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"Capital del Viento"

Política y Gobierno

La Argentina, el origen de un nombre
 


No son cambios accidentales, sino testimonio del conflictivo camino de las comunidades en la construcción de su identidad. También, del deseo de vincularla con algo firme, inmutable, esencial, a prueba de los vaivenes políticos. Quizá por eso queremos creer que siempre fuimos "argentinos".

Pero no fue así. Antes de denominar una entidad política, "la Argentina" fue sólo un nombre poético, que aludía a la plata. Desde 1530, cuando Sebastián Gaboto hizo los primeros envíos de ese mineral a España, el río de Solís fue conocido como Río de la Plata.

La denominación se extendió a toda la región adyacente y en 1536, cuando llegó Pedro de Mendoza a dotarla de su capital, tal nombre estaba ya asentado. Doscientos cuarenta años después, el nuevo Virreinato que tenía por capital a Buenos Aires se llamó Río de la Plata.

Argentina deriva de plata: del latín argentum sale el adjetivo correspondiente. Lo llevó a la fama un soldado poeta, Martín del Barco Centenera, quien hacia fines del siglo dieciséis acompañaba al Adelantado Ortiz de Zárate.

En 1569 otro soldado, Antonio de Ercilla, había escrito La Araucana, y Centenera anunció la composición de La Argentina, un largo poema en el que narraba la conquista del Río de la Plata. El nombre circuló con suerte variada hasta principios del siglo diecinueve.

Por entonces nuestros poetas neoclásicos y patriotas, empeñados en construir para Buenos Aires una raigambre y un prestigio antiguos -que debían colocarla por encima de Roma y Atenas- popularizaron el adjetivo, de sabor latino.

Lo usaron Manuel de Lavardén, Esteban de Luca y Juan Cruz Varela. Vicente López y Planes escribió El triunfo argentino para cantar la gloria de la defensa de Buenos Aires en 1807. Desde entonces, fue nombre corriente de periódicos: La Prensa Argentina, La Abeja Argentina, El Triunfo Argentino.

El nombre estaba en el ambiente, muchos lo usaban. ¿Pero a quiénes designaba? ¿A algo parecido a lo que hoy llamamos argentinos? Con seguridad que no, porque todavía no los había. Muy probablemente se refiriera, primordialmente, a los hijos de Buenos Aires, los mismos a quienes quizá se llamara "hijos de la Patria", "patricios" o "patriotas".

Todos hemos aprendido en la escuela que nuestra Nación, la Argentina, siempre existió, y que el largo proceso de guerras civiles, la "anarquía" y la "organización nacional" fueron desencuentros y pasos trabajosos para llegar a un final predeterminado. Al fin, decía el general Mitre, la Nación ya había nacido el 25 de Mayo de 1810.

Vistas más de cerca, las cosas son un poco más complejas. En rigor, en 1810 se produjo apenas la fragmentación y el desmembramiento del viejo orden institucional hispano, y comenzó una trabajosa búsqueda para organizar algo nuevo.

Así surgieron "provincias" -generalmente como extensión de ciudades- y "estados", de límites variables y existencia política precaria, hasta que se asentaron sobre la base de un compromiso firme de una parte de las "provincias" que habían integrado el antiguo Virreinato.

Durante mucho tiempo, el nombre de esos ensayos de Estado tuvo como referencia el Virreinato, quizá porque había dudas acerca de lo definitivo de la ruptura del viejo orden, y también la esperanza de que el nuevo orden político pudiera capitalizar mucho del antiguo.

En 1810 fuimos las Provincias del Río de la Plata, y desde el año siguiente Provincias Unidas del Río de la Plata. En 1816, quizá por la renacida esperanza que insuflaba San Martín, se declaró la independencia de las Provincias Unidas de Sudamérica. Luego de la crisis de 1820, el Congreso de 1824 volvió a las Provincias Unidas del Río de la Plata.

Mientras tanto, el más poético "argentina" seguía abriéndose camino, y empezaba a penetrar en el vocabulario político institucional.

La Asamblea del año XIII aprobó el Himno Nacional, que proclamaba "Al gran pueblo argentino ¡salud!". En 1826 el Congreso de las Provincias Unidas creó para Rivadavia el cargo de Presidente de la República Argentina, y poco después sancionó la Constitución de la República Argentina.

Cierto que duró poco, pero el adjetivo latino quedó desde entonces incorporado al nombre de la comunidad política que tan trabajosamente se iba gestando. Bajo Rosas hubo una Federación Argentina y una Confederación Argentina, y éste fue el nombre que adoptó la Constitución de 1853.

En 1860 se reformó la Constitución y se adoptó, ya definitivamente, el de República Argentina. Así nos llamamos desde entonces.

Corrientemente solemos decir "la (República) Argentina"; no podemos omitir el artículo, pues tal como lo escribió Del Barco Centenera, se trata de un adjetivo, que alude a un siempre prometido futuro de abundancia.

 



   
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