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Economía

Historia de la minería desde período prehispánico hasta 1900
 


Campamento Mina Veladero, Departamento Iglesia, Provincia de San Juan.
Período prehispánico

La región cordillerana comprendida entre las actuales provincias argentinas de Jujuy y La Rioja constituyó el área sur del imperio incaico, que a lo largo de sus dominios desarrolló en puntos específicos una minería de superficie con instrumental manual adaptado a las características de cada yacimiento.
Existen evidencias de lo que se supone fue una intensa actividad minera en cercanías de las localidades de Vinchina y Famatina, ambas en la provincia de La Rioja y se encontraron algunos pocos utensilios o vestigios vinculados a la labor minera en ubicaciones de las provincias de Catamarca (por ejemplo las de oro de Incahuasi), Salta y Jujuy.

La zona minera de Potosí –perteneciente a la república de Bolivia desde su independencia, en 1825- integró la amplia región bajo dominio inca que pasados los siglos formaría parte del Virreinato del Perú y luego del Virreinato del Río de La Plata.
Existen evidencias que sugieren que las minas de Porco, en los alrededores de Potosí eran explotadas hacia principios del siglo ix, varios siglos antes de la llegada de los españoles al continente americano.
 


Etapa colonial

La obtención de metales preciosos y su posterior envío a la metrópoli fue uno de los objetivos básicos y más extendidos del proceso colonizador. Sin embargo, existe escasa evidencia de que los europeos practicaran la minería en la etapa colonial temprana.
Existían enormes acumulaciones de metal ya procesado, conservadas en tesoros en poder los imperios precolombinos que resultaban fáciles de obtener en el marco de los enfrentamientos de la conquista y considerando la superioridad tecnológica del armamento de los conquistadores.

Tomando en consideración exclusivamente la búsqueda de metales preciosos y los límites de lo que actualmente es el territorio de Argentina, puede afirmarse que la región de Famatina fue una de las más renombradas de la época.
La información acerca de la ubicación exacta de los depósitos estaba en poder de los pobladores originarios de la zona, por lo tanto se mantenía en el secreto o bien estaba perdida. Sin embargo la relativa abundancia del recurso facilitaba la exploración y la detección de los elementos buscados.

Los primeros intentos de explotación de los yacimientos del Famatina tuvieron lugar hacia fines del siglo XVI y principios del XVII y estuvieron a cargo de un grupo de jesuitas que, según documentación existente, habían obtenido de los pobladores originarios la información necesaria para abordar con éxito la explotación.
Disuelta en América la Compañía de Jesús en el año 1773 y dispersados sus miembros, las explotaciones del Famatina quedan abandonadas.

Hacia el año 1800, dos mineros llegados de Perú y México retoman los trabajos. Uno de ellos descubre la mina que hasta la actualidad se conoce con el nombre La Mejicana, en honor a su país de origen.
Pasados unos años, dos empresarios procedentes de Aragón (España) inician los trabajos de la zona, contando en apariencia con información proveniente de los religiosos jesuitas expulsados. Con esta información reabren la explotación de las minas Santo Domingo, Santa Rosa, y Viuda, Socorro, San Pedro, Bartolomé y Mercedes.
 


A partir de la Revolución de mayo de 1810

En los primeros meses de 1813 se reunió en Buenos Aires la primera Asamblea Constituyente con el objeto de crear el marco legal general del nuevo estado.
En mayo de 1813 se aprobaron disposiciones tendientes a la regulación y el fomento de las actividades mineras.

En diciembre de 1824, siendo Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores de la provincia de Buenos Aires, Rivadavia cerró un acuerdo con empresarios ingleses para la creación de la «River Plate Mining Association», con la Banca Hullet como principal aportante de capital.
El objeto de la sociedad era impulsar la explotación de yacimientos mineros en el territorio de las Provincias Unidas. Poco tiempo después, Rivadavia asume la presidencia del directorio de esa empresa en Buenos Aires.

En aquel momento se desarrolló una campaña de promoción de la nueva compañía, con el principal objeto de crear una situación favorable al momento de lanzar a la venta las acciones. El material de promoción, incluía datos claramente alejados de la realidad, basados en la riqueza del Famatina.
En el año 1825 la Casa Hullet envía un grupo de expertos con el objeto de iniciar las acciones tendientes a la explotación de los yacimientos, pero, una vez llegados a los distintos destinos, se les informa que Rivadavia no contaba con atribuciones para cerrar acuerdos dado que la jurisdicción de las minas correspondía a los gobiernos provinciales.

Una serie de maniobras políticas culmina con la creación del cargo de Presidente de las Provincias Unidas y la designación de Rivadavia para ocupar ese cargo, en febrero de 1826.
Pocos días después, Rivadavia sanciona una ley que establece que todas las minas de las provincias eran “propiedades nacionales”, con lo cual quedaban bajo el poder del Presidente de la Nación, anulando de este modo la jurisdicción de los estados provinciales.
Las explotaciones mineras que formaban parte del acuerdo estaban en Mendoza, San Juan, Salta y La Rioja, siendo esta última la de mayor interés.

Durante época de Rosas se desarrollaron con variado éxito una serie de emprendimientos de exploración y explotación de yacimientos mineros. En varios casos, la explotación de yacimientos abandonados en su momento, fueron retomadas décadas después, con mejores resultados a partir de la aplicación de nuevas tecnologías.
Escombreras pertenecientes al establecimiento de Vladislao Augier y asociados. También en Chañar Punco, unos 5 km al sur de Santa María, hay restos de un horno de fundición que data de 1853.

Próximo al río Arenal, unos 25 km al norte de Mina Capillitas también existen restos de establecimientos de fundición y elementos utilizados para la molienda del mineral. En la cima del cerro Bayo hay evidencias de trabajos mineros, así como en otros puntos hacia el sur, hasta Punta Balasto, tal como Fuerte Quemado, por ejemplo, donde se explotaron aluviones auríferos en 1853.

En los alrededores de Río Blanco y Negra Muerta, localidades situadas en las nacientes del valle Calchaquí y en varias otras regiones cercanas de la provincia de Salta, hay una cantidad de minas y restos de antiguos hornos de fundición abandonados, así como laboreos extensos: galerías, piques, trincheras, escombreras y escorias de fundición.
Situación similar sucede en la zona de la Sierra de Rinconada, Santa Catalina, Coyahuaima, El Toro y Carahuasi, en la provincia de Jujuy. Es evidente que los objetos de interés fueron los minerales de oro y plata.

Durante su presidencia entre los años 1868 y 1874, Sarmiento desarrolla acciones con el objeto de dar impulso a la minería, apoyando iniciativas y emprendimientos y fundamentalmente creando instituciones educativas especializadas en minería y mineralogía.
Estas acciones encontrarían la oposición o, en el mejor de los casos la indiferencia de los sectores políticos y económicos más poderosos de la época, que estaban fuertemente comprometidos con el desarrollo y la explotación de los recursos agro granaderos con destino a la exportación.

El 1 de mayo de 1887 entró en vigencia el Código de Minería, con carácter de ley nacional.
Este instrumento legal y sus accesorios, complementos y modificaciones, con el agregado de las normas de los estados provinciales, constituye el marco jurídico dentro del cual se desarrolla la actividad minera.

Entre los 1860 y 1900, antes que el auge del petróleo era, para mover la maquinaría industrial el uso del carbón y especialmente el del tipo hulla, en esa época se descubrieron interesantes (hasta 2017 nunca racionalmente explotados) yacimientos de hulla en las provincias de Provincia de San Juan, más exactamente en La Cuenca Paganzo y en la cuenca de Guandacol en La Rioja.
En los 1880 la República Argentina consolidó su soberanía en Esquel y sus importantes yacimientos o placeres auríferos, estos yacimientos fueron somera aunque redituablemente explotado.

 


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