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Lantánidos verdes, el poderoso metal que atesoran los chinos

 


El Praseodimio es un elemento metálico plateado suave, y pertenece al grupo de los lantánidos.

¿Qué es verde, muy codiciado y ofrece un poder extraordinario a quien lo posee?. Los lantánidos verdes, un nombre que abarca más de una docena de metales llamados 'tierras raras' que se utilizan en una serie de aplicaciones de defensa y tecnología cada vez más importantes.

Ahora bien, resulta que China se dio cuenta muy pronto del valor estratégico de los lantánidos verdes y se ha ido quedando con el mercado desde entonces. El país controla hoy más del 95% de las reservas mundiales.

Estos metales, que hoy se emplean en productos comerciales como los teléfonos móviles y los iPods, incrementarán su valor en los próximos años, porque son esenciales en una serie de aplicaciones de ahorro de energía como los coches híbridos y las turbinas de viento.

Son fundamentales en los sistemas de radares y los láser necesarios para armas como el arsenal estadounidense de bombas inteligentes y otros explosivos teledirigidos de precisión.

Aunque las tierras raras se pueden encontrar en muchos países, pocos gobiernos y empresas tuvieron la previsión de invertir y desarrollar minas de lantánidos.

USA, por ejemplo, tiene algunas existencias, pero tanto el Estado como las empresas privadas estadounidenses dependen en gran medida de las reservas acumuladas y las importaciones. Para revivir minas cerradas y explotar otras nuevas hace falta mucho tiempo –hasta diez años– y, sobre todo, dinero.

En la actualidad, USA importa el 87% de su lantánido de China. El resto procede, sobre todo, de Francia, Japón y Rusia.

La estrategia de Pekín respecto a los lantánidos no puede ser más diferente. Hace 15 años, estableció un plan para capturar el mercado de las tierras raras. Ofreció préstamos baratos a empresas estatales chinas para desarrollar yacimientos ricos en lantánidos y extraer los metales.

Gracias a los bajos costes de la mano de obra, las escasas exigencias ambientales y las pobres normas sobre operaciones de limpieza, las minas del gigante asiático han podido producir metales raros a precios mucho más baratos que sus competidores de otros países y, en el proceso, han expulsado a muchos de ellos del mercado.

Sin embargo, al tiempo que reducía los márgenes de sus competidores, Beijing ha ido disminuyendo las cuotas de exportación de lantánidos a rivales estratégicos regionales (como Japón) un 6% anual durante los últimos diez años.

En 2009, China no venderá a su vecino más que 38.000 toneladas métricas, la misma cantidad que los gigantes nipones Toyota y Honda consumieron en 2008.

Y ahora la situación se ha agudizado. Para aumentar todavía más su dominio global en este mercado y establecer una posición estratégica más fuerte, el ministerio de Industria y Tecnología de la Información de China ha hecho público un libro blanco en el que propone cortar de forma drástica las exportaciones de tierras raras o incluso interrumpirlas por completo.

El libro blanco no sólo es una mala noticia, sino que es muy inoportuno. Llega justo cuando la Junta de Inspección de Inversiones Extranjeras de Australia está debatiendo si permitir que una empresa china de propiedad estatal, la Compañía Minera de Metales no Ferrosos, compre un 51% de Lynas, una de las pocas compañías australianas dedicadas a la extracción de tierras raras.

El acuerdo evoca el recuerdo reciente de la puja fallida de Chinalco para aumentar su participación en el gigante minero británico-australiano Río Tinto, un trato del que este último se retiró cuando los chinos insistieron en tener uno o dos representantes en el consejo de administración. Ahora, de nuevo, los intentos de Pekín de controlar el mercado no pueden ser más explícitos.

Como es natural, el libro blanco -junto con las amplias pruebas de que China no tiene reparos en acaparar sus lantánidos- ha desatado el pánico y las prisas por comprar minas de tierras raras por explotar y poco explotadas en Rusia, Kazajistán, Sudáfrica, Botswana, Vietnam y Malasia.

Japón ya ha reconocido que casi la quinta parte de los lantánidos que importa entra en el país dentro de un complejo mercado negro procedente de China, una práctica tolerada e incluso fomentada por el gobierno de Tokio.

Estos hechos alimentan los temores de que Beijing piensa en la economía más como una forma de construir el poder nacional y estratégico chino que como una búsqueda de beneficios. Ha intentado convencer a los mercados y gobiernos de todo el mundo que no tienen nada que temer de sus empresas estatales, que son compañías normales, que se comportan con arreglo a los incentivos comerciales habituales.

Beijing dice que nunca las utilizaría para proporcionar una ventaja estratégica al Partido Comunista Chino. Pero esas afirmaciones parecen menos creíbles cada día. Cuando niegan a las compañías extranjeras el acceso a las tierras raras, las empresas estatales chinas juegan con ventaja y dominan el mercado de los productos que utilizan esas materias.

Las firmas extranjeras que las necesitan quizá acaban viéndose obligadas a trasladarse al país asiático, donde el peligro de robo comercial e industrial y de adquisición ilegal de secretos industriales es muy grande.

Como explica Ginya Adachi, de la Asociación Japonesa de Tierras Raras, lo importante en algunos mercados no es en verdad el dinero, sino la política. Japón lleva años alegando que China tiene motivos siniestros para llevar adelante su plan de dominar este mercado. Estados Unidos y la Unión Europea están, por fin, dándose cuenta; ya no consideran que el Imperio del Centro sea un proveedor fiable de tierras raras ni, en general, un socio comercial en el que se puede confiar.

Grandes empresas comerciales y militares están ya acumulando reservas y buscando yacimientos en otras partes del mundo. Japón y la UE están pensando seriamente en apelar a la OMC. Si Tokio y Bruselas emprenden esa vía, Washington casi seguro les ofrecería su apoyo o incluso se uniría a ellos.

Ambos recursos -los procedimientos de la OMC y las medidas económicas para diluir el monopolio chino de las tierras raras- necesitarán tiempo. Mientras tanto, Beijing querrá seguir restringiendo las exportaciones, aunque no prohíba las ventas de lantánidos por completo.

Al final, serán las presiones discretas de Washington, Tokio y Bruselas, respaldadas por una amenaza creíble de represalias en forma de restricciones comerciales selectivas, lo que obligue a China a considerar los costes secundarios de convertirse en la OPEP de las tierras raras.

Pero, incluso, esa presión hay que aplicarla con cuidado. Se deberían evitar que las tensiones con China salgan a la luz pública, porque Beijing tiene merecida fama de ser impredecible cuando se enfrenta a la perspectiva de quedar mal. Convertir a China en el malo de esta película tendrá probablemente efectos negativos.  


Créditos:

  • Por John Lee. Publicado en el Sitio Urgente24.com (21/09/09)
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