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Enrique Reutemann: “A mi hermano lo vi nacer y lo vi morir entre mis manos”
 


Enero de 1982 en la cancha de Colón de Santa Fe, donde se jugó un partido a beneficio.

  • Más videos y fotos: GonBal.

  • Impacta escuchar su voz al teléfono porque es idéntica a la de Carlos Alberto Reutemann. Enrique (83), hermano mayor del Lole, siempre estuvo muy cerca del subcampeón mundial de Fórmula 1, desde aquella niñez en el campo donde junto con sus padres se acostumbraron a vivir en soledad. Resultó su primer amigo ya que la relación fue desde la primera hasta la última hora. Por eso Infobae habló con él y contó historias poco conocidas de uno de los deportistas más grandes de la Argentina que falleció el pasado 7 de julio, además de revelar cómo fueron sus últimas horas.

    En sus últimos días de internación, su mujer (Verónica Ghio) y sus hijas del primer matrimonio (Mariana y Cora) estuvieron junto a Carlos todo el tiempo. También Enrique, que muy dispuesto y amable, recuerda que “a Carlos le llevaba cuatro años y nos criamos en el campo, en Manucho, cerca de la estación de tren que ya no funciona. Nos acostumbramos a la soledad. Mi papá tenía más de 20 tambos y acá Lole empezó a manejar a los 7 u 8 años”.
    Esa independencia que les dio el campo para poder subirse a un auto desde muy chicos, empezó a forjar el sueño de ser corredor que creció por las carreras de Turismo Carretera: “Íbamos a la Ruta 11 a ver pasar los autos del Gran Premio Internacional. La carrera de la Buenos Aires-Caracas las seguimos por radio”.

    Ser piloto.
    “Él siempre lo soñó y un día me dijo ‘de acá, desde Manucho vamos a llegar hasta Maranello’. Toda su vida quiso ser piloto. Viendo la voluntad de él pensé que iba a llegar lejos”.

    Montecarlo a la santafesina.
    “Le probábamos los autos a los que venían a comprar hacienda a nuestro padre. Teníamos 15/18 años e íbamos al lado del Río Salado donde está lleno de chañares y paralelo al río él agarró e hizo el circuito de Montecarlo. Daba vueltas con un auto y yo le tomaba el tiempo. Como vivimos en el campo, el barro le dio a Carlos mucha sensibilidad al volante”. Años más tarde el Lole ganó en el Principado, en 1980, cuando logró un gran triunfo con Williams, el primero de los tres con la escudería inglesa.

    Colegio.
    “Le gustaba mucho el fútbol y quería ser arquero. Tenía una presencia física importante. También quiso ser gimnasta, pero los autos siempre pudieron más”.

    Compromiso.
    “De joven tuvo una sola novia que fue la chica con la que se casó, Mimicha. Se conocieron de chicos y él como fue muy profesional supo que la vida de un corredor tenía que ser ordenada. Él siempre pensó en la carrera siguiente y decía ‘el piloto está todo el tiempo arriba de un auto’. Durante sus años en la F1, su familia fue un sostén clave y él siempre adoró a sus hijas”.

    Sus inicios.
    “A los hermanos Grossi les comprábamos tractores y también tenían una agencia de autos en Rafaela. Supieron que Lole corría picadas en la Costanera de Santa Fe y que andaba bien. Necesitaban un piloto nuevo, lo probaron y los convenció. Su primera victoria fue en Pan de Azúcar, un circuito de ruta con 150 curvas”.

    Chofer de Fangio.
    “Un día Lole lo llevó a Fangio en un auto de calle, una cupe Fiat 1500. Fueron hacia Rafaela porque estaban las Indy 300, cuando vino la IndyCar (1971). Luego Juan Manuel me dijo ‘este chico va a llegar lejos porque ya en un auto de calle me demostró lo bien que maneja’”.

    Pretemporadas.
    “Cuando se terminaban los campeonatos de F1 volvía al país noviembre/diciembre y se empezaba a entrenar porque en enero se corría en Buenos Aires. Él salía a correr todos los días 10 kilómetros por la Costanera de Santa Fe. Y después se subía a manejar un Fiat 128, en pleno verano, con las ventanillas subidas y tapado con una frazada para tener una temperatura parecida a la de un auto de F1”.

    Carreras en la Argentina.
    “Cuando iba desde el hotel Sheraton, donde estaban todos los pilotos, hasta el Autódromo de Buenos Aires, la gente se abalanzaba. A veces se tuvo que ir en helicóptero. Igual él decía que ‘puede haber 100 mil personas, pero el que está arriba del auto soy yo’”.

    Regalo de Stewart.
    “Era muy admirador de Jackie Stewart, por su forma de manejo y porque era perfeccionista. Desde que llegó a Europa lo trató y al poco tiempo Jackie le regaló el primer Rolex. Aprendió mucho de él y de Ken Tyrrell”.

    Monzón.
    “Muchas veces, cuando nos encontramos acá en Santa Fe, se juntaban a charlar. Se llevaban muy bien porque ambos eran dos campeones que habían llegado desde abajo. Eran dos figuras, pero ellos dos se entendían muy bien y hasta un día jugaron juntos al fútbol en un partido a beneficio”.
    Ése fue un encuentro en enero de 1982 en la cancha de Colón de Santa Fe, donde se jugó el clásico, pero Unión tuvo entre los “refuerzos” a Reutemann y Monzón. A los 10 minutos, Lole (con la número 9) abrió el marcador con un tanto de penal y el cotejo terminó 4-4. Lo recaudado fue para el Instituto Especial Infantil “Dra. Sara Faisal”.

    Impactado.
    En la clasificación del Gran Premio de Bélgica de 1981 (su última victoria en F1) hubo un accidente en la calle de boxes en el que Lole atropelló de forma involuntaria a un mecánico del equipo Osella llamado Giovanni Amadeo, que luego falleció. Sobre aquel hecho Enrique recuerda que “él quedó muy golpeado. Luego de la carrera fue a visitar a la familia del chico. Lo llevaron a su habitación y estaba llena de fotos de Carlos. El mecánico era fanático suyo. Ver eso lo mató”.

    Las Vegas.
    “En la previa de la carrera se tocó con Nelson Piquet, le desarmaron el auto y antes de la carrera no andaba. Jamás le pregunté qué pasó. No creo que haya sido responsabilidad del equipo. Es difícil que una escudería de F1 regale un título de Pilotos”.

    Williams.
    “Frank Williams siempre lo quiso a Carlos. Se conocieron en la temporada internacional de Fórmula 2 Europea en 1968 (cuatro carreras en la Argentina). Cuando tuvo su equipo en F1 le dijo que dijo “un día quiero que corras para mí”. Hasta McLaren lo quiso y fue por medio de Ron Dennis (luego jefe del equipo), que lo conocía cuando corría en la F2 y manejó un McLaren”.

    Ferrari.
    “Los mecánicos los quisieron mucho. ‘Les dejo mi corazón’, les dijo el día que se fue. Lo querían mucho por todo el esfuerzo y probaba varios días de la semana desde las 8 de la mañana hasta las 22. En la fábrica de Maranello había un microcine y él se iba ahí a ver las repeticiones de todas las carreras. Se llevaba un cuaderno y se la pasaba analizando. Pero cuando corrió con Lauda la comparación era constante y lo dejaron solo”.

    Gilles Villeneuve.
    “Cuando se va de Ferrari le dijo a Gilles ‘en las primeras carreras pisá a ‘sexta’, comele la cabeza a Jody Scheckter (campeón de F1 en 1979), si no te la van a comer a vos’. Tres años más tarde, cuando fue la huelga de pilotos en Sudáfrica (1982), un día a las dos de la madrugada, estaba durmiendo, siente que le golpearon el colchón y era Villeneuve. Lo despertó y le dijo ‘Carlos, vos tenías razón, me jodieron’. Lole lloró mucho su muerte. Días después lo llamaron de Ferrari para que lo reemplace y él respondió ‘gracias, pero era el auto de mi amigo y no lo voy a correr”.

    Profesional.
    “Era muy disciplinado y año tras año fue mejorando su estado físico. Fue introvertido y tuvo mucho sentido en común. Manejó cientos de veces un auto de F1 a casi 300 km/h y chocó poco. También era muy intuitivo y siempre vio las cosas antes de que llegaran. Por ejemplo, un mes antes de su muerte dijo que ‘Max Verstappen iba a ser campeón’ y el chico lidera el campeonato de F1”.

    Ayrton Senna.
    “Lo admiraba mucho. Decía que era como Diego Maradona porque arriba del auto improvisaba todo el tiempo. Pero lo que más le gustaba era su hambre de gloria, que para él la prioridad número uno era el auto, la dedicación que tuvo”.

    Política.
    “Un día en los años ochenta, viniendo de Sunchales, paramos a comer en un pueblito. Estaba Raúl Alfonsín, que era Presidente, y el Lole pasó a ser la atracción. Le dije ‘vos tenés que hacer algo con la política, te quieren en todos lados’. Cuando Menem asumió se lo propuso, pero fue Duhalde el que le vio pasta y le dijo ‘que era hora que se largara a la candidatura a Gobernador’. Si se metió fue porque volvió a sentir motivaciones de hacer algo, de levantarse todos los días a las siete de la mañana. Luego no quiso agarrar para ser Presidente porque él decía que ‘el país iba a cambiar de derecha a izquierda’”.

    Salud.
    “Cuando lo operaron en Nueva York (afección biliar), se tuvo que quedar cuatro meses allá para la recuperación y después volvió cada cuatro meses para su seguimiento. En ese momento me dijo ‘me quedan dos o tres años de vida. Me alargaron un poco la vida’. Era un olfato suyo. Después le tuvo mucho miedo a la pandemia y se quedó muy encerrado en su casa. Se cuidaba mucho, comía solo pechuga de pollo y ensaladas, que le gustaban mucho”.

    Últimos días.
    “Hace dos meses -más o menos- fui a la casa de él y lo vi caminar 20 metros con el perro. Cuando volví le dije a mi señora ‘creo que esta es la única vez que lo voy a ver’. En el sanatorio lo atendieron muy bien y cuando lo vi ahí hace unos 20 días me manifestó ‘estoy muy cansado’. Ya en la última semana, con la voz cortada, me dijo ‘Enrique, esto es bravo’. Cuando él falleció estaba mi señora, la mujer de él y yo. Sus hijas también estuvieron todo el tiempo. Me pareció una mentira. Yo lo vi nacer y lo vi morir entre mis manos. Era un tipo tan fuerte que verlo en el cajón era algo que no podía creer”.

    Reconocimiento.
    “En Europa se lo reconoce más porque lo conocieron como persona, todos los días y tuvo trato directo. Más allá de lo que fue como deportista, se lo respeta porque fue una persona culta, habló en francés, inglés e italiano. Acá no hay el reconocimiento suficiente porque estamos en un país donde, como dijo una vez Favaloro (René), ‘hay médicos que llegan y otros que están manejando un taxi’. Lole era como un médico clínico bueno. Él traducía todos los problemas del auto y sabía dar el diagnóstico indicado”.

    Legado.
    “Me dejó el mensaje de ser austero. Nunca sacó nada de arriba, ni siquiera una cubierta de una gomería. Volaba en clase económica y el comandante quería pasarlo a clase ejecutiva. Siempre me dijo ‘no hay que creérsela’. El apellido me ayudó para abrir muchas puertas, pero aclaraba ‘más vale que no la pifies, porque con el apellido Reutemann la caída va a ser más dura que cualquier otra persona’”.
    La muerte de Carlos Alberto Reutemann fue una gran pérdida para el automovilismo y el deporte argentino. En especial sus seres queridos como Enrique, una de las primeras personas que lo vio manejar al querido Lole y que más lo conoció.

    *Agradecimientos: Alejandro de Brito y Alejandro Lezcano.
     


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