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Salud

En el Día del Amigo: Fundación Favaloro
 


Hace dos meses cuatro personas nacieron de nuevo en los quirófanos, en un operativo orquestado como un ballet: Teodoro recibió un pulmón, Antonio un corazón, Macarena un hígado y Alicia otro pulmón. Los trasplantes de esos órganos –de una mujer de Mar del Plata, con diagnóstico de muerte cerebral– se realizaron en forma simultánea.

En el Día del Amigo un reconocimientoa al Dr. Favaloro. Por primera vez trabajaron cinco equipos médicos en forma coordinada: uno en la ablación y cuatro en los trasplantes. Fue en la Fundación Favaloro, la única institución del país y una de las pocas en el mundo preparada para hacerlo.

Al mismo tiempo, en las oficinas administrativas, se organizaba la continuidad de un plan de ajuste –recomendado por una auditoría externa–, con despidos de personal. René Favaloro rechazó esa solución el año pasado, pero la institución que fundó en 1975 estaba ahogada por el endeudamiento.

La financiación del Estado, que le permitía al inventor del by-pass llevar su excelencia médica a los sectores sin cobertura en salud, no era posible en un país hundido en sus propias deudas y crisis sociales. Favaloro no quiso vivir una Argentina donde el proyecto de “elevar la calidad de la medicina” no fuera posible y el 29 de julio de 2000 se disparó un balazo en el corazón.

La semana pasada el doctor Pablo Stutzbach viajó a Londres para presentar en un simposio su experiencia en cirugía de Ross, una técnica de autotrasplante de válvulas cardíacas: la pulmonar se coloca en posición aórtica y se trasplanta una pulmonar del banco de válvulas donadas. La experiencia es la tercera más importante del mundo y se desarrolló en la Fundación Favaloro.

Hace seis meses la institución parecía destinada a desaparecer. El Consejo Directivo, de cinco médicos, encontraba sólo indiferencia como respuesta a sus pedidos de ayuda, tanto del Estado como del sector privado. Una situación que llevó a Roberto Favaloro, sobrino de René y presidente del Consejo, a decir: “La muerte de mi tío no sirvió para nada. Me pregunto si hay interés en la Argentina por mantener un centro como este”.

Sin embargo, el panorama actual es diferente: la Fundación saneó su economía lo suficiente como para abonar salarios y cuotas de proveedores en término.

El cambio radical se produjo en diciembre, cuando Eduardo Raimondi –inmunólogo y genetista– asumió como director ejecutivo. “En este momento estamos entrando en caja: no gastamos más de nuestros ingresos.

Hace cuatro meses que regularizamos los pagos; pusimos la deuda vieja en by-pass y cobramos el día a día. Esto nos permite operar más que antes, seguir con las investigaciones y mantener la atención a indigentes sin bajar la calidad”, detalla. El 20 por ciento de las cirugías que se realizan en la Fundación no se cobra, una exigencia de René para sus cirujanos.

Antes el Estado pagaba el material descartable y la internación, pero ese subsidio desapareció en beneficio de la deuda externa. Según Raimondi, para mantener ese procedimiento la Fundación necesita de las donaciones.

El jueves pasado cuarenta trabajadores del Instituto fueron despedidos. Es la última tanda, dicen los directivos. Desde que comenzó el ajuste, la Fundación disminuyó su planta permanente en 200 personas y reestructuró terapia intensiva.

“En este año nos caímos a fondo, tuvimos que mirarnos con esa sensación de muerte inminente de la institución y preguntarnos qué hacer. Ordenamos la casa y fue muy duro, pero conservamos la mística, la calidad, y tratamos de formar nuevas generaciones.

El mejor homenaje que podemos hacerle a René es decirle: ‘Mirá, la institución está funcionando, está viva, seguimos haciendo las cosas que soñabas y tenemos una visión a futuro’.”

El que habla es Gustavo Podestá, director de hepatología y trasplante hepático. Un hombre de 45 años que eligió volver al país –después de diez años de experiencia en centros mundiales de trasplantes, como Pittsburg y Los Angeles, Estados Unidos– para trabajar con René Favaloro.

Los miembros del consejo directivo reconocen que les llevó tiempo y esfuerzo desenmarañar el intríngulis institucional y aprender la administración. “Hasta diciembre fue muy duro –admite Roberto Favaloro, cardiocirujano como su tío–.

No es fácil manejar la Fundación y requiere que, además de nuestra tarea en el quirófano, nos quedemos hasta cualquier hora en reuniones de análisis. No quisiera pensar en hacer eso con 77 años, sólo René podía hacerlo”.

Para equilibrar sus cuentas, dicen, obtuvieron “apoyo” y “comprensión” por parte de las financiadoras de salud y del Estado. “Abrimos con cierta claridad los canales de conversación prescindiendo del tema político.

Queremos manejar la institución de forma más profesional y menos sentimental”, argumenta Podestá. Haber logrado este equilibrio es, para ellos, “una fuente de alegría y entusiasmo”, porque ven la posibilidad de revertir una situación compleja, sin perder lo que denominan “la llama sagrada”.

La que los impulsa a continuar con el legado de René: “Él no quería que los indigentes fueran a operarse a otro lugar, donde tienen que esperar una vida y quién sabe con qué resultados. Quería operarlos aquí y elevar el nivel de la medicina para todos”, reafirma Podestá.

Roberto Favaloro complementa: “De 35 millones de habitantes, sólo cuatro millones tienen buena cobertura. La gran mayoría tiene nada u obras sociales. Para mantener el trabajo que hacemos en trasplantes y cirugías, dependemos de ellos, si no operaríamos un paciente por día y tendríamos que cerrar el 60 por ciento de la Fundación. Esa no es la filosofía, no queremos trabajar con ese 4 por ciento de la población que puede pagar. Dependemos del riesgo país.”

En la Fundación no hay registro de que alguna vez un profesional renunciara para perfeccionarse o progresar en el exterior, sea en el ámbito científico o en el económico. Pablo Stutzbach, joven coordinador de enfermedades vasculares, es un ejemplo de lo que encuentran los médicos en esa institución.

“Acá vi por primera vez un corazón funcionando y tuve la motivación como para no abandonar medicina”, cuenta. Le tocó en suerte la reforma universitaria del ciclo básico, y prefiere no recordar la improvisación en la que estaba sumida la carrera. Su salvación fue ganar una de las becas del Departamento de Investigación Básica: 100 pesos por mes y el trabajo junto a grandes profesionales.

Se recibió, hizo la residencia en la Fundación y de un intercambio que lo llevó a la Cleveland Clinic, en 1995, trajo la idea de trabajar en enfermedades valvulares y formar un banco de válvulas.

“En la Argentina no había un área de ese tipo, fuimos los primeros en desarrollarla y al poco tiempo empezamos con los trasplantes. Se miraba como una utopía, pero hoy existe la Sociedad Internacional de Enfermedades Valvulares”. La misma que la semana pasada ubicó la experiencia argentina tercera en importancia a nivel mundial en cuanto a cirugía de Ross.

A los 33 años, Stutzbach reconoce que no hubiera podido desarrollarse de la misma manera en otro lugar. “René, en exageración, nos hizo pensar sólo en lo mejor para el paciente y nunca se fijó en números.

El Ross le cuesta a la Fundación más que otras cirugías pero para el paciente y el sistema de salud es más barato porque no necesita anticoagulantes ni internación y el paciente es productivo toda su vida”.

Fomentar el crecimiento profesional fue una prioridad para René Favaloro, y no sólo en el campo médico. Narciso Peres es formoseño y en el ‘92 vino a visitar a su hermano, quien trabajaba en la Fundación. No tenía pensado quedarse a trabajar, pero intentar formar parte de esa institución era tentador: presentó su título secundario y se quedó como asistente de servicio: armaba el pedido de farmacia.

“Acá me ayudaron para que estudiara enfermería profesional. Durante dos años mis compañeros me cubrieron dos horas por día y nadie objetó eso”, cuenta el ahora enfermero de trasplantes en adultos. “Este es el momento de ponerle el hombro a la Fundación, de darle una mano. Si trabajamos seguimos adelante, si no...”

Antonia Natello es coordinadora de trasplante torácico y se incorporó a la Fundación en 1989, cuando funcionaba en el Sanatorio Güemes. Coincide en que es el momento de apoyar la institución: “Es mi medio de vida y estoy agradecida a los directores, en su momento a René y ahora a los sobrinos. Por suerte ya superamos el momento crítico”.

No lo dice, pero fue sin ayuda. Muchos se acercaron con más intenciones que dinero. Los grandes aportes no llegaron y los directivos saben que uno de los obstáculos es la legislación por la cual se puede descontar una parte ínfima de las donaciones de los impuestos.

Necesitan de esos aportes, sobre todo para renovar el equipamiento. Por eso dispusieron un área específica para coordinar las donaciones y evitar que el dinero se diluya en otras urgencias. En los últimos días recibieron 160 mil dólares de la campaña de Sky Televisión y 200 mil por el partido de fútbol del 9 de julio en el que participaron Enzo Francescoli y Daniel Bertoni, entre otros.

El apoyo de personas como las mencionadas, que aportan su esfuerzo, nunca faltó para la Fundación. Pero sí el de aquellos que tenían el poder para evitar la hecatombe. René Favaloro, días antes de suicidarse, recorrió los despachos de funcionarios amigos y escribió decenas de cartas pidiendo ayuda, o que le pagaran las intervenciones que había realizado. No tuvo respuestas.

“Creo que la muerte de René no obedeció a cuestiones financieras, sino a algo mucho más profundo. Era un personaje como los grandes de este país, con una visión global. Su acto resaltó otros problemas, que estamos empezando a vivir: un país que está tocando fondo en todo sentido, no sólo por una crisis económica o financiera”, sostiene Podestá.

Julio Trentadue, especialista en terapia intensiva pediátrica y pediatra, da su opinión: “Alguien podría creer que la muerte del doctor Favaloro implicaba un grito máximo de desesperanza. Nosotros lo tomamos de otra manera: como el máximo acto de denuncia de una situación complejísima, que estaba viviendo en un marco más amplio que la institución”.

Roberto Favaloro completa: “Creo que fue una denuncia que, en realidad, comenzó a hacerla en 1998 en la clase magistral que dio en Dallas: hacia dónde iba la medicina. Le preocupaba mucho la parte social.

En el ’99 dio la misma charla pero con un enfoque latinoamericano y su última charla, una actualización de eso, la dio en un congreso de Mendoza en el 2000. Las tres fueron una denuncia de lo que estaba pasando y lo único que pasó en el país después de su muerte es lo que él denunciaba”.

–Y hablando de eso... ¿Tienen esperanzas? –Voy a contar una historia chiquita –comienza Trentadue–. Cuando empecé, hace veinte años, sabía que se iban a morir entre 15 y 17 chicos de cada 100 que atendiera. Hoy sé que se van a morir entre 2 y 3 de cada 100. Para mí, la esperanza está en esos 14 de diferencia, en que los 3 se conviertan en uno. Y mi utopía es que ese uno se convierta en ninguno.

Podestá cree que podría hacer un planteo apocalíptico, armar las valijas e irse. “Pero elegí volver a este país y acepté el desafío de desarrollar en este entorno lo que había hecho afuera. Vivo en esta campana de cristal que es la Fundación y si no fuera así, tendría que dedicarme a otra cosa.

Y yo no sé hacer otra cosa: sé hacer trasplantes de hígado, medicina, sé trabajar en este lugar.” Roberto Favaloro mantiene la línea del optimismo: “Hasta el ‘90 leía el diario todos los días porque daba la sensación de que iba a pasar algo muy importante en cualquier momento.

Pero viajé a Inglaterra y allá me di cuenta de que los diarios eran aburridos y que la acción estaba en el trabajo. Si uno trata de perfeccionarse, puede hacer que las cosas ocurran acá, la única realidad que podemos modificar”.

Todos reconocen que el país no está bien. “Nos estamos quedando solos. Desaparecieron los padres, los maestros, los grandes políticos, los que nos estaban manejando –analiza Podestá–. Vemos la desorganización cuando tendría que haber una sociedad organizada. No sé cuál es la solución.

Pero yo vi al ministro de relaciones exteriores de un país poderoso comprar estampillas para enviar su correo privado. Tenemos códigos muy distintos.”

Trentadue tiene 45 años, al igual que Podestá, y Favaloro, 46. De acuerdo con la tradición argentina, son muy jóvenes para estar al frente de una gran institución como la Fundación. Al revés de lo que pasa en el resto del mundo. Les costó bastante transmitir sus inquietudes y criterios laborales, los miraban con reservas.

Pero a un año de la muerte del fundador, los hijos académicos de René se ganaron el respeto de todos. “En lo que nos toca –dice Trentadue–, la muerte de René nos llevó a un recompromiso con la Fundación, nos incitó a redoblar y mejorar el esfuerzo. Si analizamos estos once meses, me parece que estamos tratando de hacer los deberes como él nos mandó”.

¡¡¡Que mejor Amigo que aquel que ofrenda su Vida por Nosotros.
MUCHAS GRACIAS Dr. René Favaloro!!!
La Fundación en Números

  • Tiene una universidad que comprende dos facultades, donde se cursan Medicina, Kinesiología y Fisiatría, entre otras carreras.
  • Tiene 230 camas y 6 quirófanos. En ocho años –desde su creación– recibió 350 mil consultas externas, se realizaron 19 mil cateterismos, 20 mil cirugías y 470 trasplantes.
  • Factura 60 millones de dólares por año. Debe 32 millones de dólares al ex BANADE, en créditos a treinta años.
  • El 20% de las prestaciones no se cobra. Hasta 1997 el Estado se hacía cargo de los gastos de internación y material descartable. Para continuar con esta política, necesita de donaciones.
  • Le deben diez millones de pesos, de los que no está cobrando nada. Los deudores son sindicatos, PAMI y el IOMA bonaerense.
  • Para superar la crisis hubo ajustes y despidos: 200 empleados durante el último año. El jueves pasado cesantearon a 40 personas.
Las Nuevas Proezas Médicas

  • Desarrollo de cerebro electrónico para corazón artificial Jarvik 7.
  • Primeros en aplicar la técnica by-pass.
  • Pioneros en realizar cirugías sin circulación extracorpórea.
  • Pioneros en desarrollar cirugías mínimamente invasivas.
  • Primer banco de homoinjertos del país.
  • Pioneros en Sudamérica en cirugías de Ross.
  • Primer centro con programa para hipertensión pulmonar crónica.
  • Primeros en realizar trasplante cardiopulmonar.
  • Primer trasplante de hígado de donante vivo en un caso pediátrico de hepatitis fulminante.
  • Primeros en concretar un trasplante bipulmonar.
  • Primer trasplante de hígado de donante vivo entre adultos.
  • Primeros en cuádruple trasplante de un solo donante.
  • Primeros en aplicar técnica ADN para compatibilidad de tejidos.
Estracta:
Revista XXIII
 



   
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