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Reino Animal

Un mamut chiquitito y lanudo que quería volver después de haberse extinguido
 


Foto: Javier Joaquín.

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  • La palabra crisp (crujiente, en castellano) tiene una particularidad: cuando se la pronuncia despacio, arranca en la parte trasera de la boca, va avanzando y termina en el extremo delantero (hagan la prueba). Más allá de esta curiosidad, con el agregado de una "r" conforma un acrónimo que por estos días mantiene en un estado de alta excitación a la comunidad de biólogos, genetistas y médicos.
    La técnica de edición genética "Crispr" (en inglés: "Clustered Regularly Interspaced Short Palindromics Repeats") está considerada una de las tecnologías exponenciales con mayor potencial de 2017, llega con la promesa de curar enfermedades, tonificar el mercado de los "bebés de diseño" y hasta hacer volver a la Tierra animales extintos hace miles de años.

    En los últimos días, la técnica creada en los Estados Unidos hace poco más de diez años volvió a ser noticia por dos flancos, uno de negocios y otro que parece salido de una novela de ciencia ficción: se resolvió una disputa por la patente de Crispr que involucra miles de millones de dólares y científicos de Harvard anunciaron que, con esta caja de herramientas, están a dos años de "fabricar" un mamut lanudo como los que habitaron Asia, Europa, África y Norteamérica hasta hace 4500 años.
    El 15 de febrero pasado, la oficina de patentes de los Estados Unidos determinó que el Instituto Broad (afiliado al MIT) retiene la capacidad de hacer negocios con sus patentes registradas hasta ahora (unas 12) sobre la base de "Crispr-Cas9" (ese es el nombre completo). En esta batalla legal resultó perjudicada la Universidad de California, el lugar al que frecuentemente se acredita como el inventor de esta tecnología. Para la oficina regulatoria, "no hay solapamiento" entre ambos descubrimientos.

    "Si bien esto sienta un precedente, no creo que la batalla legal termine aquí. Berkeley puede apelar la decisión, y en Europa, otra jurisdicción importante, el tema continúa en evaluación -explica a LA NACION la bióloga molecular argentina Camila Petignat-. Hay cientos de nuevas patentes protegiendo ciertos aspectos y detalles del funcionamiento del sistema. Para evitarse todo este lío legal tanto la industria como la academia están utilizando variantes de Cas9 (enzimas), que hasta pueden ser más efectivas en ciertos casos".
    ¿Para qué puede servir en la práctica esta "navaja suiza" (como fue bautizada por su precisión) de la genética? "Las posibilidades sólo parecerían estar limitadas por la creatividad: cuando hablamos de Crispr, todos saben que el potencial es increíble y apenas lo estamos conociendo", agrega Petignat, quien también es CEO de Neogram, una empresa de biotecnología.

    Por lo pronto, es la primera vez en nuestra historia en la que tenemos una forma precisa y altamente confiable de modificar "a piacere" el genoma de prácticamente cualquier ser vivo, lo cual implica un cambio cualitativo sin precedentes. En la práctica ya hay tecnología disponible para alterar la genética de embriones humanos (en óvulos recién fecundados), en el caso de que se detecte alguna patología desde esta etapa temprana. Y en noviembre pasado, un equipo de médicos chinos liderados por el oncólogo Lu You, de la Universidad de Sichuan, introdujo en un paciente con cáncer células más resilientes a los ataques de un tumor, modificadas con Crispr en un laboratorio previamente. En el mundo hay iniciativas avanzadas para alterar con esta técnica desde órganos de otros mamíferos (como cerdos) con el objetivo de trasplantarlos a humano, hasta "mosquitos de diseño" que no transmiten el dengue.

    Para Petignat, enfocar la agenda del Crispr en esta "guerra de vedettes" entre la costa este y oeste de los EE.UU. nos distrae del hecho de que "cualquier descubrimiento científico es el resultado de un proceso de construcción del cuerpo de conocimiento en el tiempo, que es interminable y colaborativo. La primera publicación sobre Crispr fue en 2007 en un journal por parte de Virginijus Sksnys, un científico de Lituania... ¡quien no figura en ningún lado en la batalla legal en MIT/Berkeley!".
    Además de las cuestiones científicas, hay todavía grandes obstáculos en el ámbito político y legal. No está claro cómo serán catalogados los nuevos organismos: existen intereses multimillonarios de grandes corporaciones para "despegar" a los nuevos productos de la mala prensa de los transgénicos. Por lo pronto, la oficina de patentes dejó sentado muy claro que en el caso de modificación genética de embriones humanos, el fin deberá ser puramente médico (y no promover una industria de bebés de diseño). Entre los más críticos se resalta que esta nueva tecnología también puede ser muy útil a intereses malignos: las simulaciones matemáticas que se están haciendo muestran que un ataque bioterrorista (que expanda un virus mortal a través de insectos genéticamente modificados) tiene el potencial de causar millones de muertes en pocas semanas.

    En la agenda de las tecnologías exponenciales, la biología computacional suele ser una "innovación silenciosa", con menos difusión mediática que los vehículos automanejados o los drones, pero no por ello con menos potencial de impacto en los negocios y en la vida cotidiana en un futuro cercano.
    Si hacía falta una buena historia para "volver tangible" la temática del Crispr y darle mayor visibilidad ante el público masivo, ello ocurrió dos semanas atrás, cuando un equipo de científicos de Harvard anunció que están a sólo dos años de "resucitar", apelando a la técnica de Crispr, entre otras, al mamut lanudo que se extinguió hace 4500 años.

    George Church y sus colegas vienen trabajando desde hace dos años sobre el ADN de mamuts conservado en el permafrost (hielo permanente) del ártico, con el cual se podrá crear un híbrido de mamut y elefante, con todas las características visibles del mamífero extinto (se cree que por la caza de los humanos).
    Si el proyecto tiene éxito, abrirá la puerta a otros procesos de "des-extinción" (hola Jurassic Park) y también servirá para evitar que especies en riesgo de desaparecer lo hagan. En este caso, un avance científico exponencial podrá salvar a otro proceso de deterioro que también es exponencial: según el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), la mitad de las especies que habitan la tierra se extinguieron en los últimos 40 años.
     


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