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"Ciudad Luz"

Arte y Cultura

Vida, pasión y muerte del Telégrafo Mercantil, primer periódico rioplatense
 


Portada del Telégrafo Mercantil del miércoles 3 de junio de 1801.

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  • En 1801 apareció en Buenos Aires el primer diario impreso. De la población de 37.000 habitantes sólo unos pocos estaban en condiciones de leerlo y sostenerlo económicamente. El audaz editor se llamaba Francisco Cabello y Mesa.

    Caminaba una otoñal mañana por Palermo, cuando sin proponérmelo alcé la vista y leí "Cabello". Nombre original para una calle, pensé, pero enseguida me asaltó la duda sobre quién era "Cabello", el porqué de este nombre tan singular, y si el recuerdo era para una persona, que merecía el honor de que una calle de Buenos Aires lo recordara?
    Le pregunté a un diariero de la zona sobre el tema, pero nada. Consulté con dos porteros que dialogaban frente a un lujoso edificio y obtuve la misma respuesta. Finalmente me atreví a repetir la pregunta al cuidador de un estacionamiento y el hombre, muy dubitativo, me respondió que creía que era un general, pero no pudo agregar más.

    Con la inquietud a cuestas volví a casa. En verdad deseaba llegar para ver si en nuestro archivo hallaba respuesta a la duda que se había apoderado de mí solo ante la lectura de esa chapa enlozada en la que, sobre fondo azul, se leía en blancas letras CABELLO.
    Y encontramos la solución en la obra que publicara en 1997 el Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires bajo la dirección de nuestro amigo el Lic. Alberto Gabriel Piñeiro. La nota comienza por informarnos que el nombre fue impuesto por ordenanza del 27 de noviembre de 1893 -hace la friolera de ¡112 años!- y rinde homenaje a Francisco Antonio Cabello y Mesa, quien fuera jurisconsulto y periodista.

    Cabello y Mesa había nacido en Extremadura en 1764 y, a su paso por Lima, fundó el Diario curioso, erudito, económico y comercial, que comenzó a salir el 1° de octubre de 1790, transformándose así en la primera publicación periodística sudamericana; poco después contribuyó a la creación del Mercurio Peruano, que vio la luz el 2 de enero de 1791, tras lo cual decidió, en busca de mejor fortuna, viajar a Buenos Aires.
    Radicado en ésta editó el Telégrafo Mercantil, Rural, Político, Económico e Historiográfico del Río de la Plata, lo que equivale a decir, el primer periódico porteño.
     


    ¿Cuál fue el significado de la obra de Cabello y Mesa?

    Le pedimos al lector que se ubique en el espacio histórico, con los acontecimientos políticos, sociales y económicos que por 1801 se sucedían en el Virreinato del Río de la Plata, cuando el Telégrafo Mercantil hizo su aparición en las calles de Buenos Aires.
    Según historiadores que estudiaron esa época de nuestra ciudad -José Torre Revello y el padre Guillermo Furlong, entre otros- la población apenas pasaba los 37 mil habitantes, dos tercios de los cuales residían en la ciudad y el resto en la campaña.

    Si hacemos un análisis por su origen hallamos que el 69% eran españoles, mientras que el resto lo componían negros, mulatos, indios y mestizos. Pero la población de la gran Aldea crecía rápidamente, tanto que entre 1778 y 1806 aumentó en 30.000 almas, algo más de mil seres por año.
    De esa mayoría de españoles que llegó a estas costas, muy pocos eran de origen noble. Muchos eran aventureros, ambicionaban ser poseedores de grandes riquezas en poco tiempo y varios llegaron a ser, en estas costas, grandes señores, cuando en tierras europeas eran simples hombres de pueblo.

    En 1782 se dividieron las tierras del Río de la Plata en ocho intendencias y cuatro provincias, siendo, entre 1776 y 1784 su primer virrey Juan José Vértiz y Salcedo, quien será el responsable del traslado desde el Colegio San Carlos de Córdoba a Buenos Aires de la primera imprenta, instalada en la Casa de los Niños Expósitos.
    Será esta imprenta la que permitirá años más tarde la impresión del primer periódico rioplatense.

    Nuestros antepasados se mantenían en contacto con la metrópolis por vía marítima. Con la llegada de los barcos se recibían publicaciones con noticias de España y aún de Europa y los mismo marineros acostumbraban a difundir oralmente los asuntos de Estado. En el sentido inverso, las noticias que partían del Río de la Plata con destino a España se remitían a los miembros de la Corte por la misma vía.
    Pero con el interior las cosas eran distintas; por entonces se utilizaban los servicios de carretas, galeras, diligencias o jinetes a caballo... y hasta en mulas. Estas eran usadas en zonas montañosas mientras que los carruajes, utilizados para el transporte de pasajeros, solían llevar correspondencia.

    Ya por el siglo XVIII en Buenos Aires aparecían hojas manuscritas con noticias, las que se colocaban en las antesalas del Cabildo y del Fuerte, y en comercios. También hay que recordar que al finalizar los oficios religiosos los sacerdotes acostumbraban a leer las noticias, como una manera de tener informados a los analfabetos.
    Entre 1759 y 1764 aparecieron hojas noticiosas manuscritas, de las que llegaron hasta nuestros días cuatro ejemplares; su nombre era Gaceta de Buenos Ayres y contenía información general sobre temas agropecuarios, marítimos, judiciales, policiales, administrativos y sociales.
    Así se informaba sobre la salud del Gobernador, la captura de una embarcación, riñas y epidemias y el arribo y zarpada de barcos. Este material estaba compuesto por 8 ó 12 hojas y es de suponer que pasaba entre los habitantes de Buenos Aires de mano en mano.

    Quince años más tarde circulaban, de igual forma, escritos anónimos con protestas por el aumento de tributos. Vértiz y Salcedo los prohibieron, constituyendo esta acción la primera manifestación de censura en nuestras tierras.
    Bajo el título de Noticias recibidas de Europa por el correo de España, en enero de 1781 apareció impreso en la imprenta de los Niños Expósitos una publicación de ocho páginas.

    Pero había de ser Francisco Antonio Cabello y Mesa quien a principios de 1800, el 26 de octubre, se dirigió al Marqués de Avilés pidiendo autorización para editar un periódico que se llamaría Telégrafo Mercantil, Rural, Político, Económico e Historiográfico del Río de la Plata y, al mismo tiempo, propuso crear una Sociedad Patriótica, Literaria y Económica.
    Cinco días más tarde, esto es el 31 de octubre, se lo autorizó, previo dictamen del Regente de la Real Audiencia, Benito de la Mata Linares, a crear el Telégrafo Mercantil, denegándole el permiso para proceder a la fundación de la Sociedad; el 6 de noviembre se entregó a Cabello y Mesa la licencia que lo autorizaba para ser editor.
    Y, junto con la autorización, se le ordenaba que las distintas ediciones debían ser previamente aprobadas por el Regente de la Real Audiencia o, en su defecto, por el Oidor, Joaquín Bernardo de Campuzano, a quienes se los "nombra en calidad de Revisores y Censores". ¡Un nuevo caso de censura!.
     


    ¿Cómo financió Cabello y Mesa su proyecto?

    La comercialización se realizó por el método de suscripciones; tan importante fueron estos ingresos que en febrero de 1801 el propio Cabello y Mesa firmó un artículo explicando la demora en aparecer por razones económicas "porque el monto de dinero recaudado '...' en base a suscripciones efectuadas" no es suficiente.
    Algo más de un año después (agosto de 1802) Cabello y Mesa hizo saber a los lectores que el periódico subsistía gracias al dinero ingresado por los suscriptores, motivo por el cual rogaba puntualidad en el pago de las mismas y les solicitaba a los morosos que cancelaran sus deudas.

    El Telégrafo se distribuía en Buenos Aires, Colonia, Montevideo y Maldonado, Chile, Charcas y Perú siendo el menor período de suscripción variable según la distancia adonde se los debía hacer llegar.
    Para residentes de Buenos Aires y la Banda Oriental el mínimo era de un mes, aunque en el resto del Virreinato y Chile era de cuatro meses, mientras para aquellos que vivían en el Virreinato del Perú el lapso mínimo era de seis meses.
    Los suscriptores eran profesionales honorables, militares, abogados, capellanes, médicos, sacerdotes o bien ocupaban algún puesto en la administración pública.

    En cuanto a la periodicidad con que apareció, podemos decir que en un comienzo lo hizo regularmente los miércoles y sábados; en el lapso comprendido entre octubre de 1801 y agosto del año siguiente, las ediciones se distribuyeron los días domingo y desde setiembre de 1802 hasta su clausura apareció los viernes.
    Es de señalar que durante su vida editorial el Telégrafo Mercantil publicó trece ediciones extraordinarias.

    La oficina de redacción estaba instalada en un local anexo a la Iglesia de la Merced; en cuanto a la impresión, se efectuaba como queda dicho, en la primera imprenta que existió en el Virreinato del Río de la Plata, aquella construida en las Misiones Jesuíticas del Paraguay por indios y que funcionara en la Casa de los Niños Expósitos.
    Con referencia al personal con que contó Cabello y Mesa diremos que eran cuatro quienes colaboraron en las distintas ediciones y distribución: el tipógrafo Agustín Garrigós, Juan Antonio Bargas, encargado de cobrar las suscripciones y Antonio Ortiz y Joseph Fernández Cutiellos responsables de la distribución.

    Entre los colaboradores que escribieron en el Telégrafo Mercantil rescatamos los nombres de Manuel Belgrano, Manuel José de Lavardén, de quien en el Nº 1 aparece publicada su obra Oda al Paraná, Juan José Castelli, el deán Gregorio Funes, Pedro Andrés García, Domingo de Azcuénaga, Luis Chorroarín, Manuel Medrano, el naturalista Tadeo Haenke que había llegado a estas tierras con la expedición de Malaspina, Pedro Antonio Cerviño, José Joaquín Araujo y Pedro Tuella.
    Algunos recurrieron al empleo de seudónimos para firmar sus trabajos: el propio Cabello y Mesa figuró como "Narciso Fellovio Cantón", Cerviño utilizó el de "Cipriano Orden Vetoño", Azcuénaga usó sus propias iniciales: "D.D.A.", el deán Funes firmó como "Patricio Saliano" y José Araujo como "El patricio de Buenos Aires".

    Desde el mismo inicio de sus ediciones, el Telégrafo Mercantil fue proyectado para ser coleccionado; así cada edición proseguía la numeración de sus páginas de acuerdo con la última página del número anterior, lo que permitió que llegara hasta nosotros en cuatro volúmenes y un quinto no completado, alcanzando en total 115 ediciones.
    No cabe duda que durante los 19 meses en que apareció, el Telégrafo Mercantil generó una significativa obra, no solo por haber sido el primer periódico rioplatense sino por haber incluido temas tan diversos como historia, minería, noticias, medicina, literatura, etc.

    Pero entonces, ¿por qué dejó de salir?, se preguntará el lector.
    Recordemos que al Telégrafo Mercantil le fue impuesta una censura previa de todos los artículos antes de que éstos tomaran estado público.
    No obstante ello, su cierre se debió a la clausura que le impuso el virrey Joaquín del Pino en octubre de 1802, basando esta decisión en un artículo titulado "Circunstancias en que se halla la provincia de Buenos Aires e Islas Malvinas y modo de repararse" aparecido en la edición del 8 de octubre de 1802, aunque estas causas no aparecen muy claras.

    Armando Alonso Piñeiro afirma que los motivos reales que provocaron su desaparición fueron económicos, ya que los suscriptores, como hemos visto, no siempre pagaban, a lo que se debe agregar el hecho de la pérdida de la exclusividad, ya que por entonces comenzó a editarse el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio bajo la dirección de Hipólito Vieytes.
    Lo cierto es que el 17 de octubre de 1802 el Telégrafo Mercantil dejó de salir. Su final fue la aparición de un número extraordinario y en él su director, Francisco Antonio Cabello y Mesa, cortésmente le da la bienvenida al nuevo colega. ¿Qué fue de Cabello y Mesa desde entonces?

    Lo volvemos a encontrar en 1806 como reo en un proceso por deslealtad, acusado por las autoridades españolas de haber aceptado un empleo civil del general Beresford; tras las invasiones inglesas se incorporó a un regimiento de dragones veteranos de Buenos Aires, integrando una compañía durante la defensa de Montevideo, en cuya acción fue herido y tomado prisionero; devuelto a España, allí se complicó en la política liberal y según Antonio Zinny terminó decapitado en Sevilla mientras que José A. Scotto nos dice que fue fusilado.
    Cualquiera haya sido su forma de muerte creemos, más de 200 años después de la aparición del Telégrafo Mercantil, que el periodismo porteño le debe su homenaje a quien se constituyó en el precursor de la prensa gráfica en el Río de la Plata.

     


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