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Mendoza despide a Nicolino Locche
 


Estaba feliz, hablaba del cinturón de Campeón del Mundo que le entregó el 23 de agosto pasado la Asociación Mundial. Foto diariouno.net.ar

El ex campeón mundial de los welter juniors (AMB), el Intocable Nicolino Locche, murió anoche como consecuencia de un paro cardiorrespiratorio en su domicilio de Las Heras, a los 66 años.

Locche fue protagonista de noches gloriosas en el Luna Park y fue uno de los ídolos más grandes que dio el boxeo argentino.

Es más, se sostiene que en el país fue todavía más querido que el gran Carlos Monzón, otro pugilista estelar ya fallecido.

Locche había nacido en Tunuyán, Mendoza, el 2 de setiembre de 1939. Los restos del notable estilista serán velados en la calle Maipú 636 de la ciudad de Mendoza e inhumados hoy, a las 16, en el cementerio Parque Jardín Mendoza.

Locche hace apenas una semana había recibido de las autoridades de la AMB el cinturón de campeón mundial que nunca había poseído.

El legendario boxeador fue declarado Ciudadano Ilustre de Mendoza el 29 de abril de 2004, en un acto en el cual participó de la presentación del libro autobiográfico que se titula "La leyenda del Intocable", de un vino que lleva su nombre y de un documental sobre su vida.

De este modo, el Concejo Deliberante de la Ciudad de Mendoza y del Departamento de Tunuyán cumplieron con una asignatura pendiente con uno sus hijos dilectos, el más célebre en el boxeo.

Locche acababa por entonces de mejorarse de una afección cardiorrespiratoria, a raíz de una angina de pecho, por la que permaneció internado cinco días.

Muchos sostienen que más que un boxeador, Nicolino fue algo así como un showman del ring, capaz de cruzar palabras con algún reportero gráfico mientras bloqueaba golpes entre el encordado.

Por eso, también lo apodaron Chaplin y cuando peleaba, los aficionados decían que el Luna Park tenía un encanto especial.

El ídolo tuvo un récord profesional de 103 victorias (14 antes del límite), cuatro derrotas y una sin decisión.
 


Una identidad de boxeador de clase

Nicolino Locche ha trascendido los límites de una figura puramente boxística, al punto de haberse convertido en un símbolo del deporte argentino y mundial.

Un tango de Cacho Castaña lo recuerda en uno de sus versos (“un sábado más, un sábado más... hoy pelea Locche en el Luna Park”), enfatizando la altura de figura popular que había cobrado el Intocable en toda la Argentina.

Nacido en Campo los Andes, departamento de Tunuyán, el gran Nico había comenzado a boxear cuando sólo tenía 8 años, y lo hizo en el mítico Mocoroa Boxing Club.

Allí, forjado en la eximia escuela mendocina de boxeo, pasó a ser un punto de referencia obligado por su línea estilística, que lo distinguió entre sus pares y que le permitió crecer deportivamente hasta el punto de tener una chance por la corona del mundo.

Locche fue un artista del cuadrilátero, en el sentido pleno de la expresión. Un grande por siempre.
 


Hace 15 días recibió una reparación histórica

El Intocable se coronó campeón mundial el 12 de diciembre de 1968, cuando, en una brillante actuación, venció por nocaut técnico en el décimo asalto a Paul Fuji, en la ciudad de Tokio.

Locche realizó cinco defensas exitosas del cetro y fue destronado por el panameño Alfonso “Peppermint” Frazer el 10 de marzo de 1972.

La figura de Locche a nivel mundial fue ratificada con su ingreso al Salón Internacional de la Fama del Boxeo, en Canastota, Nueva York, en 2003, un lugar de privilegio que compartió junto con sus compatriotas Pascual Pérez, Carlos Monzón, Víctor Galíndez y Juan Carlos Lectoure.

El inolvidable Nicolino fue uno de los ídolos más grandes del boxeo argentino, algo que quedó patentizado el último 26 de mayo, durante el 14° Festival Latinoamericano “AMB - KO a las Drogas”, cuando Locche se llevó una de las ovaciones más estruendosas de la noche en el estadio Luna Park.

El 23 de agosto, Nicolino recibió una reparación histórica que alegró sus últimos días. En su casa de Las Heras, un emisario de la Asociación Mundial de Boxeo le entregó el cinturón original de campeón mundial de los welter juniors, que pese a su victoria ante Fuji nunca había estado en poder del Intocable.

“Esto es lo que realmente estaba esperando; estoy muy feliz, sí, muy feliz”, dijo esa vez con su ronca voz y los ojos brillantes.
 


La última reunión en familia

Sentado a la cabecera de la mesa del patio de invierno de su casa y rodeado de sus afectos, el viernes pasado Nicolino levantaba la copa de vino blanco para festejar su cumpleaños número 66. Allí estaban su fiel compañera y esposa, María Rosa; sus hijas, Ana María y Nancy; su yerno, Laurente y sus amigas Carina y Katy.

Su otro compañero, a ese que nunca le pudo hacer un visteo, el cigarrillo, no se le caía de su mano derecha.

Estaba feliz, hablaba del cinturón de Campeón del Mundo -que le entregó el 23 de agosto pasado la Asociación Mundial-, del boxeo de ahora y el de antes: “Era mucho mejor y los gimnasios estaban llenos de pibes”, coincidía en diálogo con Barloa.

Todo parecía un presagio: la reparación histórica de la AMB, la reunión en familia para celebrar su cumpleaños, y la curiosa charla sobre Tito Lectoure y su tía Ernestina.

“La vi esta tarde y estuve con ella”, dijo en un momento. “¿Cuándo la viste?”, le retrucó María Rosa. “En la tarde”, agregó él.

No hay dudas, en sus últimos días, Nicolino revivió la gloria.
 


Créditos:

  • Publicado en el Diario Los Andes. (08/09/05)
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