Comodoro Rivadavia - Chubut Argentina
"Capital del Viento"

Historia Argentina

La Trinchera de un cura...
 


El padre José Vicente Martínez Torrens junto a excombatientes de la Gesta de Malvinas.
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Habían pasado 94 años del arribo del Prefecto Apostólico que dejara al Pbro. Diamond a cargo de fundar la Misión Salesiana en Malvinas y así con una diferencia casi de días; Monseñor Fagnano llegó al archipiélago el 19 de abril de 1888 y nuestro “cura de marras” el 3 de Abril de 1982 a las 18,15 horas.
Alojado en el ex cuartel de los Royal Marines, compartió habitación con el Tte. Cnel. Seineldin, quien al encontrarlo tras apretado abrazo, le manifiesta “cuando le entregué el Altar Portátil de paracaidista, sabía que Dios nos iba a reunir y mire en qué ocasión”.

A partir de aquéllas horas y hasta hoy, nuestro personaje pasaría a ser llamado con afecto por muchos como “el cura de Malvinas”, y no es otro que el sacerdote (SDB) José Vicente Martínez Torrens, residiendo ya casi definitivamente en el solar de su infancia (Stefenelli) General Roca, lugar donde su padre y abuelo fueran pioneros junto al padre Alejandro Stefenelli en la obra de riego y desarrollo por un lado y evangelizadora por otro.

El conocido Altar Portátil fue empleado por el Padre al momento de la Bendición del Memorial Malvinas en proximidades del Balneario El Cóndor.
Volviendo a la historia; en la década del ‘60 el Tte. Cnel. Seineldin fue Jefe del Regimiento de Infantería 2 de Paracaidistas de Córdoba y el padre Vicente Capellán Auxiliar del mismo.
Seguramente su espíritu de arrojo lo lleva a cursar como paracaidista en el año 1962, realizando su primer salto el 16 de Diciembre de ése año.

El sacerdote y el militar traban allí amistad, lo que en ocasión del conflicto y siendo el padre director del Colegio Salesiano de Comodoro Rivadavia, siente que es su deber anotarse ante el llamado y es convocado por el Coronel que estaba en las islas y ve su nombre en el listado.
Podemos decir mucho de éste hombre elegido por Dios y el destino para esta misión, pero abreviaremos diciendo que a los 8 años llega de Alicante (España) con sus padres y hermano al Stefenelli desierto de aquél tiempo, cursó sus estudios en el colegio del lugar primero y luego los de Magisterio y Filosofía en Viedma.
Como miembro de la Congregación Salesiana completó sus estudios teológicos en Córdoba y el 30 de agosto de 1970 es ordenado sacerdote por nuestro Obispo de entonces Mons. Miguel Ángel Alemann.

El ministerio sacerdotal fue unido a la docencia por 26 años en distintos colegios secundarios e institutos de la Patagonia.
Trabajó mucho tiempo en el Archivo Salesiano de Bahía Blanca, escribió y escribe sobre la evangelización salesiana en Patagonia; pero el libro que consagra y conjuga sus sentimientos de ser humano y religioso, atento y cuidadoso de la vida misma de aquéllos niños-hombres-niños en Malvinas, es su Diario de Guerra entre el 2 de Abril y el 14 de Junio de 1982:
“Dios en las trincheras”.

Puede decirse que fue el 1ª Capellán de Ejército de las reconquistadas Islas Malvinas lugar al que otro salesiano había llegado también 38 años antes; el padre Mario Luis Migoni quien descansa para siempre en las Islas, lo que llevó al Padre Vicente a visitar su tumba isleña.
Dado a su tarea de Capellán prepara la celebración de la Semana Santa y el día no alcanzaba... ya habían llegado casi seis mil soldados argentinos a las islas.
El Jefe del Regimiento le adjudica un Jeep 243 para que pueda acortar distancias y el Jueves Santo en la Misa de Institución de la Eucaristía, varios soldados del Regimiento de Infantería 25 de Colonia Sarmiento hacen incluso, su Primera Comunión.
El Viernes Santo la tarea fue ardua, el acto de descubrimiento de la Cruz lo fue realizando en las distintas posiciones desde las 11 horas hasta las 20 horas.

El padre tuvo también un helicóptero con piloto a disposición para recorrer el archipiélago; estuvo en la Isla Soledad desde el cabo San Felipe hasta Monte Kent, desde Moody Brook hasta Puerto Enriqueta, pudo atravesar varias veces el canal de San Carlos para atender también en Gran Malvina.
El “Augusta” lo transportaba también a Bahía Fox y a todo lugar donde no alcanzara a llegar con su Jeep o caminando por las trincheras y pozos de zorro como lo hizo todo el tiempo, siempre con una “teca” pendiendo de su cuello portando una decena de hostias para asistir en caso extremo a algún moribundo...

El padre menciona que en todos los puestos los soldados trabajaron de manera incansable e ingeniosa... tejieron también sus parrillas con alambres de fardo, realizaron sus propias cañas y comieron a las brasas sabrosos pescados.
El 11 de Abril se consagra el archipiélago a la Virgen del Rosario, reconocida por todos en formación especial como “Comandante en Jefe Espiritual de todos los hombres de las fuerzas de Tierra, Mar y Aire”.
Llegaron ocho mil Rosarios en su ayuda y seis estatuillas de la Virgen en sus diversas advocaciones para emplazar en distintos lugares.

El 24 de Abril coincidentemente con el comienzo del mes de Maria Auxiliadora, se produce la primer Jura de la Bandera Argentina en Malvinas, ceremonia de la que toman parte 600 soldados en Puerto Argentino en proximidades del aeropuerto, momento en que nuestro sacerdote coloca también un Rosario sobre el asta de la Bandera y pronuncia una invocación religiosa trasladándose luego junto a las autoridades militares a Gosse Green o Pradera del Ganso para realizar idéntica ceremonia ante la guarnición cuyo jefe es el teniente primero Carlos Daniel Esteban.

Viejos galpones, garajes abandonados que se convierten en habitáculos, trincheras húmedas, humeantes ollas, biromes que se prestan como bombillas y todo sirve y tiene un uso adecuado a la ocasión, picardías juveniles, caras de espanto y bombardeos en plena Misa, todo un rosario de guerra y de Fe que el padre Vicente asumirá no ya solo como sacerdote, sino como un humilde y servidor patriota.

Fueron días de señas, contraseñas y santo y seña, algunas hasta risueñas como “goma-lápiz”, “nariz-corta”, “rosa-dura” o aquél “oídos–sordos” en vísperas del ataque final.
Llevó adelante un trabajo incansable, más allá de lo permitido -rezar sólo tres misas diarias- en algunos casos debió rezar excepcionalmente hasta ocho.
Tenía una agenda preestablecida de atención a los distintos lugares a visitar, celebrar, llevando registro de comuniones, confirmaciones y hasta bautismos; agenda que cumplió a rajatabla más allá de bombardeos, alertas rojas y factores climáticos.
El último encuentro con el Tte. Cnel. Sineldín el militar le dice “¡Vió Padre, los esperábamos por el jardín y nos entraron por el gallinero!”.
Estamos en el día 14, se decreta el alto el fuego, cesaron todos los disparos. Nada ni nadie interrumpió aquel tremendo silencio.
El Padre pudo contemplar a la hora 15,30 y tras intenso movimiento, la llegada del General Jeremy Moore acompañado de un pequeño grupo de militares todos con ropa de fajina como “nuestros” comandos y comenzó el “parlamento”...

Y llegó el día del regreso... este sacerdote de Don Bosco permanece en Malvinas desde el 3 de Abril hasta el 19 de junio de aquél año ’82, cuando abandona las islas en un remolcador, el Yegüín y luego se traslada al rompehielos “Almirante Irízar” convertido ya en hospital reconocido por la Cruz Roja Internacional.
“Con el casco enmascarado, solo y a paso firme, muy serio me abrí paso por un doble cordón de boinas rojas y al fin llegué al Yegüín”. Llevaba heridos, los soldados prisioneros le advierten que “ha errado de muelle padre”, corrige el rumbo rápidamente y alcanzan el remolcador que los llevaría al buque hospital.

Pero... el padre lleva también un secreto entre sus ropas, había recibido momentos antes un paquete, rescata de este modo y guarda la Bandera del Regimiento de Infantería 4 de Monte Caseros, Corrientes.
Gloriosa bandera que participó en históricos combates como Tupiza, el Sitio de Montevideo; luego el Alte. Brown la lleva a la victoria en Los Pozos en 1826 y en 1827 en Juncal.
Seguirá su derrotero en Uruguayana, Estero Bellaco, Tuyutí, Humaitá, Lomas Valentinas en la Guerra del Chaco y finalmente ¡Malvinas!.

El sacerdote porta la bandera sin ser advertido, es consciente que las banderas de guerra no se devuelven, se reconquistan y para ello alega dos hechos históricos de nuestro país; la bandera tomada a un regimiento cuando las invasiones inglesas a Buenos Aires guardada en la Iglesia de Santo Domingo y las banderas tomadas al Imperio de Brasil conservadas en el templo Ntra. Señora del Carmen de Patagones.
El Padre la preservó y al volver a visitar a su familia allí, en el histórico pueblo de Stefenelli, su madre Doña Juanita Torrens de Martínez se dio a la tarea de zurcir la bandera en el ángulo inferior derecho y bordar en el moño, en letras de oro, el nombre de la última Batalla:
“MALVINAS”. Luego sería llevada y devuelta por el sacerdote al propio regimiento correntino.
“Por eso ellos -los ingleses- querían nuestra bandera, porque es histórica y para canjearla por la otra”.
“No pudieron conseguirla porque alguien me la pasó y yo la pude sacar hacia el continente, pero no me pidan que revele el modo en que lo hice. En tanto los sables de los oficiales fueron envueltos en plásticos y escondidos en lugares marcados, para recuperarlos en algún momento”, dice el padre Vicente.

Esa experiencia y vivencia malvinera sin precedentes, atraviesa su vida y lo transforma en el capellán que también resulta consejero, enfermero, amigo, psicólogo, maestro de trincheras, misionero y militante de una causa grande y justa.
Aquel servicio en las islas se prolonga hasta nuestros días, pues el padre Vicente mantiene comunicación con la flia de casi todos los caídos y veteranos que sobreviven. Viajó en tres oportunidades a Malvinas: Octubre del año 2009, Octubre de 2010 y Marzo de 2016 entronizando una imagen de la Virgen de Luján en el cementerio Argentino de Darwin.

Aquellos setenta y cuatro días en medio de la turba y el musgo de las Islas Malvinas, armado de una fe indestructible (vino al continente una vez y regresó enseguida), advierte hoy a distancia de los sucesos; que esos días fueron una bisagra en su vida de sacerdote y misionero, de cura raso y de hombre común al fin. Para el Padre Vicente en su vida hay un antes y un después de la Guerra de Malvinas.

Este servidor de Dios y la Iglesia Católica cumplió acabadamente una misión que perdura hasta hoy, lleva una ficha personal de cada uno de los 649 argentinos muertos durante el conflicto (323 fallecidos en el ataque al Belgrano) y éste su diario de guerra “Dios en las Trincheras” que fue escribiendo en Malvinas, pensando que serían sólo crónicas a la manera de los salesianos.

La Legislatura de Rio Negro, tras la visita del Padre a bendecir el Memorial Malvinas le imprimió una edición de su Diario de Guerra “Dios en las Trincheras” como parte de los Actos y Acciones del Bicentenario de la Independencia, declarándolo también “Ciudadano Ilustre y Personalidad Destacada de la Provincia de Rio Negro”.

El Ejército Argentino lo designa e incorpora al viejo Regimiento 6 de Infantería de Línea con asiento hoy, en la pampeana ciudad de Toay como miembro honorario y “ARRIBEÑO DE HONOR”, en virtud de ser éste regimiento uno de los que combatiera en las Invasiones Inglesas.
Este primer capellán en llegar a Malvinas y él último en abandonar las islas evitando inteligentemente caer prisionero de los ingleses, que se mantuvo oculto y asistió a los heridos; lamenta el proceso de “desmalvinización” que ocurrió en Argentina.

Su compromiso humanitario y singular patriotismo sin retaceos lo llevan a continuar la misión de atender los efectos de posguerra, asistiendo permanentemente en lo espiritual a muchos veteranos a la vez que mantiene intacta su convicción y defensa irrestricta de los derechos soberanos argentinos sobre las Islas Malvinas y la reivindicación de los héroes y ex combatientes.
 


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