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Claudia Galcerán, primera profesora de danzas ciega del país
 


Pareja de tango.

Hace poco más de una semana, y tras cinco años de arduo estudio y entrenamiento, Claudia Galcerán, una joven discapacitada de Río Gallegos, obtuvo el título de profesora de Danzas Nativas, Proyección y Folklore, otorgado por el Instituto que dirigen los eximios bailarines Oscar Murillo y Mabel Pimentel.

Al menos así lo contaría ella, sin eufemismos ni estridencias, aun cuando es plenamente consciente de que se convirtió en la primera persona no vidente – "ciega", aclarará no bien iniciada la nota- del país que se recibe de profesora de danzas, sorteando las exigencias de una formación convencional.

"No hay ninguna cosa especial o rara. Lo único es las ganas de lograr los objetivos, de ponerle horas a esto, porque uno tiene que tener mucho entrenamiento, y por ahí lo particular es que no había antecedentes ni técnicas en las cuales ir a fijarse cómo hacer para que una persona ciega pueda bailar".

Con esa sencillez contó Claudia su proeza al programa "Voces de Santa Cruz", que se emite por LU 14.

Un sueño en realidad, que comenzó a gestarse en 2004 en el ámbito del Ballet Municipal El Nuevo Molle y que culminó este año con un exigente examen en el que tuvo que exponer un tema de investigación y rendir 16 danzas diferentes, tanto desde el rol de la dama como el del caballero. Y como si fuera poco, en 2006 rindió un año libre, sólo para terminar sus estudios con los mismos compañeros con los que había comenzado.

"No es soplar y hacer botellas, pero uno lo puede lograr si tiene las ganas y con entrenamiento. No es necesaria la visión para hacer estas cosas", explicó esta joven, que sufrió una afección progresiva y quedó ciega hace 8 años, cuando aún se desempeñaba como profesora de Música en un Jardín de Infantes de nuestra ciudad. De pronto, con sólo 29 años y 10 de ejercicio, se encontró jubilada por invalidez, sin derecho a elegir.

Por eso este título de profesora que obtuvo tiene cierto sabor a revancha, aunque este no sea un término que ella necesite usar. "Desafío", prefiere.

Sin embargo, reconoce que detrás de todo esto hay una necesidad de que "la gente que está en lugares de decisión se de cuenta que el hecho de que uno pierda la visión no quiere decir que tenga que irse a su casa y que ya no sirve más, sino que se puede seguir en docencia".

"Yo vengo peleando mucho por eso desde la asociación, para que la persona con discapacidad tenga la información necesaria para poder elegir que quiere hacer. Yo no pude elegir no jubilarme", se lamenta aún hoy, aunque ahora con un título bajo el brazo, y con la firme decisión de "demostrar que en Santa Cruz uno también puede hacer las cosas, que siempre hay una manera de poder hacerlas".

Es que, por sobre todas las cosas, Claudia se reconoce a sí misma como "una persona como cualquier otra, con las mismas capacidades, y por ende, los mismos derechos y obligaciones".  


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  • Publicado en el Diario Crónica (24/08/08)
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