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Nanotecnología nacional contra las enfermedades de los argentinos
 


Nanotecnología. Estas miniaturas, de diferente grado de complejidad, permiten controlar que el fármaco administrado llegue en tiempo y forma correcta a las células enfermas.

La mayor parte de los fármacos que se encuentran en el mercado tiene una acción positiva y otra negativa. Cuando un paciente recibe su tratamiento, es la estructura molecular de la droga la que define dónde puede llegar el medicamento.

De esta manera, el fármaco puede actuar sobre una zona del cuerpo enferma, como sobre una sana. Y cuando la droga es extremadamente tóxica, como son los anti-tumorales, o ciertos anti-micóticos, casi siempre se producen severos daños colaterales.

Incluso, muchas veces los pacientes no pueden sobrevivir al efecto colateral de la terapia, más que a la enfermedad en sí.

Es esta realidad la que motiva las investigaciones del Laboratorio de Diseño de Transportadores de Drogas (LDTD) de la Universidad Nacional de Quilmes.

Y es, precisamente, el equipo de investigación dirigido por Eder Romero, el que se encarga de diseñar sistemas de liberación controlada de fármacos, utilizando como herramienta una disciplina que permite construir vehículos auto-ensamblados en el espacio, a partir de bloques muy, pero muy pequeños: la Nanotecnología.

De esta forma, una vez introducidos los fármacos, es posible dirigirlos internamente a la zona del cuerpo afectada por la enfermedad, sin afectar órganos sanos.

“La Nanotecnología permite fabricar vehículos moleculares que funcionan como nanomáquinas, sobre las que se puede modular detalles estructurales a un nivel extremadamente pequeño y con elevada precisión.

Estas miniaturas, de diferente grado de complejidad, permiten controlar que el fármaco administrado llegue en tiempo y forma correcta a las células enfermas”, explica la directora.

Los nanovehículos fabricados por el LDTD consisten en tres grandes tipos de sistemas de liberación controlada: los liposomas, los dendrímeros y las nanopartículas lipidicas sólidas; tres clases de vehículos que tienen un tamaño mucho más pequeño que un micrón, la millonésima parte de un metro.

El diseño de estos vehículos y la incorporación de los fármacos primeramente tiene que ser testeada en sistemas in vitro, para saber exactamente qué características tienen en términos físicos detallados y para ver si son estructuras capaces de mantenerse estables en un entorno biológico.

Pero antes de iniciar el proceso de diseño, es necesario realizar un análisis concienzudo de la enfermedad que uno planea tratar, para saber si realmente existe la posibilidad de usar estrategias de liberación controlada de fármacos, ya que no pueden usarse en cualquier patología.

Actualmente, el LDTD focaliza su trabajo en enfermedades infecciosas parasitarias, fundamentalmente el Mal de Chagas.

También la leishmaniasis, especialmente la leishmaniasis cutánea -una enfermedad endémica del norte de Argentina y del resto de los países limítrofes, menos Chile y Uruguay- y la toxoplasmosis.

Si bien el desarrollo y la utilización de estos sistemas de liberación controlada de fármacos es innovador para la tecnología farmacéutica de América del Sur, algunos de estos sistemas ya existen en el mercado, fundamentalmente como oncológicos y como agentes anti-micoticos profundos.

“El problema es que su venta es monopolizada por empresas extranjeras, a costos superiores a los mil pesos por unidad.

Los tratamientos son extremadamente costosos, teniendo en cuenta que pueden requerirse varias unidades, que deban ser administradas durante varias semanas”, asegura Romero.

Por eso, el equipo del LDTD fundamenta su trabajo en la convicción de que tiene que haber un desarrollo nacional de este tipo de sistemas.

Según los investigadores, “en enfermedades oncológicas e infecciosas severas, estas terapias serían de suma utilidad; aunque actualmente su uso está restringido no porque no sean útiles, sino porque no se las puede emplear masivamente debido a su alto costo.”

En este sentido, en el LDTD trabajan puntualmente en lo que se conoce como enfermedades parasitarias huérfanas, así llamadas porque a pesar de afectar a una cantidad gigantesca de personas en el mundo, no existe un interés profundo por parte de las empresas farmacéuticas en desarrollar medicinas que puedan curarlas.

Para estas enfermedades, aún no existe remedio conocido. Los medicamentos actuales son sumamente tóxicos y muy poco efectivos. Hay alrededor de veinte millones de infectados de Mal de Chagas, y cien millones en riesgo de contagio, sólo en América Latina.

En Colombia, por ejemplo, un diez por ciento de la población evidencia un alto riesgo de contagio, siempre hablando de los estratos más bajos, que son los que presentan menor interés para los laboratorios.

Una vez realizadas las pruebas de estabilidad de los nanovehículos desarrollados, aún deberá pasarse por otro tipo de pruebas antes de ser testeados en modelos animales.

Es necesario un paso intermedio, que consiste en evaluar la capacidad de células en cultivo para capturar los nanovehículos, y para evaluar ausencia de toxicidad y presencia de actividad terapéutica.

Lo primero se lleva adelante incorporando a los nanovehículos, por ejemplo, moléculas fluorescentes, lo que permite monitorear su recorrido dentro de la célula.

Este tipo de sistemas requiere tener en cuenta un aspecto que es de importancia menor en las medicaciones convencionales: las barreras con las que el nanovehículo se va encontrando en su tránsito por el interior de un ser vivo.

Por ello, cada tipo de enfermedad requiere un diseño específico, que depende del lugar donde se hallen las células infectadas y del sitio de la célula donde se alojan los parásitos.

Finalmente, el seguimiento del destino de los nanovehículos en animales permite constatar que la droga se libere justamente en el lugar donde se necesita que actúe.

 


Fuente:

Eder Romero es directora del Proyecto “Estrategias de liberación controlada de fármacos y vacunas, aplicadas a enfermedades infecciosas regionales y re-emergentes” de la Universidad Nacional de Quilmes. Su equipo de trabajo está integrado por Maria José Morilla, co-directora del LDTD; Jimena Prieto; Jorge Montanari; y Raul Gonzalez. elromero@unq.edu.ar / www.unq.edu.ar

Publicado en Diario Clarín (26/10/04)

 



   
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