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Rubén Palomeque: "la condición natural es el esfuerzo propio de cada persona"
 


Rubén Palomeque, cumbre en el Aconcagua.

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  • "Temerario", era parte del diagnóstico psicológico que describía al comodorense Rubén Daniel Palomoque -56 años-, coronel retirado del Ejército Argentino y actual secretario municipal de Servicios Públicos a la comunidad- y quien le hizo el examen mental no estaba tan errado, por eso con 21 años lo enviaron a completar sus estudios del último año del Colegio Militar de la Nación como instructor de Montaña a Bariloche, dado que como paracaidistas no era garantía para sí mismo.

    Palomeque, fiel a su estilo que le valió sanciones y no ascender a General, no sólo realizó el curso de montaña (que coronó luego con cuatro expediciones al Aconcagua, donde fue el primer comodorense en hacer cumbre y estuvo en riesgo de vida). Sino que se recibió de instructor de esquí, paracaidismo, comando y buzo. Además, pidió casarse en la Antártida negándose a la retribución monetaria por permanecer en ese continente, que le fue negada y respondida con quince días de arresto. Espíritu inquieto, fue el primero en lanzarse en paracaídas en un aniversario local del aeródromo de Comodoro Rivadavia, y hasta 2014 despuntaba el vicio como jugador de polo del Club San Jorge de Esquel, donde jugaba con la misma intensidad que los jóvenes oficiales.

    Pero antes de "temerario", y de los cuatro ascensos al coloso de América o caer sobre la selva en paracaídas. Rubén Daniel Palomoque fue "Viruta".
     


    De "Viruta" a Primer Campeón Nacional de Natación

    Sobre mediados de los 60, y con seis años Rubén Palomeque se anotó para aprender a nadar bajo las órdenes del profesor Julio Sebastián, quien además fue el encargado de iniciar el deporte del waterpolo en la capital petrolera.
    "Yo creo que la condición natural es el esfuerzo propio de cada persona, porque cuando me acerqué a nadar no sabía nada de nada. Incluso el profesor me había puesto 'viruta', porque decía que yo era de madera, pero él me iba a dar forma para destacarme", recuerda Palomeque.
    Julio Sebastián no se equivocó, porque un año más tarde en la edición de Diario El Patagónico del 28 de enero de 1968, la noticia era que Rubén Daniel Palomeque de 7 años de edad se consagraba como primer comodorense en ser campeón nacional de natación en el estilo espalda en Buenos Aires sobre una distancia de 25 metros.

    El laurel obtenido tuvo repercusión en la capital petrolera y en el equipo de Huergo. Finalmente "viruta" había quedado atrás y "Bocha" comenzaba a escribir una nueva página para el deporte de la ciudad patagónica.
    Un año más tarde, a fuerza de entrenar en doble turno antes y después de concurrir a la escuela primaria Perito Moreno, "Bocha" Palomeque volvía a repetir el campeonato nacional.
    De ahí en más, y con mochila en mano fue construyendo un espíritu inquieto mientras realizaba excursiones con el equipo de Huergo a los cerros Chenque (212 msm) y Viteau (230 msm). Para coronar con el cerro más alto de la costa atlántica, el Pico Salamanca (576 msnm), muy lejos de la imaginación de ese niño estaba el cerro Aconcagua.

    "Vivía cazando lagartijas como cualquier chico, luego con el entrenamiento diario fui teniendo fluidez sobre el agua, porque entrenaba de 9 a 12 y cuando volvía del colegio, (18:30 a las 20). Por la mañana estaba casi solo. En realidad, tampoco me destaqué para jugar en equipo, era más bien un 'lobo solitario'. Me esforzaba en el agua mientras mi 'profe' me miraba desde las gradas. A veces venía un militar a entrenar espalda", sostiene.
    Ese militar era Martín Balza, quien como jefe del Regimiento de Neuquén le perdonaría más tarde los quince días de arresto estipulado por el Departamento del Comando Antártico.
     


    Waterpolo y rugbier del seleccionado provincial

    De batir la propia marca personal para coronarse como campeón de natación, Rubén participó de competencias de saltos ornamentales. Y se sumó al equipo infantil de waterpolo, con quienes salieron campeones nacionales en cuarta y quinta categoría. Sumado a los intercolegiales que se realizaban en ese tiempo.
    A la hora de enfrentar su educación secundaria, Palomeque eligió el Liceo Militar "General Roca", aunque aclara que su padre que era sargento no influyó en la decisión. Igual algo había heredado, porque su antecesor con 17 años había sido piloto de planeador.
    En el Liceo, Palomeque cambió la natación por el atletismo -obligatorio en los primeros años de escuela- y se especializó en lanzamiento de disco.

    Con el paso de los años, su estilo de arrojo y manejo individual le valió varios días de "arresto" que pasaron a formar parte de su legajo como militar mucho más tarde.
    Ya en los últimos años le llegó la chance de sumarse al equipo de "Mara", que representaba al Liceo, como entrenador de ese equipo se encontraba un recién egresado, Ricardo "el flaco" Fueyo, quien venía de perfeccionarse en el equipo Los Tilos de La Plata.
    "En los primeros años el Liceo te prohibía jugar al rugby porque entendía que el cuerpo estaba en pleno desarrollo y te mandaban a otros deportes como el atletismo. Pero ya en cuarto año formé parte del equipo de la escuela que luego pasó en un 70% a ser el seleccionado provincial, incluso jugamos contra Los Pumitas de ese tiempo, con Ricardo Fueyo como DT. Ese partido con el seleccionado nacional perdimos algo así como 92 a 3", sostiene entre risas.
    Así, quien era el segunda línea comenzaba a conocer los juegos en equipo que concluían con los terceros tiempos en "Los Troncos", un bar de moda en el actual circuito de motociclismo de Rada Tilly.
     


    "Temerario"

    Egresado del Liceo como subteniente de Reserva del Arma de Ingenieros, Palomeque decidió continuar la carrera militar en el Colegio Militar de la Nación.
    "Cuando llegué nos iban separando para las distintas ramas del Ejército. Y se ve que mi pasado como nadador, sumado a que terminé como escolta de la bandera (a pesar de las sanciones) hizo que me separen del resto y me manden a Infantería, porque por ese tiempo había competencias entre las distintas unidades", sostiene.
    De esta manera, al "Bocha" Palomeque le llegaría la chanche de revivir la época de niño, cuando fue seleccionado como suplente en el torneo sudamericano de natación de cadetes del Ejército que se realizó en Brasil.

    "Más que una competencia en el Maracaná, fueron como unas vacaciones de egresados para mí. Y como iba de suplente me relajé, hasta me escapé por ahí en más de una noche. Hasta que por un inconveniente del titular tuve que salir a competir. Por suerte lo que hice sumó al conjunto para clasificar en sexto lugar", remarca.
    Sobre los últimos años llegaría el curso de especialización, y Palomeque daría "temerario" en el test psicológico. Por ello no se lo envió al sector de paracaidismo, porque no era garantía para sí mismo. De esta manera lo destinaron al Regimiento de Montaña de Bariloche, donde encontraría una nueva arista para su espíritu. Luego el tiempo le daría revancha respecto a los saltos al vacío.
     


    Cuatro veces Aconcagua

    Recibido de instructor de esquí y andinismo, y con destino en el Regimiento de Infantería de Montaña 16 de Uspallata, Palomeque sentía la necesidad de desafiarse a sí mismo.
    Por ello, con 23 años y varias cumbres previas en la Patagonia como el cerro Tronador (3.554 msnm), el Lanín (3.776 msnm) y el Domuyo (4709 msnm), Palomeque afrontó su primera expedición en solitario al cerro Aconcagua (6.962 msnm).
    "Siempre como que fui un 'lobo solitario' y como quería saber de qué se trataba escalar el techo de América, fui a una biblioteca especializada de Uspallata, me compré un libro y me mandé a buscar la cumbre", sostiene con naturalidad.

    El primer intento quedó a 150 metros de la cumbre, en el sector denominado "la canaleta", porque el tiempo ya no corría a su favor y la luz solar estaba pronto a desaparecer.
    La segunda expedición con éxito y riesgo de vida fue el 17 de enero de 1985, cuando con 25 años Palomeque -como jefe de expedición- lograba ser el primer comodorense en subir el Aconcagua.
    "Allá arriba, en la inmensidad del paisaje, uno se da cuenta que no es nadie. Y ello despierta un dejo de admiración por la naturaleza y toma de conciencia de los riesgos que uno asume. Creo que fue la única vez que analice los riesgos a los que me exponía", rememora.

    Las palabras de Palomeque se refieren a la bajada de la cumbre, donde el tiempo y las fuerzas le jugaron una mala pasada cuando un compañero de descenso tuvo una dificultad física, entró en shock con un desvanecimiento al iniciar el descenso, lo que lo obligó a quedarse con él para tratar de descenderlo acarreándolo. Sin embargo, esto lo deterioró físicamente y perdió fuerzas, además de la profunda deshidratación de ambos.
    "En esa época era común no llevar ningún elemento de apoyo para refugio, solo teníamos el abrigo puesto, algo de pasas de uva, una barra de chocolate y casi nada de líquido", rememora.
    La noche se hizo interminable para los expedicionarios, en especial con 25 grados bajo cero.
    Fue en ese momento que parecía que la historia llegaba a su fin, sin embargo tanto Palomeque, como Carlos Avila, Roberto Robledo y Julio La Cruz fueron rescatados a tiempo. Todos volvieron a nacer por segunda vez.

    Para el comodorense, la exposición a la intemperie le valió principio de gangrena en los dedos de los pies y la posible amputación de los mismos. Pero el sismo en Mendoza obligó a postergar la cirugía y Palomeque salvó su pie.
    "Me dijeron que mis dedos se salvaron, pero que no me podía exponer más al frío porque era propenso a tener gangrena", sostuvo.
    Un año más tarde, Rubén Palomeque -el "temerario"- organizaba su tercera expedición con cumbre al Aconcagua, para luego finalizar con una 4° campaña oficial del Ejército donde hizo cumbre la primera mujer militar chilena.
    "Así como para algunos las vacaciones era ir a un lugar en especial, para nosotros significaba hacer cumbres por cuenta propia con soldados de mi unidad", remarca.
     


    Paracaidista y buzo

    El Aconcagua no aquietaba su espíritu y Palomeque buscaba nuevos desafíos. Por ello se anotó para hacer el curso de seis meses del Ejército para convertirse en Comando, que es una fuerza de elite.
    "Fueron seis meses de 'parición' en distintos puntos del país, y en distintas circunstancias. Por suerte para ese entonces sabía mentir y pasé el apto psicológico para entrar. De hecho de 300 aspirantes nos recibimos 33", remarca Palomeque, quien finalizó la última etapa en Bariloche enfermo de tifus, cuando se escapó de la clínica donde estaba internado.
    Con el curso aprendió tácticas anfibias -donde su pasado en la pileta del Huergo ayudó- se hizo buzo y tuvo el bautismo como paracaidista en la selva salteña.

    "Saltamos de un Hércules, con el paracaídas abierto y con carga. Así que mucho tiempo de pensar o arrepentirte no había. Salía la carga por la compuerta principal y salíamos nosotros desde los laterales. Yo tuve suerte de caer en una zona despejada, para ello había que planear, otros cayeron entre los árboles", sostiene.
    Los saltos se repitieron en distintas localidades del país, y en Comodoro Rivadavia se dio en el marco del aniversario del aeródromo local. Cuando en una avioneta desprovista de sus puertas -que generaba mucha inestabilidad en el aire- Palomeque se arrojó a la altura de La Mata para caer en la pista local.
     


    Casarse en la Antártida

    La experiencia de Palomeque en distintos variantes hizo que ejerciera de instructor de otros que seguían sus pasos como guías de montaña o paracaidistas dentro de la fuerza.
    Fue en ese lugar que conoció a la madre de sus dos hijos y ex esposa a la cual la llevó a saltar.
    "Con mi ex esposa nos llevamos muy bien, porque en su momento encontré en ella a mi compañera. Y tenemos una excelente relación. Hoy mis dos hijos siguen relacionados al Ejército como soldados voluntarios en Buenos Aires, pero lo toman como un trabajo que les permite seguir con sus estudios universitarios", apunta.
    Si de sanciones dentro de la fuerza se trata, una de ellas fue cuando pidió permiso para que ambos se conviertan en ser los primeros militares en casarse en la Antártida.

    "Por ese tiempo pedí los permisos necesarios a quienes correspondían, pero en el medio hubo un cambio de mando en el Departamento Antártico de Buenos Aires, e interpretaron que mi pedido para no cobrar el dinero que se les da a quienes van al continente no era un buen precedente para la fuerza. Por eso estando en Neuquén se me notificó la negación del permiso y quince días de arresto, que por suerte mi jefe comando (Martín Balza) no le dio efectividad".

    Hasta 2014 se desempeñó como militar, con presencia internacional como oficial de Operaciones de la Fuerza de Tarea 7 en Chipre en 1996. Y oficial de enlace en el Centro de Armas Combinadas del Ejército de Estado Unidos (Fuerte Leavenworth, Kansas). Y en 2007, cuando fue designado "Oficial Coordinador Cívico- Militar para la Ayuda Humanitaria" en la Misión de Naciones Unidas en Haití.
    También no dejó de tener relación con el deporte, y fue parte hasta el año pasado del equipo de Polo del Club San Jorge de Esquel.

    En la actualidad ejerce como secretario municipal de servicios públicos, porque se define como un gestor. Incluso su padre luego de retirarse de la fuerza se involucró con la comunidad, llegando a ser presidente de la Asociación Vecinal de Saavedra y presidente del club de ese barrio.
    "Yo me considero un servidor, un gestor. En mi vida asumí como propia cada una de mis decisiones. Y me jugué por mis convicciones. Creo que por eso acepto que no llegué a general porque no cumplía con algunos 'estándares' de la fuerza. Pero me jugué por lo que creía. Y la única vez que sentí temor de verdad fue esa noche en el Aconcagua, porque allá arriba uno siente que no es nada en la inmensidad de la creación", concluyó.

     


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