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Clonación, la industria exclusiva en la que Argentina es potencia y el dilema: ¿se podrán duplicar humanos?
 


Ocho clones obtenidos de la yegua de polo "Virolita". En 2017 marcó un récord en clonación equina.
Adolfo Cambiaso, el mejor polista de la historia, congeló durante tres años las células de uno de sus caballos favoritos, Aiken Cura. Sabía que ya se habían hecho los primeros clones equinos en Estados Unidos y que podía ser la solución para repetir un caballo que, a priori, era irrepetible.
Por sobreexigencia, el Cura se fracturó en una final de Palermo, con complicaciones crónicas hasta que lo sacrificaron y luego decidieron avanzar en una réplica idéntica a él. El hecho marcaría el inicio de una industria exclusiva en la que Argentina es potencia indiscutida.

El negocio, pese a ese puntapié inicial, se dispararía unos años después. En 2010, Cambiaso trajo al país un clon de la Cuartetera, su yegua estrella, y la vendió en una subasta por nada menos que 800 mil dólares. Sus compradores fueron el tenista David Nalbandian y el empresario Ernesto Gutiérrez.
“Ahí vi que había un mercado local, en el que no solo había clientes, sino que además contábamos con la tecnología y la materia prima: ADN del animal donante y óvulos que se extraen de yeguas de faena. Argentina es uno de los principales exportadores de carne equina. Estaba todo dado para desarrollar el negocio”, dijo Gabriel Vichera en diálogo con Infobae.

Vichera es licenciado en biotecnología. Una vez que terminó la carrera, hizo un doctorado en el que se especializó en clonación y otras técnicas reproductivas. El camino para él se bifurcaba: tenía que elegir entre iniciar carrera de investigador dentro del CONICET o emprender un proyecto privado. Optó por un sendero intermedio.
Mientras empezó a investigar, buscó inversores para una start-up destinada a clonación. Conoció a los que serían sus dos socios, Martín Barrantes y Daniel Sammartino, y juntos fundaron en 2011 Kheiron Biotech, dedicada casi exclusivamente a la clonación de caballos de polo, un mercado naciente por entonces, que solo tenía un solo laboratorio comercial en Estados Unidos y Canadá.

En 2013, su empresa gestó el primer clon de un caballo de polo nacido en Argentina, de nombre Silvina Luna. Ese mismo año, un clon jugó por primera vez la Triple Corona: el Abierto de Palermo, el de Hurlingham y el de Tortugas.
Son los tres torneos más importantes del mundo porque no tienen límite de hándicap (la estimación de cuántos goles convertirá un jugador por partido). En otras competencias suelen jugar los patrones que no están al mismo nivel que el resto o se pone un máximo de hándicap por equipo.

La era de la clonación, ya iniciada una década atrás, estaba en marcha. La evolución fue tal que el año pasado, en un partido de Palermo, había 11 clones en la lista de caballos.
Es costumbre que una vez finalizado el torneo, además de premiar al equipo campeón y reconocer al mejor jugador, se elija al caballo más destacado. En 2017, 2018, 2019 y 2020 se repitió un patrón: el galardón fue para un clon de la Cuartetera.

Hoy Argentina es por diferencia el país que más caballos clona en el mundo. En el país funcionan tres laboratorios comerciales de alto volumen, mientras que solo hay otras dos empresas equiparables en el resto del planeta.
Se especula que para fines de este año ya habrá unos 1.000 clones gestados en Argentina, a los que hay sumarles 900 hijos que nacieron de esas réplicas. Los costos hacen que se trate de un mercado que, como el polo, es de un nicho de elevadísimo poder adquisitivo. En su momento, el precio por clon se ubicaba en torno a los 60 mil dólares. Hoy ronda los 40 mil.

“La técnica tiene un muy bajo porcentaje de éxito porque generar un clon de un mamífero no es algo natural, es un procedimiento anti natural. Se hace in vitro, es asexual porque no estás mezclando genética de un padre y una madre, sino de un solo individuo. Es ineficiente porque no está preparada la naturaleza para hacer esto en mamíferos”, describió Vichera.
La tasa de eficiencia en equinos es de apenas 1 o 2 por ciento contando a partir de embriones. Es decir, si se generan 100 embriones, a lo sumo nacerán dos clones. Es la particularidad del negocio: se pagan anticipos a riesgo, sin saber cuál será el resultado.

“No recuerdo algún caso en que no hayamos podido clonar. Lo que sucede es que hay caballos más ‘ineficientes’, por edad avanzada o por cuestiones intrínsecas de su ‘línea celular’, y requieren de más embriones e intentos”, precisó el director de Kheiron Biotech.
Argentina domina la industria de la clonación equina de la mano de su polo de excelencia. Por eso, especialistas extranjeros deciden instalarse en el país para aprovechar un mercado que, pese a la malaria económica, se mantiene pujante.

Ernesto Rojas es veterinario. Tiene una empresa de reproducción equina en Colombia, Biohorse, que se dedica a la inseminación artificial y a la transferencia de embriones. Cuando quiso expandirse también a la clonación, se unió al polista argentino Ezequiel Martínez Ferrario y al veterinario chileno Mario Martínez y juntos fundaron Sinergy Cloning en 2021. Ellos aseguran que lograron mejorar la eficiencia de la técnica y hoy hacen 200 clones por año.
En un mes, Rojas se trasladará a Buenos Aires para dar inicio a la temporada reproductiva. En los países estacionales, las yeguas se reproducen entre la primavera y el verano, pero los meses preferidos para que nazcan caballos es entre septiembre y diciembre, cuando las temperaturas no son tan altas.

Los embriones se transfieren, claro, en la época más conveniente. En Argentina se han llegado a hacer 10 mil embriones convencionales de polo por año, y a esa cifra queda sumarle los embriones por clonación que cada vez son más recurrentes.
“Antes era una técnica que sonaba extraterrestre y hoy en día es algo que se usa habitualmente”, indicó Rojas. “Ya un criador dice: ‘Voy a hacer tantos embriones convencionales, tantos de reproducción natural y tantos clones’. Ya se convirtió en una de las técnicas de rutina. Y obviamente se eligen clonar a los top, a los caballos excepcionales que son muy difíciles de que vuelvan a nacer por reproducción natural”.
 


Cómo es el proceso de clonación

El proceso de clonación parte de dos materias primas indispensables. En primer lugar, el ADN del animal que se pretende clonar. Allí radica la información genética que permite duplicarlo. El ADN se encuentra en las células y, en general, se obtiene de la médula ósea. Se le practica una punción al hueso del esternón.
Esa muestra se congela, lo que posibilita avanzar en el clon cuando se lo desee: mañana, en diez años o en veinte. La muestra se fracciona en distintos tubos y cada uno de ellos guarda entre 200 y 300 mil células cuando, en realidad, para hacer un clon tan solo se necesita una célula.

En segundo lugar, el proceso necesita de óvulos que se extraen de los ovarios de las yeguas, que pueden estar vivas o muertas. Lo que sucede es que ese óvulo viene con un material genético a descartar. La única información que interesa es la del animal que será clonado.
“Entonces se le hace una microcirugía. Se pone el óvulo bajo un microscopio de alto aumento y con un sistema de micromanipulación se ingresa al óvulo y se extrae el ADN. Una vez que está el óvulo vacío, ahora sí hay que incorporarle el ADN del animal a clonar”, explicó Vichera.

“Suele ser uno de los cuellos de botella. Ahí es donde la eficiencia comienza a caer”, dijo, por su parte, Rojas. “Esos óvulos vienen cargados con una información genética esperando a ser fertilizados. Así viene diseñada la naturaleza.
Ese óvulo, cuando es fertilizado por un espermatozoide, normalmente forma un embrión, pero en este caso no nos interesa la información genética del óvulo. Es como si tuvieras una computadora con un disco duro que no te interesa, pero el resto de sus elementos sí”, graficó.

Una vez “vaciado” el óvulo, a través de impulsos eléctricos y estimulaciones químicas, logran que se forme un embrión, que crece dentro del laboratorio durante 7 u 8 días.
Superado ese período, se toma la decisión: se vitrifica el embrión o se lo lleva a un centro donde se transfiere en una yegua, en una madre sustituta, que lo gestará durante 11 meses hasta que nazca el potrillo, genéticamente idéntico al animal al que se le hizo la biopsia de médula ósea.

La tasa de éxito es baja, pero con el tiempo la eficiencia evolucionó gracias a prueba y error, a la mejora en la técnica.
“La forma en que se cultivan las células ha mejorado, los procesos internos en el laboratorio mejoraron, la forma en que se vigilan los partos, cada uno tiene sus secretos como la Coca-Cola... Al final, todo confluye para que suba la posibilidad de que el clon nazca”, señaló Rojas.
 


Genética vs crianza

La eterna disyuntiva entre genética frente a crianza, en qué incidencia tiene en una persona o animal el ADN y cuánto influye el entorno, lo que se suele llamar epigenética, acá cobra aún mayor relevancia. A misma genética, la lógica marca que la crianza debería ser el factor predominante.

-Entonces, ¿es posible que el clon supere al original?
-Sí, la verdad que es muy posible- respondió Vichera. Un clon es una réplica genética. Lo que vos estás duplicando es el potencial que tiene ese animal. Ahora, a partir de ese potencial, depende del criador y entran en juego distintos factores: cómo lo nutriste, cómo se entrenó, cómo lo domaste.

Cuando un caballo nace por la vía convencional, el criador, como mucho, puede especular en torno a su potencial. Si sus padres fueron caballos destacados, que llegaron a competir en los torneos más exclusivos, es probable que sus hijos hayan heredado parte de su talento. Pero no deja de ser eso: una especulación.
En cambio, cuando se clona una estrella de polo, los criadores ya saben que están ante un futuro crack y, por supuesto, le brindan un cuidado especial, más personalizado, para que pueda desarrollar todo su potencial. Saben que será un prodigio desde el día uno y aprovechan esa ventaja para potenciarlo aún más.

La comparación más fiel son los gemelos. Ni bien nacen también son muy parecidos, idénticos, pero si se los compara a medida que pasan cinco, diez o veinte años, afloran las diferencias entre ellos. Incluso, pese a tener el mismo ADN, los gemelos ya nacen y sus huellas dactilares son distintas, sus lunares, por ejemplo, difieren entre sí.
La clonación genera una réplica exacta del ADN, produce gemelos diferidos en el tiempo, pero cómo se expresan esos genes está influenciado por un abanico amplio de vicisitudes. Los genes se comportan de modos difíciles de comprender y, mucho más aún, de predecir.

“Es muy subjetivo saber qué porcentaje se le asigna a la genética y cuánto a la epigenética. Es imposible decodificar cuánto del talento del animal se debe a la genética y cuánto a la crianza.
Medirlo es muy jodido porque no se pueden replicar los mismos climas, los mismos sustos, la misma dieta, el mismo entrenamiento”, explicó Rojas.  


-¿Si fuera posible darle exactamente la misma crianza, el mismo entorno, la misma alimentación, el mismo entrenamiento, todo igual... el clon sería totalmente idéntico al original?
-No necesariamente -respondió. Cómo se expresa un gen no es medible en el tiempo. Pero está demostrado que clonar aumenta drásticamente la posibilidad estadística de tener un crack.
 


¿Un futuro con humanos clonados?

La clonación de la oveja Dolly en 1996 marcó un quiebre en la reproducción animal. Se comenzó a experimentar con todo tipo de especies. Dos años después, nació la primera vaca clonada. En el 2000, fue el turno del primer cerdo. Luego se replicaron mascotas, tanto perros como gatos, y en 2003 se duplicó el primer equino. Hoy casi todas las especies domésticas del mundo fueron clonadas e incluso se experimentó en animales en peligro de extinción.
En Argentina no está regulada la clonación de animales. Solo aquellos procedimientos que incluyen una modificación genética deben ser notificados y aprobados por un organismo estatal, por la Comisión Nacional Asesora de Biotecnología Agropecuaria (CONABIA), que busca evitar el sufrimiento animal.

Ni bien nació Dolly, se instaló el interrogante: ¿es posible clonar un humano? ¿Lo será en algún momento? La gran mayoría de los países, Argentina incluido, se apuraron a regular la posibilidad de experimentación. El entonces presidente Carlos Menem prohibió, a través de un decreto, “los experimentos de clonación relacionados con seres humanos”.
Casi todos los que trabajan en la industria de la clonación confirman que, pese a la ilegalidad, en algún momento recibieron consultas respecto de la viabilidad de clonar un ser humano.

“Hay dos motivos por los que una persona querría clonar: uno es dolor intenso, la pérdida de un ser querido como puede ser un hijo; el otro es narcisismo, querer tener un hijo con sus mismos genes. Y en ambos casos me lo han preguntado”, afirmó Rojas.
Nadie se anima a descartar que, clandestinamente, en algún rincón del mundo, se esté ensayando con clonación de humanos. O que ya haya clones humanos entre nosotros.  


-Más allá de que implicaría un delito y resultaría muy cuestionable en términos ético morales, con la tecnología que hay hoy, ¿sería posible clonar un humano?
-Yo creería que sí -respondió el empresario colombiano-. Técnicamente sí sería lograble, pero obviamente al ser ilegal y no estar aceptado no creo que suceda por lo menos en el corto plazo. Conocemos el mundo en el que vivimos y con el tiempo puede haber cambios.
Técnicamente si me lo pregunto, yo creo que sí es viable. No creo que haya muchos intentando o tendrá que ser de forma clandestina. Es la pregunta que todos nos hacemos.

En China ya lograron clonar primates no humanos, duplicaron simios sin mayores inconvenientes. “El protocolo de clonación de un humano probablemente sea muy muy similar al de un primate. Es muy probable que técnicamente se pueda hacer un clon humano”, planteó Vichera.
El protocolo tiene un eje central que después se adapta en cada especie. En todos los casos, se necesita un ADN intacto, el que se replicará, y óvulos con los que formar el embrión. En el humano, como en casi todos los animales, se reúnen ambas condiciones.

En su momento sonaba descabellado, también tétrico, la idea de clonar animales. Veintisiete años después de Dolly, ya es un método de reproducción más, habitual para multiplicar mamíferos de alto valor genético, para achicar el volumen de cría y lograr buena descendencia.
La clonación de humanos hoy resulta una aberración, imaginar personalidades brillantes o súper atletas -como sucede con los caballos- duplicados parece propio de una película distópica, pero técnicamente sería posible. ¿Las leyes y la moral lo permitirán en algún momento?

 


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