Comodoro Rivadavia - Chubut Argentina
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Desaparecidos en Comodoro
 


Se realizó la marcha pidiendo Justicia por los muertos queridos.

Hernán Enrique Soto (10), se encontraba con sus familiares festejando la llegada del año nuevo de 1997 en el casco del camping 'San Carlos' de la zona de Astra, donde se habían conglomerado más de 1.000 personas. Se buscó y rastrilló palmo a palmo el lugar y sus inmediaciones, pero jamás se supo nada, ni siquiera una pequeña señal como alguna prenda de vestir.

Luciano Emanuel Velásquez tenía apenas 3 años cuando sus padres se trasladaron desde el hogar familiar en el barrio Isidro Quiroga de esta ciudad hacia la localidad de Sarmiento para festejar aquel 20 de octubre de 1996 el día de la madre. Dijeron que pudo haber caído accidentalmente al río Senguer, aunque quedaron muchas dudas ya que durante el menos tres meses se rastrilló las orillas y también dedicaron mucho tiempo buzos profesionales. Pese al tiempo transcurrido, aún se alberga la esperanza de que pueda estar con vida en algún lado.

Alejandra del Carmen Sales, según se informó en aquellos tiempos, era una adolescente de 14 años que se habría marchado un jueves 7 de abril de 1994 dejando sólo una carta a su madre Patricia donde le pedía perdón y 'que sus pertenencias sean repartidas entre el resto de sus cinco hermanitos'. Nunca se supo de ella, y en torno a su desaparición el paso del tiempo dejó dos enigmas:

 


Misterios por 2

También a mediados del '95, la misteriosa desparición del técnico electrónico Adolfo Enrique Sandoval Farías (32) que una noche salió con lo puesto desde su casa en calle Alfredo Adjuar del barrio Máximo Abásolo diciéndole a su ex-mujer “Ya vengo... voy al kiosco de la esquina a comprar cigarrillos...". Y nunca más se tuvieron noticias.

Meses después desaparecería de la misma forma un adolescente de 16 años, hijo del técnico electrónico, de quien tampoco se supo nunca nada. Por aquellos tiempos, vecinos de la cuadra donde residían los desaparecidos dejaron entrever macabras sospechas sobre lo que podría haber ocurrido con padre e hijo, aunque las investigaciones nunca llegaron a buen puerto.

Héctor Raúl Ayala, era un carnicero de 47 años que trabajaba en la sucursal de 'La Proveeduría', de Patricios y Kennedy, y sufría periodos depresivos desde que falleciera su esposa.

Una mañana salió de su hogar en las 1.311 viviendas rumbo a un dentista y luego retornaría a su trabajo. Nunca se supo que paso con él.

Pablo Andrés Plascencio, tiene 26 años, pero la mentalidad de un niño de 12-13 años. Lo vieron por última vez la tarde del sábado 8 de noviembre del 2003 caminando por calles de la loma.

Se trata de un chico inofensivo que bien pudo haber sido víctima de personas inescrupulosas. Su padre Rolando lo ha buscado por casi toda la Patagonia donde dejó su fotografía en decenas de paredes públicas, especialmente en estaciones de servicio.

Hasta el momento no hay novedades sobre el paradero de Pablo Andrés Plascencio y ya se cumplieron cinco meses de su misteriosa desaparición.  


Desaparecidos en Comodoro, una deuda pendiente con la sociedad

Ni el reclamo de familiares y amigos ni las numerosas marchas realizadas a lo largo de los últimos 8 años han obtenido resultados concretos sobre las muchas personas desaparecidas en esta ciudad, en su mayoría sospechadas de haber sido víctimas de cruentos incidentes.

Tampoco se ven los resultados a corto plazo de la brigada especial para investigarlas que se conformó hace cuatro meses por parte de la policía provincial.

Desde el caso Mónica Acuña, que tuvo repercusión nacional, hasta los de Iván Torres y David Plascencio donde se han tejido todo tipo de conjeturas, las causas se han ido amontonando en los Juzgados de Instrucción y permanecen irresolutas.

Muchas son por demás complejas, como en los casos de las ex-cajeras de 'La Anónima' Mónica Acuña y Silvia Picón, donde las sospechas firmes apuntan a que fueron víctimas de cruentos homicidios, y otras más que misteriosas como la del inofensivo joven David Plascencio que lo vieron caminando por calles de la loma una tarde de sábado de noviembre y desde entonces no se supo nada más.

Se trata de un número importante de personas desaparecidas para una población de 150.000 habitantes, que sería el equivalente a un barrio de Buenos Aires. ¿Es posible que un niño de 10 años desaparezca del casco de un camping ante la vista de más de 1.000 personas, un 1º de enero como pasó con Hernán Soto?.

¿Es posible que en un radio de menos de 10 cuadras nadie sepa fehacientemente quién o quiénes interceptaron -o entregaron- a la joven Mónica Acuña una madrugada de festejos por el día del amigo?.

¿Es posible que un hombre incurra en tantas contradicciones y, aun así, quede como denunciante de la desaparición de un familiar?...

En Comodoro Rivadavia sí es posible, lo que evidencia una falla en el sistema de investigación (sea policial o judicial) o en las armas legales para revertir determinadas situaciones y que seguramente es un tema para debatir tanto la sociedad como los peritos idóneos en la materia.  


¿Víctimas de homicidios?

Silvia Mabel Picón (27), desapareció el 13 de enero del 2000 tras salir de su trabajo como cajera de la sucursal 'La Anónima' de Km. 3, cuando alrededor de las 22:15 pasó a buscarla su concubino Roque Sales que dijo haberla dejado sobre calle Fray Luis Beltrán, a sólo tres cuadras de donde la levantó.

Sales tenía que abandonar el hogar conyugal al día siguiente y faltaban escasos días para que Silvia festejara el primer cumpleaños de su hijo menor, por lo que andaba entusiasmada en los preparativos, según testimoniaron ante las autoridades.

La Justicia no pudo explicar o no pidió explicaciones por las declaraciones -con contradicciones, según reconocieron las mismas fuentes judiciales- de Sales.

En una dijo haber salido una sola vez aquella noche del 13 de enero mientras que los hijos de Silvia, entre las que se contaba una adolescente de 14 años, declararon que lo hizo por lo menos cuatro veces entre las 23 del día 13 y las 4:30 de la madrugada del día siguiente; que también se extrañaron que Sales llegara y se bañara cuando nunca lo hacía; y que también lavara sus zapatillas.

En otra presunta contradicción -según admitieron fuentes de la Justicia- tampoco explicó por qué al día siguiente se trasladó varias veces desde Km. 3 hacia el taller chapista de sus compadres en Bº Stella Maris.

Iba en busca de su comadre a quien no encontró en al menos tres oportunidades, y en la cuarta le pidió un favor: le habría marcado en su celular el número telefónico de una persona y le pidió que se hiciera pasar por una amiga de Silvia, que se encontraban en Bahía Blanca rumbo a Córdoba y que no se preocuparan por ella.

La comadre se negó a hacerlo y al día siguiente al leer los diarios de la desaparición de Silvia, sospechó lo peor, según lo habría testimoniado la misma mujer ante la Justicia.

Mónica Elizabet Acuña tenía 21 años cuando se despidió de compañeros de trabajo alrededor de las 3:15 de la madrugada del 20 de julio de 1997 tras festejar el día del amigo en una finca de avenida Lisandro de la Torre al 2.100.

Lo hizo en compañía de un joven que en ese entonces contaba con 17 años de edad y que dijo que Mónica lo llevó hasta la casa de su abuela en el pasaje Machado del Bº Jorge Newbery y luego siguió viaje sola a bordo del Renault 12 verde aceituna que le había prestado su padre Ricardo Acuña.

Con el correr de las semanas y tras varias multitudinarias marchas por la ciudad donde llegaron a estar presentes familiares de otros casos resonantes ocurridos en el país, como por ejemplo la hermana del reportero gráfico asesinado en Pinamar José Luis Cabezas, el juez de la causa resolvió la detención y el procesamiento de tres hombres, supuestos autores de un hecho macabro: el asesinato de Mónica de una puñalada y el posterior descuartizamiento del cadáver cuyas partes fueron envueltas en bolsas negras de residuos y luego enterradas en un determinado sector del cordón forestal.

La compleja causa fue elevada a la Cámara del crimen para su posterior juicio, pero los magistrados la devolvieron al Juzgado de origen argumentando que faltaba lo principal; el cuerpo del delito.

Pasaron más de dos años y los detenidos bajo proceso recuperaron su libertad, y al poco tiempo uno de ellos murió asesinado en una riña entre cirujas y el caso permanece aún en la absoluta impunidad.

Miguel Angel Linares, era un travesti de 24 años apodado 'Araceli' que desapareció una madrugada del 9 de febrero de 1998 de la esquina de Chacabuco y Francia -ya hace poco más de 5 años- donde solía tener su parada.

Tiempo después y tras varias marchas en reclamo del esclarecimiento del caso, encontrarían en proximidades de la planta de repetición del canal 9, en pleno Cerro Chenque y a la altura del barrio La Floresta, las prendas de vestir que un amigo íntimo reconocería como las de 'Araceli'.

Habría un agregado que otorgaría otro alto grado de misterio: en el mismo lugar encontrarían restos óseos humanos que posteriores estudios indicarían que no pertenecían a los del desaparecido Linares, sino a otros dos seres humanos: una persona adulta y un niño. Entonces... ¿Quiénes...?.

Benjamín Pairo, un anciano de 73 años que la tarde del 8 de agosto del '99 salió de su humilde casita en el 'Balcón del paraíso' escalando el Chenque en busca de secos arbustos que le sirvan de leños para calefaccionarse.

Durante la primera semana de búsqueda por el cerro y las playas de la costanera no hubo novedades, aunque misteriosamente dos de sus cosas aparecieron en distintos días en el mismo lugar y donde ya habían rastrillado minuciosamente varios policías.

Iván Eladio Torres (24), fue visto por última vez la noche del jueves 2 de octubre del 2003 en una plaza céntrica. María Millacura, su madre, sostuvo y sigue sosteniendo que su hijo desapareció por responsabilidad de efectivos policiales de la seccional primera.

La mujer estuvo hasta hace algunas semanas pernoctando en la sala de guardia de la comisaría esperando respuestas, pero por razones que no trascendieronm desistió de seguir con la medida y regresó a su casa.  


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Publicado en Diario Crónica (11/04/04)


Se realizó la marcha pidiendo Justicia por los muertos queridos
 


Tal como se había anunciado, aunque con algunos minutos de retraso, se realizó en las últimas horas de ayer tarde la marcha organizada por familiares de seres queridos que han sido asesinados en los últimos tiempos y en la cual acompañaron también otros familiares de víctimas por casos impunes y sin respuestas por parte de la Justicia.

Partiendo desde Rivadavia y Facundo casi al mismo tiempo que la Policía realizaba sendos operativos en busca del probable autor de la muerte del carnicero Alejandro Riquelme y encabezados por Raquel Yolanda Alvarado y Mariana Pérez, madre y esposa respectivamente de los recientemente asesinados a balazos Jorge Alejandro Vera y Manuel Alejandro Cerda, unas 60 personas largaron en caravana en dirección céntrica, donde se fueron uniendo muchos otros ciudadanos que hicieron sendas paradas en el edificio de tribunales de Italia y San Martín, luego la Unidad Regional, pararon en la catedral 'San Juan Bosco' y en el regreso hicieron otro pedido de Justicia en las puertas de la Seccional Segunda.

-"Quiero agradecer a toda la gente que me acompañó, pero también quiero decirles a toda esa gente que no lo hizo que lo hagan la próxima vez, ya que nadie está libre de vivir lo que yo estoy viviendo hoy, por eso les pido más acompañamiento para la próxima que esperamos hacerla en un horario más temprano" señaló la joven mujer que perdió a su joven esposo días pasados y se quedó con dos pequeños que piden todos los días a su padre.

Entre otras cosas, Mariana Pérez agradeció también el acompañamiento del cuerpo de inspectores de tránsito Municipal por las calles comodorenses.  


Crédito:

Publicado en Diario Crónica (28/04/04)
 



   
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