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Salud

Seis gotitas pueden evitar una forma de ceguera infantil

 


Pablo Goldschmidt, en Buenos Aires. / Emiliano Lasalvia
En poblados de Africa donde la miseria extrema es la norma, para que una mamá le lave la cara a un chico hay que explicárselo seis veces.

"La higiene no es un hábito natural", afirma Pablo Goldschmidt, bioquímico argentino residente en París desde hace tres décadas que en el último lustro participó en campañas de las Naciones Unidas en los países más pobres de ese continente para encontrar una forma económica y eficaz de evitar el tracoma.

Sin tratamiento, esta infección oftalmológica, que se manifiesta inicialmente como una conjuntivitis, produce una grave irritación en los párpados, ulceraciones oculares y cicatrices que pueden conducir a la ceguera.

"Volvés a la noche y los chicos están llenos de moscas. Volvés al otro día y están llenos de mocos. Las madres van pasando el paño que usan de bebe a bebe..."

El tracoma es una catástrofe sanitaria. Causado por la bacteria Chlamydia trachomatis, se transmite de persona a persona y por moscas que se reproducen en las heces de los animales que deambulan cerca de donde duermen los humanos.

Afecta en todo el mundo a más de 80 millones de personas y causa anualmente también millones de cegueras.

Sin embargo, gracias a la tarea de Goldschmidt y de un equipo internacional, hoy es posible reducir drásticamente su prevalencia con un tratamiento tópico de seis gotitas oftálmicas de azitromicina al 1,5% aplicadas en tres días y que cuesta centavos de dólar.

La revista Plos Neglected Tropical Diseases (la de mayor impacto en este tipo de problemas) aceptó recientemente un trabajo que demuestra que esta estrategia que Goldschmidt y colegas pusieron a prueba durante los últimos años en ensayos clínicos controlados es válida para evitar el tracoma.

"Vimos que se curaba la misma cantidad de pacientes gastando uno que gastando ocho", subraya el investigador.

A pesar de que desapareció en muchas regiones (en el siglo XIX, ciudades como París, Londres o Moscú eran las capitales de esta enfermedad), el tracoma todavía es endémico en Africa, Medio Oriente, América latina, Asia y Australia.

La Organización Mundial de la Salud se fijó la meta de que las cegueras por esta causa disminuyan en 2020 a niveles que no resulten un problema importante de salud pública.

"Pero con las gotitas no basta -se apresura a aclarar Goldschmidt, de visita en Buenos Aires-, se necesita educación. Por ejemplo, en el pueblo en el que estuve trabajando en 2010 murió una persona del otro lado de la frontera de Nigeria y, dado que es una zona islámica, las señoras cumplieron con el ritual de bañar el cadáver y prepararon la comida, pero sin lavarse las manos: hubo 125 muertos de cólera. Si uno da remedios sin higiene, no sirve."

De paso, la solución antibiótica oleosa compatible con las lágrimas y estable al calor desarrollada por el científico argentino impide el mal uso de la azitromicina en pastillas que, empleadas también para curar enfermedades venéreas como la gonorrea y la sífilis, era desviada a los burdeles...

"Ahora por fin se aceptará internacionalmente que no es cuestión de prevenir la ceguera con antibióticos caros, sino con educación para la higiene y con gotitas.

Espero que los gobiernos y las ONG se pongan a pensar cómo eliminar rápidamente este grave problema sanitario -concluye el científico-. Porque el tracoma no importa. El tracoma es una alarma roja de la miseria absoluta."
 


Ciencia aplicada

Goldschmidt brega por la aplicación inmediata del conocimiento. En el hospital nacional de oftalmología de Francia, acaba de desarrollar un sistema de diagnóstico de infecciones por hongos y otro para identificar bacterias que funcionan en dos horas y media. "Disminuyen la mortalidad y cuestan un euro y medio o dos", afirma.  


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