, encantado, Saavedra, un gusto. Parecía una broma”. Su lugar de reunión no puede ser otro que el Cabildo: “Nos dieron una sala especial donde nos juntamos para dividirnos las tareas”.

    Al igual que Mario, tanto Juana como Federico Paso Viola, son descendientes del secretario de la Primera Junta. En su casa tienen un cuadro inmenso donde se ve el árbol genealógico de la familia.
    “Cuando era chiquita lo miraba como algo sin valor. Pero ahora que soy más grande me doy cuenta de la importancia que tiene saber de dónde venimos”, relata Juana, de 12 años. Federico, con 7 años, ya sabe que de grande quiere ser abogado.
    –Igual que Juan José Paso, le dice Viva.
    –Ah, no sabía que era abogado.
    Evidentemente, la sangre le tira.
     


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