Comodoro Rivadavia - Chubut Argentina
"Capital del Viento"

Temas Relacionados

Un parque jurásico en el centro de la Patagonia

 


Los paleontólogos todavía no lo pueden creer.

Campamento Los Adobes, Chubut.- Los paleontólogos todavía no lo pueden creer. Fueron a buscar dinosaurios y no sólo encontraron varios (uno de los cuales, sospechan, podría estar casi completo), sino que la meseta patagónica les tenía reservadas más sorpresas: también hay tortugas, anfibios, pterodáctilos (esos extraños reptiles voladores prehistóricos) y hasta un mamífero de tiempos inmemoriales.

El hallazgo de estos días ha convertido el sitio en uno de los yacimientos paleontológicos más importantes del mundo.

La Nación recorrió los casi 400 kilómetros desde Trelew -buena parte son caminos de ripio- para acompañar a los científicos durante sus trabajos.

En este lugar, una antigua mina desde donde los especialistas de la Comisión Nacional de Energía Atómica extraían uranio hasta hace poco tiempo, los paleontólogos establecieron su base. Desde aquí salen hacia los distintos puntos de la región para realizar sus búsquedas.

Pertenecen al Museo Paleontológico Egidio Feruglio, de Trelew, y el jefe del proyecto es el especialista alemán Oliver Ruhut.

Los últimos hallazgos vienen como anillo al dedo para sus propósitos, porque quieren caracterizar la fauna terrestre de una época, de un momento de la historia evolutiva del que casi no se tienen noticias: el jurásico medio.

Es una época enigmática, que transcurrió hace unos 170 millones de años y que los científicos sólo ahora comienzan a estudiar. La cifra es casi infinita, si se tiene en cuenta que los más antiguos antepasados del hombre aparecieron hace unos cinco millones de años. Y que el Homo sapiens, como especie, salió a escena hace apenas 100.000. La décima parte de un solo millón.

Casi no se conoce la fauna terrestre del Jurásico medio porque, prácticamente, no hay donde buscarla. Las rocas que contienen los restos de aquellos días afloran en una pequeña región de China, en otra de Madagascar y, fundamentalmente, en la Patagonia argentina, a la altura de Chubut.

La Patagonia era un paraíso

Por lo menos, de algo sí están seguros los científicos: los días del Jurásico medio fueron turbulentos. Y no sólo porque dinosaurios de todos los tamaños -y hábitos- pululaban por aquí y por allá. Sino porque, entonces, el continente africano comenzaba a separarse de América del Sur.

Con los años -siempre contados por millones- esa primera grieta, fruto de la separación, terminaría convirtiéndose en el mismísimo océano Atlántico. Y, se sabe, los movimientos de ese tipo entre placas tectónicas no vienen solos. Los acompaña una fiesta de terremotos y volcanes.

¿Cómo era la Patagonia entonces?

Por empezar, nada que ver con los desiertos de viento, arbustos duros y canto rodado en que se ha convertido hoy. Todo lo contrario: el clima, cálido y húmedo, iba muy bien con los densos bosques de helechos y coníferas, sólo interrumpidos por deliciosos lagos y ríos. Y siempre, como fondo, los volcanes en actividad.

Los reyes absolutos eran los dinosaurios. Carnívoros y herbívoros. Voladores, terrestres y acuáticos. Todo un zoológico de ellos aún desconocido a nuestros ojos.

Aunque si un hipotético ser humano hubiera mirado fino, también habría dado con insectos, anfibios, tortugas, cocodrilos y unas criaturas pequeñas, escurridizas, destinadas a tomar el mando entre todas las familias de animales, 100 millones de años más tarde: los mamíferos.

En este mundo verde y remoto no había flores. La naturaleza no las había inventado aún.

"Todo esto era un verdadero vergel", dice a La Nación el geólogo Gerardo Cladera, del museo, mientras trepa un cerro, prometiendo que en la cima, a unos mil metros sobre el nivel del mar, espera una de las joyitas halladas en la expedición. Y no miente.

Con toda la Patagonia como paisaje -y con ráfagas de viento que hacen casi imposible mantenerse en pie- una columna vertebral gigante, petrificada, surge de la roca y vuelve a internarse en la piedra unos metros más adelante.

Los estudiantes de paleontología que vienen trabajando desde hace semanas en la zona -son seis, de distintas universidades-, se agachan sobre los restos, asombrados.

Quieren excavar para llevárselos ya. Pero saben que deben tener paciencia. Esa tarea les demandará no menos de un mes y se realiza a una velocidad desesperante para cualquier ansioso.

Mientras tanto, Pablo Puerta, jefe del Departamento Técnico del museo, cuenta las vértebras y hace cálculos: "Cinco, seis, siete... en este lugar empieza el cuello. El cráneo debería estar enterrado por aquí -dice, mientras salta sobre la roca, a varios metros de los restos visibles-.

El animal está recostado sobre su lado derecho", conjetura. Y supone que, quizás, en vida haya sido un dinosaurio de ocho o nueve metros de longitud.

Gerardo Cladera es tafónomo; es decir, estudia la historia de los restos desde que el animal murió hasta que son hallados y sus palabras no suenan tan optimistas: "Me huele que la cabeza estaba levantada. Si fue así, la perdimos", dice.

Tanto interés por la cabeza tiene explicación. "No se sabe bien por qué, pero casi nunca se encuentran los cráneos de los saurópodos como este dinosaurio -se lamenta Cladera-. Por algún motivo, es muy difícil que se conserven. Por eso, si el de este estuviera, sería importantísimo."

Un pariente muy antiguo

El dinosaurio saurópodo, el de la cumbre del cerro, no es el único hallazgo de gran interés. Hace unos días, mientras estudiaba en un sitio cercano los estratos de la época en cuestión, la casualidad quiso que Pablo Puerta diera con la mandíbula de un animal muy pequeño.

Sus dientes medían sólo un milímetro cada uno. El paleontólogo apenas pudo salir de su asombro cuando comprobó que se trataba de un mamífero. Figurita difícil, si las hay, de una época en que los dinosaurios fueron amos y señores.

Es que los mamíferos, nuestros antepasados, son muy antiguos. Surgieron junto con los reptiles. Pero durante los 140 millones de años en que duró la dinastía de los dinosaurios no evolucionaron más que en pequeños especímenes del tamaño de un ratón. La verdadera expansión de los mamíferos comenzó cuando se extinguieron los grandes reptiles, hace unos 65 millones de años.

Por eso, encontrar un mamífero de los que convivieron con los dinosaurios es una gran noticia. "Todavía tenemos que estudiarlo, pero, por lo pronto, sabemos que es el segundo que se conoce en el mundo, perteneciente al Jurásico medio. Y el más antiguo de América del Sur".

La noticia ya cruzó el continente. En unas semanas, un colega argentino especialista en mamíferos fósiles desembarcará en la zona junto con paleontólogos norteamericanos, en busca de más.

Pablo Puerta deja en claro que no menos sorpresivos que el mamífero le resultaron otros restos muy especiales. "Un pterosaurio -dice-, un reptil volador. Es el primero que conocemos del Jurásico medio."

Más sorpresas: unas placas junto con un pedazo de caparazón que acaban de extraer de otra roca. "Son de tortugas acuáticas prehistóricas."

"Hasta hace unos meses, del jurásico medio apenas conocíamos tres dinosaurios. Uno herbívoro y dos carnívoros. Eso era todo. Pero gracias a estos yacimientos, en diez días triplicamos nuestros conocimientos de esa época: ahora tenemos varias especies de dinosaurios, además de anfibios, pterodáctilos, tortugas y hasta un mamífero", dice Pablo Puerta. Y sin dejar de señalar la inmensidad desde la cima del cerro, agrega: "Y lo mejor es que todavía nos queda todo eso para caminar..."

El sueño de los paleontólogos

"Para un paleontólogo, trabajar aquí es el sueño del pibe", dice Pablo Puerta, camino a los yacimientos. Es que la Patagonia argentina, además de ser muy abundante en restos fósiles, también regala ejemplares fundamentales para esta rama de la ciencia.

Por ejemplo, es en la Patagonia en donde apareció el Argentinosaurio huenculensis, el dinosaurio más grande conocido. Es aquí también donde vivió el Giganotosaurio, mayor de todos los carnívoros -al menos por lo que sabemos hasta ahora- que deja pequeño al célebre Tiranosaurio rex, de los norteamericanos.

Una de las mejores secuencias de la evolución de los dinosaurios a las aves proviene de la Patagonia. Y si a la región le sumamos la zona de Cuyo, tenemos los dinosaurios más primitivos que se conocen.

Créditos:
Estracta Diario La Nación

 



Temas Relacionados
Reino Animal
Reino Vegetal
Página Principal