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Educación

Un cerebro que no se fugó y creó el “método Tortoni”

 


Facundo Manes. Neurólogo formado en Harvard, volvió al país para crear el innovador Instituto de Neurología Cognitiva.
El hombre se declara amante del café. Pero no es sólo el café: a Facundo Manes le gustan “los cafés”.

Tanto, que en algún momento los convirtió en objeto de estudio y junto al equipo de investigación que encabeza recorrió los bares porteños para descubrir cómo hacen los mozos para recordar los pedidos sin tomar nota.

Los resultados se publicaron hace dos años en la revista Behavioural Neurology. ¿En pocas palabras?. Una combinación del recuerdo de los rostros y su ubicación en la mesa que trascendió como “método Tortoni”.

Entonces qué mejor excusa que un pocillo humeante para conversar con este científico de 42 años, “producto de la educación pública”, como se encarga de resaltar.

Hijo de un médico rural, Facundo pasó sus primeros años en Arroyo Dulce.

“Vivíamos en el casco de una estancia, en una esquina del pueblo. Me crié viendo a mi mamá atender los partos que eran en mi casa”, cuenta.

Cuando cumplió siete años la familia se mudó a Salto para que los chicos fueran al colegio en un pueblo más grande. Y a los 17 viajó a Buenos Aires a estudiar medicina en la UBA.

¿Y el cerebro cuándo aparece?

Cursaba segundo año y conocí a Tomás Mascitti, titular de Neuroanatomía. Empecé a investigar con él y descubrí el cerebro. Hice mi residencia en FLENI y pasé por el hospital de la Escuela de Medicina de Harvard y las universidades de Iowa y Cambridge.

Este sistema, que rige todas las conductas del cuerpo humano, tiene más neuronas que estrellas en una galaxia. “Dicta toda nuestra actividad mental: desde procesos inconscientes como respirar hasta los pensamientos filosóficos más complejos”, explicó alguna vez.

Hace diez años volvió al país con la idea de generar nuevos espacios para la investigación y en ese camino se hizo cargo del área en FLENI. Pero a fines de 2005 juntó coraje y renunció para desarrollar el sector en la Fundación Favaloro y empezar a dar forma a su proyecto más ambicioso: INECO, el Instituto de Neurología Cognitiva que define como “el Di Tella de las neurociencias”.

Con el apoyo de su hermano Gastón y su socio Marcelo Savransky (los dos abogados), alquiló un petit hotel en Barrio Norte y se puso a trabajar. “No es un proyecto comercial. Por supuesto, necesitamos dinero para que sea viable. Pero invertimos, crecemos, incorporamos becarios. Somos los que más publicamos en América Latina”, defiende el hombre que integra varios comités internacionales y conduce el programa de TV Los enigmas del cerebro (C5N).

En el país hay muy buenos neurólogos y psiquiatras que trabajaban sobre la enfermedad, pero no sobre cómo procesamos la toma de decisiones, la memoria, la conciencia, el libre albedrío. Y quería generar un espacio donde un equipo multidisciplinario que incluye filósofos, matemáticos y físicos, entre otras disciplinas, desarrolle otro tipo de investigaciones.

Es una etapa ideal para las neurociencias. Antes, estos temas eran abordados por filósofos, artistas, religiosos o científicos, y ahora trabajamos en equipo. Con la incorporación de nuevas técnicas de imágenes y el conocimiento sobre cuestiones fisiológicas y genéticas, en las últimas dos décadas aprendimos más del funcionamiento cerebral que en toda la historia de la humanidad.

Aparecen las emociones, la creatividad y temas como el entrenamiento de la memoria o técnicas para controlar el estrés...

Son herramientas que mejoran el funcionamiento cerebral. Hay un planteo simple: la manera en que pensamos influye en la manera que sentimos.
 


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